Espectáculos

Un repaso por el rock de los ’80

Cynthia Lejbowicz habla sobre "Corazones en llamas", libro que vuelve a las librerías. Un relato de las tribus rockeras, con García, Páez, Prodan y Cerati entre los protagonistas. Se presenta el martes 24 a las 19, en el ECU.


Reeditaron el libro “Corazones en llamas, historias del rock argentino en los ‘80”, de las periodistas Laura Ramos y Cynthia Lejbowicz, un relato de la génesis del movimiento rockero, atravesando la década más desfachatada y efervescente, que comenzó en dictadura y terminó con el rock recorriendo toda la extensión del país.

Una de las autoras, Cynthia Lejbowicz estará en Rosario presentando la reedición, este martes 24 de mayo en el Espacio Cultural Universitario (ECU), ubicado en San Martín 750. Además, Coki Debernardi tocará algunas canciones y como moderadores estarán el sonidista y productor Jorge Llonch y la periodista Patricia Dibert.

El libro, reeditado por la editorial Random House Mondadori recorre el rock desde 1980 a 1989 con testimonios de los protagonistas y la cronología de los acontecimientos políticos en el pie de página. “Corazones en llamas” fue pionero en contar los pormenores de las bandas de los ’80. El Ciudadano dialogó con una de las autoras, Cynthia Lejbowicz, quien describe el acceso al mundo rocker del momento.

– Ambas trabajábamos en el Suplemento Si de Clarín y eso nos llevó a compartir muchos de esos camarines, escenarios, y ómnibus de gira –comenzó diciendo–. Muchos de esos conciertos y conversaciones íntimas y sensibles. También fue muy fácil y natural esa relación de testigos con los protagonistas de entonces. Visto 25 años después parece un poco extraño, pero era algo natural y cotidiano en ese momento.

– ¿Pero también llegaron a tener tanta confianza porque lograron cierta química con los músicos?

–No se que decir de eso, pero sin dudas nos abrieron sus corazones o sus casas, sus recuerdos, pero insisto con la naturalidad. Hoy resulta extraño, en esa época era todo mucho más chico y más natural.

– ¿Pero eran épocas donde los medios no cubrían ni daban espacio al rock nacional?

– Claro, incluso en esa misma época tan convulsionada en que pasamos la dictadura, la guerra de Malvinas, la democracia y los intentos de golpe de Estado. Recuerdo cuando cubrimos los shows de Amnesty en Argentina, y fue casi un triunfo lograr que fuera en tapa del diario y con dos páginas adentro de cobertura, porque derechos humanos no era un tema del diario, fue ese el momento en que se comenzó a abrir más. Ya cuando vino Sting como solista e invitó a las Madres de Plaza de Mayo, fue gratificante que los diarios lo cubrieran y para los periodistas fue bárbaro poder contarlo y estar ahí, en el backstage mientras Sting se cepillaba el pelo (risas).

– ¿Para esta reedición hicieron actualizaciones?

– Tiene por un lado una exhaustiva corrección sin cambiar el estilo, para facilitar la lectura. Tiene mucha ampliación de datos sobre todo de vivencias del “under” como Cemento (el lugar que perteneció a Omar Chabán en San Telmo), el Café Einstein o de Bolivia, que eran lugares dos jóvenes no capitalinos podían expresarse libremente en Buenos Aires, cuando hace 30 años atrás no era sencillo que alguien pudiera vestirse de mujer o travestirse, había muchos tabúes y esos eran espacios de mucha apertura.

Además le agregamos información porque Laura trabajó años escribiendo la columna “Buenos Aires me mata”. También esta edición cuenta con el agregado de fotos; conseguimos algunas poco conocidas o inéditas, como la de la novia belga de Gustavo Cerati (que les cortaba el pelo a todos con sus toques de modernidad europea), o una foto de Fito con el sonidista Jorge Llonch.

– El libro da cuenta de la irrupción de los rosarinos en la música nacional…

– Eso fue una gloria, todavía se me caen las lágrimas con algunas canciones, fue una llegada de aire y melodía fresca y maravillosa con tanta poesía rosarina, que no cesa, por eso hoy te sigue poniendo la piel de gallina escuchar “El Témpano”. Todo lo que significaba una poesía como la de “Mirta de regreso” o “Historia de Mate Cocido”, era una muestra de todo lo que se comenzaba a colar, a poder decir, a poder cantar.

Extracto

Página 11: ’80. El trago primavera

  Fito, mataron a Lennon.

Bella Zulema Ramírez de Páez subió el volumen de la radio y apoyó la bandeja con el desayuno sobre la cama de su nieto. Eran las siete de la mañana del martes 9 de diciembre de 1980 y, poco más de una hora después, Rodolfo Páez debía rendir examen de Contabilidad. Le fue mal. La noticia lo sumergió en un letargo que se prolongó varios días.

Fito tenía diecisiete años e intentaba terminar con las últimas materias del secundario. Había nacido en Rosario, donde vivía con su padre, su abuela y una tía abuela. Su mamá había muerto antes de que él cumpliera un año.

Los encuentros con amigos en la casa de los Páez, durante esos tiempos de estado de sitio de la dictadura militar, comenzaban al atardecer y seguían hasta la medianoche en un cuarto muy pequeño donde unos quince muchachos se reunían a recitar poemas, a tocar el piano CP20 Yamaha —regalo del padre de Fito— y a fumar tabaco. Particulares.

De saco y corbata azul, camisa blanca y pantalón gris, uniforme estudiantil obligado, el joven Páez salía del colegio carpeta en mano para correr al ensayo de alguna banda. Sus actividades de esa época eran estudiar música, tocar con los pequeños grupos que armaba en la escuela y jugar al fútbol. Fue por entonces que su padre lo envió a la peluquería por última vez.

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