Lisandro Olearo
Se terminó el primer Mundial de rugby realizado en Asia. El torneo ovalado quizás no tuvo la espectacularidad de sus anteriores ediciones, la diferencia horario jugó en contra y la actuación decepcionante de Los Pumas hicieron que el torneo no despertara tanto interés en Argentina. Pero la cita tuvo sus momentos atractivos: hubo ráfagas de buen rugby, Japón mostró su juego y su cultura y Sudáfrica fue un digno campeón, lo que le dio un balance positivo para la Copa del Mundo tras cuarenta y tres días de competencia.
La palabra decepcionante es muy dura, pero califica muy bien el paso de Argentina por el Mundial de Japón. El grupo era complicado, pero teniendo en cuenta la forma en la que se perdió con Francia y como los Galos derrotaron a Tonga y Estados Unidos, hace que no haya otro calificativo para el seleccionado dirigido por Mario Ledesma. Lo positivo es que muchos jóvenes valores tuvieron su experiencia mundialista y eso servirá para el futuro. Pero de no modificarse muchos aspectos, el éxito estará basado en la suerte.
Quizás para muchos la actuación de Japón fue una sorpresa, pero en algún momento los nipones iban a despertar. En los últimos ocho años apostaron a dos entrenadores de jerarquía para los Mundiales de 2015 y 2019. Y el equipo explotó en el torneo organizado en casa y ante un público que partido a partido fue vital para empujar en los momentos claves.
Fuera de las canchas, la cultura japonesa jugó su campeonato, cautivando a todo aquel que viajó hasta el país del Sol Naciente para estar en la novena edición del Mundial de rugby. Sin dudas ningún visitante se fue sin llenar las valijas de buenos recuerdos y experiencias.
Los Springboks perdieron en el debut ante los All Blacks, y a partir de ese momento salieron del radar de los candidatos, todas las luces estaban puestas en Inglaterra, Nueva Zelanda y Gales. El peor error de todos fue subestimar a un gran equipo, con historia y con mucha hambre de gloria.
Es la primera vez que un seleccionado conquista la Webb Ellis sin terminar invicto. Con la conducción de Rasie Erasmus como entrenador y de Siya Kolisi, primer capitán de color de los Boks, le devolvieron al rugby sudafricano el lugar más alto en el pedestal de un Mundial. Y fue un golpe de ánimo para una nación que vive el rugby de una manera muy especial y la Copa en manos de Siya Kolisi no pasará inadvertida, será motivo de inspiración para el futuro como lo fue en 1995, aquella vez que Nelson Mandela a través del rugby unió a un país.
Comentarios