Ciudad

Un rosarino en Nueva York

Por Laura Hintze.- El escultor local Gastón Aita consiguió un lugar para mostrar seis de sus obras en EE.UU. En diálogo con este diario, el artista que empezó “boludeando” celebró la oportunidad de “hacerse conocer”.

De estar boludeando a exponer en una feria de galerías en Nueva York: esa bien podría ser la línea trazada entre los 18 y 40 años de Gastón Aita, un escultor rosarino que el jueves estará saliendo a Estados Unidos a mostrar sus obras. Seis trabajos de Gastón, todas hechas en resina poliéster, viajarán con el y su mujer, Silvia, al norte del continente: no saben hablar inglés, nunca habían pensado estar allá y sin embargo se lanzarán en la que bien será una aventura. “Uno se da por bien pagado estando ahí, difundiéndose, viendo que la gente ve sus cosas y cómo se están abriendo puertas. Vender sería lo óptimo, porque el artista tiene que vivir, aunque también serviría para financiar otra oportunidad. Pero nuestro primer y principal objetivo es estar y que la gente nos vea”, explicó el artista.

Roberto Fontanarrosa tuvo dos esculturas de Gastón. El periodista Jorge Lanata, los jugadores Pablo “Vitamina” Sánchez  y Horacio “Petaco” Carbonari, y hasta la fundadora de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, tienen una escultura de Gastón. “Nunca sabés dónde va a terminar lo que estás haciendo”, reflexionó el artista plástico, para después contar que él hacía los “Premios García”, del mítico bar de rock de la ciudad y que todos los años le mandaban uno a Charly. Y que aunque nunca supieron qué es lo que hacía el músico con sus estatuitas, vieron cómo, una de las tantas veces que Diego Maradona estuvo internado, Charly le dio una de las que había hecho Gastón para los premios. “En serio, nunca sabes en qué manos termina tu arte”, insistió entre risas.

La lista de reconocidos continúa, y entonces explicó que Osvaldo Bayer tiene un “Canallita” que hizo él, que todos los años hace él para los premios de la Secretaría de Cultura Canalla.

Gastón arrancó con el arte visual a los 18 años. “Me inicié boludeando en casa”, se sinceró. “Siempre dibujé, como todos los pibes, logos de bandas de música o personajes de historietas. Hasta una vez quise llevarlos a la tridimensión. Primero copié, e hice a Inodoro Pereyra o a Batman y con el tiempo empecé con mis propios diseños. De hecho, ahora hace años que no hago algo copiado, a no ser que alguien me haga un pedido especial, todo es mío”. Para Gastón, hacer lo propio es la única y mejor manera de trascender y lo demuestra con su viaje: “Voy a Nueva York con mi obra, habiendo explotado mi técnica con cosas mías”.

Durante un tiempo, las obras de Gastón se vendían y exponían en ferias, pero él prefirió ir un poco más lejos porque, según él, “Rosario no iba”. “Nos subimos a la chata con las esculturas y fuimos a Buenos Aires. Ese era el paso a seguir. Busqué galerías en Internet y fui a mostrar una por una, en persona: «hola, qué tal, mi nombre es fulano, y vengo desde Rosario a mostrar mis esculturas». Nadie quiso ver nada. Ni siquiera para decirnos que no les gustaban”. En eso, contó, se sentó a comer en un restaurante, frente a una galería chiquita. “Esta es la última”, habían pensado Gastón y Silvia, y fue la última y también la vencida. Tres meses después de hablar con un empleado y enviarle fotos a la dueña del espacio de arte  “Escarlata” (en Palermo Soho), Gastón recibió la invitación para su primera muestra colectiva. “Tuve dos muestras colectivas allá, en las que vendí varias cosas, en conjunto con las que estaban en la galería. Y ahora me llamaron para estar en Nueva York, en una feria de galerías que se hace todos los años y que viaja por todo el mundo”.  Allí, sin conocer y mucho menos hablar inglés, Gastón va a pasar doce días mostrando, conociendo y haciéndose conocer. “Esperamos que nos conozcan. Eso es lo principal, porque la obra en mi casa no sirve. Uno se da por bien pagado estando ahí, difundiéndose”, señaló.

Gastón trabaja en un taller que tiene en su casa, en la zona sur de la ciudad. Sus esculturas son piezas hechas de resina poliéster, mientras que parte de la obra también se hacen con otros materiales. La figura principal de la pieza siempre interactúa con algo, una máquina, una puerta, un caballo, y esos objetos también los hace él. Una escultura de Gastón cuesta entre mil y cinco mil pesos, una vez terminada. Pero, explicó, para el propio hecho de hacer su pieza requiere cierta financiación: taladros, discos, máquinas soldadoras, la luz, la comida, la casa. Gastón hace figuras humanas simples. “Me gusta que la gente entienda lo que está viendo, entienda el mensaje, aunque no en su totalidad.  Me gusta que la gente vea mi obra y vea, por ejemplo, un hombre sobre un caballo. A lo mejor un día haga cosas más abstractas, pero hoy hago esto: figurar cosas de lo cotidiano y traducirlo a modo grotesco. Creo que hay que causar efecto de maneras nuevas, a partir de cosas que no veas todos los días, cosas que no estén dichas. El artista tiene que aportar nuevas miradas”.

Entre tanto, Gastón destaca que llegar hasta el punto en que se encuentra ahora le llevó 20 años: “Es remar en dulce de leche”, explica, con simpatía. Para él, el problema de la ciudad no es una cuestión de dinero, sino de desprestigio y de falta de políticas concretas del Estado para que la gente se acerque al arte, a los museos, a las muestras o ferias. “No es que la gente no puede comprar arte sino que no tiene la cultura de comprarlo. El rosarino no tiene la cultura de comprar, ver o arrimarse la arte. Y ése es un déficit en la política de Estado, que no muestra el arte ni genera la curiosidad de al menos ver. El arte no se valora como debería, ni acá, ni en Buenos Aires. Y eso se resume en que en la casa natal de Berni sólo hay una placa y funciona una rotisería”.

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