Ciudad

Una estrella amarilla para velar por la conciencia vial

Familiares de víctimas del tránsito pintaron en el asfalto sus nombres en el lugar donde perdieron la vida.

“Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos”, escribió en 1972 Italo Calvino en su libro Las Ciudades Invisibles. Acaso sosteniendo lo contrario, Marc Augé definió en Espacios del anonimato los no-lugares como espacios intercambiables donde el ser humano es anónimo. “El hombre no vive ni se apropia de estos espacios con los que tiene más bien una relación de consumo”, escribió el autor en 1992. Entre una y otra concepción irrumpe una tercera, y no desde las letras, sino desde el dolor: es la campaña “Estrellas Amarillas por la Seguridad Vial”. En el marco del Día del Camino y la Educación Vial, ayer por la mañana familiares y amigos de víctimas del tránsito en Rosario fueron dejando marcas donde la imprudencia y la impericia o directamente la irresponsabilidad y la desaprensión, se cobraron vidas. Y en no pocos casos, jóvenes vidas. Por cada una habrá una estrella amarilla.

La emotiva iniciativa recaló en los lugares exactos donde fallecieron víctimas de “situaciones viales” –como las denominaron los propios organizadores– para dejar huella certera del hecho mediante una pintura sobre el asfalto (negro) en forma de estrella más el nombre y fecha correspondiente, todo en color amarillo. El color fue elegido porque es el que mejor contrasta –según investigaciones– con el negro, al que se aproxima el color del asfalto.

A la par de la actividad en Rosario, según señalaron desde la organización Compromiso Vial por Úrsula y Carla, se pintaron sendas estrellas en Capital Federal y Neuquén.

Ocho sitios en total, llevan desde ayer la marca que recuerda sobre la muerte de estas personas, en una actividad que apunta a la “conciencia”.

“Es un acto amoroso y queda como huella en la ciudad. Es muy emocionante y cálido. Somos ocho familias que nos hemos juntado, cada uno con el tiempo que puede. Hay miembros que no han podido estar porque no lo podía sostener. Vinimos los que pudimos”, explicó en diálogo con El Ciudadano, Mónica Gangemi, madre de Úrsula Notz, quien falleció el año pasado tras ser embestida por un auto en Rivadavia y Santiago.

Así fue que desde las 9 de la mañana, un grupo de familiares, que vestían sendas remeras amarillas partieron desde Zelaya y Matheu, en zona norte y donde pintaron la primera estrella, para luego recorrer los restantes siete escenarios de las pérdidas que quedaron marcadas “a pintura” en Rosario. En cada oportunidad, y con el acompañamiento de la Dirección de Tránsito, el esténcil en forma de estrella imprimió la figura que se completó con el nombre de la víctima y la fecha del hecho.

Una de las últimas paradas que realizó el grupo, en Salta y Oroño, resultó doble. Allí en 1997, Sebastián Pira, quien conducía un Ford Galaxy, atropelló a Daniela Caruso, de 17 años, y María Celeste Haiek, de 16. Su padre, Felipe Caruso, que ayer pintó la segunda estrella en la misma calle, pero cerca de calle Balcarce –debido a que Pira arrastró a Daniela en el capó de su auto haciendo zigzag hasta que la arrojó 70 metros más adelante y le pasó por encima– indicó que la causa por el homicidio simple continúa en suspenso, luego de que el año pasado la Justicia recibiera la apelación del fallo de prescripción.

Sebastián Pira se fugó del país hace 12 años y, según fuentes judiciales, recaló en Israel, Turquía y Corea hasta el año pasado, cuando fue detenido en el aeropuerto de Ámsterdam, Holanda. El juez holandés dictó la extradición para que regresara a la Argentina, pero de nuevo escapó: los oficiales de la Interpol encargados del traslado nunca lo encontraron. Ergo, Pira sigue cumpliendo con su nombre: está prófugo. “La Fiscalía está esperando un informe de Holanda. Si hay algo que interrumpa la causa puede ser que no se acepte la prescripción”, remarcó Caruso.

Sin perder el disgusto por el caso, Caruso apuesta hoy a una conciencia que Pira nunca tuvo. Lo mismo hace Mónica Gangemi: “Es una situación muy emotiva porque significa una entrega que uno hace de un miembro de la familia a la comunidad. Esa estrella queda iluminando el resto de los caminos para que cada transeúnte pase y recuerde que allí murió alguien injustamente en un hecho evitable y que tiene que cuidar su vida y la de sus seres queridos con respecto a los peligros viales”, sopesó la mujer.

De acuerdo con la madre de Úrsula, las transformaciones necesarias –condenas efectivas, controles sistemáticos, retiro de carné, y otras medidas– para evitar próximos muertes en calles y rutas deben realizarse lo antes posible. “Uno está habilitado a un acto social en el cual conduce un vehículo que se puede convertir en un arma, cualquiera sea el rodado”, señaló. “Como padres y familiares sentimos que existe impunidad, porque no se hacen efectivas las condenas”, agregó y llamó a tomar conciencia de los delitos viales. “Vivimos con un constante dolor, por la pérdida del ser querido por un hecho evitable”, remarcó.

“No es necesario aprender desde el dolor. Existe una forma más placentera de tomar conciencia y del lugar que uno quiere ocupar en la vida. Es cierto, que una manera de transitar el dolor es transformarlo en algo positivo y brindarse para salvar otras vidas. Es inevitable, mi hija está bajo tierra y no va regresar pero no hace falta llegar al dolor”, reflexionó Gangemi.

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