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Una convulsión que no cesa

En Yemen y Bahrein siguen los intentos de destronar a los respectivos gobiernos y en Egipto continúan las huelgas a pesar del pedido del gobierno provisional. También protestan en Libia y el Kurdistán turco.

Dos personas murieron ayer en Yemen durante las protestas que reclaman la renuncia del presidente Alí Abdalá Saleh, un efecto de la ola de cambios políticos que recorre el mundo árabe y que ya golpeó en Túnez y en Egipto. Las víctimas eran manifestantes de la ciudad de Adén, al sur del país más pobre de la península arábiga.

En la misma geografía, miles de personas volvieron a manifestarse ayer contra el gobierno de Bahrein durante las exequias en Manama de un estudiante muerto la víspera en una protesta y la oposición chiíta exigió la instauración de una monarquía constitucional.

En Egipto, mientras tanto, el gobierno militar que reemplazó al renunciante presidente Hosni Mubarak aseguró que no permanecerá en el poder más de seis meses y llamó a los ciudadanos a abandonar las protestas y las huelgas, que no ceden, mientras que una organización pidió que la transición hasta las elecciones de septiembre sea encabezada por alguna figura pública del calibre del respetado ex inspector de la Agencia Internacional de Energía Atómica (Aiea), el premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei.

Como si esto fuera poco en el convulsionado Medio Oriente el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, avisó que el Ejército de su país no descarta entrar de nuevo en el Líbano (ver abajo), lo cual motivó a los militantes del movimiento chiíta Hezbolá a replicar que están dispuestos a ocupar Galilea, y los separatistas kurdos iniciaron una nueva revuelta en el sudeste de Turquía en el duodécimo aniversario de la detención del histórico líder del armado Partido de los Trabajadores del Kurdistán, Abdulá Ocalan, detenido en Kenia en 1999 y preso desde entonces en la isla turca de Imrali.

En Libia, finalmente, un choque ocurrido en la ciudad de Benghazi entre partidarios del presidente Muamar Gaddafi y “saboteadores” que se habían congregado para pedir la libertad de un abogado que representa a familias de prisioneros muertos en 1996 en un tiroteo en la prisión Abu Salim en Tripoli dejó 38 heridos y un clima de inquietud latente.

La mecha encendida

En Yemen, cientos de jóvenes irrumpieron en la sede del municipio de al Mansura, un barrio de Adén, e incendiaron vehículos de la Policía, que disparó gases lacrimógenos y balas de goma hiriendo a tres manifestantes, dos de los cuales murieron después en un hospital.

En Saná, la capital yemení, manifestantes marcharon reclamando por cuarto día consecutivo la renuncia de Alí Abdalá Saleh, un aliado de Estados Unidos contra Al Qaeda que gobierna desde hace 32 años.

En Taez, mientras tanto, al sur de la capital, varios miles de manifestantes pidieron un cambio de régimen y ocho personas fueron heridas cuando la policía dispersó la protesta.

La amenaza de disturbios en Yemen, que está luchando por aplastar un resurgimiento del brazo de Al Qaeda y por contener las rebeliones en el norte y el sur del país, llevó a Saleh a anunciar que dejaría el poder en 2013 y a convocar a un diálogo nacional, que la oposición aceptó, aunque las movilizaciones la desbordan.

En Bahrein, en el este de la misma península Arábiga las manifestaciones antigubernamentales arreciaron durante el sepelio de un estudiante muerto el martes en una protesta y la oposición chiíta exigió la instauración de una monarquía constitucional.

“El pueblo quiere derrocar al régimen”, coreaban los manifestantes, retomando consignas de los levantamientos que desde inicios de año derribaron a los regimenes autoritarios de Túnez y Egipto.

El rey bahrení, jeque Hamad ben Isa al Jalifa, deploró la muerte de manifestantes en su país, pero el jeque Alí Salman, jefe de la oposición chiíta, no se dio por satisfecho con esos gestos y reclamó una “monarquía constitucional”, con un primer ministro “elegido por el pueblo”.

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