Ciudad

Una escuela de Las Flores “expulsa” a sus alumnos

Su matrícula bajó de 1.300 a 250 chicos. Vecinos optan por otros colegios por el maltrato y el bajo nivel.

Por: Claudio de Moya

“Los días de lluvia no tienen que venir a la escuela”, repite más de una maestra a sus alumnos cada vez que caen unas gotas. Lo cuenta una madre, y no es una anécdota aislada sino ejemplo de otros varios testimonios que completan el cuadro: “Cortaron la luz desde el tablero eléctrico para no dar clase”; “me advirtieron que iban a mandar psicólogos a casa para que recomienden trasladar a mi hijo a un colegio «especial»”; “dijeron que no había agua en el establecimiento y mandaron a los chicos, solos, de nuevo a sus casas”.

Estas citas, que denuncian desidias y maltratos y parecen extraídas de un irónico manual sobre cómo estimular la deserción escolar, son algunos de los relatos que ayudan a entender lo que ocurre en la primaria 1257 “Crucero Ara General Belgrano”. De los 1.300 alumnos que se inscribieron en ese colegio cuando fue inaugurado en 1983, los que hoy concurren a las aulas apenas sobrepasan los 200, aunque en sus registros oficiales figura el doble. Lo que se traduce en grados con sólo 4 o 5 chicos. No es que se haya producido un éxodo en el vecindario ni una caída en su tasa de natalidad: el colegio asienta sus 150 metros de frente en calle Clavel al 7.200. Justo en el cada vez más populoso barrio Las Flores, en el que hay déficit de servicios públicos y viviendas dignas pero abundancia de niños con derecho a educarse. Todos los testimonios indican que es en el deterioro del nivel pedagógico y el ambiente hostil que reina en el establecimiento donde hay que rastrear el origen del “vaciamiento” de las aulas. Pero hay más: la escuela está hoy virtualmente intervenida por el Ministerio de Educación de la provincia, que separó de sus puestos a la directora y a la secretaria, además de extender sumarios a ocho docentes, en el transcurso de una investigación iniciada por denuncias de graves irregularidades administrativas.

El jueves pasado, la cartera educativa designó como director reorganizador de la escuela a Alejandro Barea, con el objetivo de diseñar un plan para recuperar la matrícula y la calidad educativa derrumbadas en 27 años, lapso en el que crecieron con igual vértigo las necesidades pedagógicas en el barrio.

La madre se queja, mientras arma el arbolito de Navidad en la humilde vivienda que alquila y habita junto a su compañero y sus cinco hijos: uno de los pequeños, tras protagonizar un enojo con un compañerito, volvió del colegio con arañazos que no eran fruto de la reyerta, sino del modo en que una de las docentes “solucionó” el altercado, por demás esperable entre chicos. “Fui a hablar con la directora, no les pego yo y no voy a permitir que los lastime la maestra”, se enoja la mujer. “Éste les pega a todos, ahora que le tocó a él que se la aguante”, agrega alguien allegado al colegio sobre los comentarios de la Dirección ante otro alumno, descompuesto al cabo de una “pelea” infantil similar.

Las consecuencias ya no se pueden disimular, y están expuestas en la caída de la matrícula. Desde hace varios años, pero más en los dos últimos, los padres optan por confiar la educación de sus hijos a otros colegios. Dentro o incluso fuera del barrio, pese a la presión que esto ejerce sobre sus ajustadas economías. No es por capricho: todos coinciden en que los obliga a esa “mudanza” el deficiente nivel educativo que remiten a la desidia de directivos y docentes de “La Belgrano”, como se la conoce en Las Flores. También hay otras razones: el maltrato simbólico –y en algunos casos, ya se dijo, también físico– al que son sometidos los alumnos.

Hay niños igualmente “expulsados” por la institución con peor suerte aún: a falta de contención alternativa, lo único que hoy los incluye es la estadística de deserción escolar. Algunos, ni siquiera eso: figuran formalmente en las planillas –los registros de la escuela informan sobre 460 alumnos–, pero sólo concurren al colegio al mediodía, para almorzar.

Como si no bastara con esto, se suman las irregularidades administrativas de larga data. El cobro de reemplazos no realizados, incompatibilidad de cargos o dictado de clases sin título habilitante son algunos de los ítems de la extensa lista para el asombro que hoy se investiga desde la provincia. Son hechos conocidos en el barrio, pero recién en septiembre pasado cristalizaron en una denuncia formal elevada a la delegación Rosario del Ministerio de Educación. Así se produjo el desembarco de supervisores que relevaron la situación, y se abrieron los 11 sumarios al tiempo que se desplazaba de sus cargos a la directora, Blanca A., y a la secretaria, Mónica A. Un grupo de maestros, que se presentó como “docentes autoconvocados” y tiene por cara visible a una educadora hoy con licencia, acusó entonces a la cartera educativa de una maniobra de persecución destinada a reducir los 64 cargos pedagógicos y administrativos con que cuenta “La Belgrano”. Éstos, en realidad, quedaron “observados” porque la menguada matrícula no los justifica. Pero la promesa es no reducirlos y, en cambio, nivelar para arriba. La delegada del Ministerio de Educación en la Región VI, Marta Díaz, admitió que la investigación en marcha ya tuvo que retrotraerse a 2003 en la pesquisa de las irregularidades. Y afirmó que en paralelo con la determinación de responsabilidades la idea es recuperar el prestigio de la institución. Incluso, con la incorporación de una jornada ampliada que incluya oferta de talleres y otras actividades, a la par de la normalización de las funciones docentes y administrativas.

“Es una escuela muy castigada por las anormalidades”, concede Marta Díaz. Los vecinos cuestionan a la mayoría de los docentes y a los directivos, y agregan que sus “manejos” provocaron no sólo la expulsión de alumnos sino también de buenos educadores que terminaron por pedir su traslado apenas a un año de ser nombrados.

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