Edición Impresa

Adelanto

Un policial en una zona impura

El realizador rosarino Rodrigo Grande y los actores Leonardo Sbaraglia y Pablo Echarri refirieron el carácter de “Al final del túnel”, el film que dirige y protagonizan respectivamente, un thriller donde se debaten la oscuridad y el deseo vital.


El jueves llegará a los cines “Al Final del Túnel”, la última película del director Rodrigo Grande (Cuestión de Principios, Rosarigasinos) que se promocionó la semana pasada con la visita de sus protagonistas principales a la ciudad. El film –coproducción argentino-española– cuenta con actuaciones de Leonardo Sbaraglia y Pablo Echarri, quienes dialogaron con El Ciudadano sobre sus papeles. Además, en el reparto sobresalen la actriz española Clara Lago (Berta) y Federico Luppi, un actor a esta altura fetiche en el cine del director rosarino.

Según describe la sinopsis del film, la historia gira en torno de Joaquín (Sbaraglia), un hombre en silla de ruedas cuya vida parece mejorar el día en que alquila una de las habitaciones de su casa a Berta y su hija. Una noche en su sótano descubrirá que un grupo de ladrones está construyendo un túnel bajo su casa para robar un banco cercano. Allí comenzará a ejecutar un plan para intentar frustrar el robo.

En el film, un thriller de suspenso, el director aborda un género muy transitado en el cine estadounidense, pero lo hace con su propia idiosincrasia. “Es un género difícil, porque todo se basa en el tono”, dijo Grande en diálogo con este medio, al tiempo que reforzó la idea de que su intención es trabajar en una zona gris: “El género puro no me interesa; la mezcla es lo que enriquece la película”, recalcó.

Sobre Joaquín, el personaje que le toca encarnar a Sbaraglia, el actor contó a El Ciudadano que “es un tipo que se presenta como abandonado y en estado vegetativo emocional, porque la vida lo arrasó y le quitó a su familia. Es alguien que tiene que superarse”. Y añadió: “Todo lo que comienza a motorizar su acción está en esa mujer que aparece y que le recuerda lo más vital de la vida, lo que nos da el impulso de estar vivos, que es el deseo”.

Por su parte Galereto, el personaje que hace Echarri, es el jefe de una banda de ladrones: “Un tipo que muestra un nivel de crueldad y cinismo impredecible; un ser detestable y oscuro, un villano que suele construirse en este tipo de películas de género sólo para ser destruido”, opinó el actor y productor sobre la composición de su papel. Y agregó: “No fue un proceso muy extenso ni complejo” ya que responde a personajes “metidos en mi piel, que me gusta hacer”.

Para Grande, parte del sueño de dedicarse al cine es trabajar con actores consagrados. “Ellos tuvieron distintos métodos de trabajo: Leo vivió arriba de la silla de ruedas desde meses antes del rodaje y me propuso juntarnos a leer el guión todos los días hasta empezar a filmar; a Pablo si no lo llamaba lo veía directo en el rodaje; y Federico es un metódico que trata de no preguntar nada”.

Consultado por cómo fue la construcción de un personaje tan distinto a sus anteriores Sbaraglia dijo que buscó sacar partido expresivo de esa persona inhabilitada de utilizar las piernas: “No quería caer en el lugar común de hacer un tipito conflictuado por su drama. Para eso siempre hay que tratar de ir a la realidad. Una persona me dijo que lo que más le gustó de mi personaje fue que, con la mirada, llegaba a donde no lo hacían las piernas; eso me pareció hermoso”.

La película, filmada entre Buenos Aires y Tenerife, “nació en un barcito de Rosario”, confesó el director y, dijo, floreció en la búsqueda de escribir “algo más oscuro de lo que había hecho hasta el momento”. La distribución, a cargo de Warner Bros, le asegurará al film una circulación sin igual al llegar a casi doscientas salas del país, lo que llena de expectativa a los productores en la previa de un desembarco que los tendrá en varios países de Latinoamérica y en la propia España.

Una película pendiente

“¿Se puede disolver un cuerpo? ¿Es posible reducir un ser humano a la nada?”, se preguntaba Reynaldo Sietecase en lo que fuera su primera novela, Un crimen argentino (sobre el crimen de un empresario rosarino que se conoció como “el caso Sauan”), que alguna vez pasó por las manos de Pablo Echarri y provocó un interés formal. “Cuando leí esa novela me encantó y hablé con Reynaldo para filmarla. Iba a estar también involucrado Rodrigo (Grande) en el desarrollo pero después tomó otro rumbo que nos llevó a todos a un lugar que nadie quiso ir y quedó ahí. Siempre es algo que tengo en mi cabeza pero me gustaría construirla como yo quiero”, confió el actor para quien esta primera experiencia, como productor cinematográfico en Al Final del Túnel, puede ser el puntapié para embarcarse y “contar esa historia que es terriblemente oscura”.

Pensamiento y actitud política de los dos actores protagonistas

Parece difícil pensar a un artista escindido de pensamiento político, eso si acaso fuera posible. Mientras en el pasado reciente los que enunciaron sus ideales de país gozaron de la libertad que desde el Estado se les debe garantizar a todos por igual –aunque afrontaron el embate del poder mediático que los tildó de “artistas militantes” para descalificarlos–, hoy la realidad les da un peso distinto a las palabras que asumen recorridos un tanto más sinuosos. Consultados por cómo jugó en sus carreras la abierta simpatía política con el kirchnerismo, Leonardo Sbaraglia y Pablo Echarri expresaron lo siguiente:

“Es más difícil opinar ahora que hacerlo hace meses atrás, no hay duda. Cualquier cosa que hoy digas tiene más consecuencias que unos meses atrás.  Hay una especie de silencio conveniente. Pareciera ser que el consejo sería: «Te conviene no hablar», cosa que no han logrado conmigo al menos. Sí trato de no exponerme al punto tal porque lo que está sucediendo ahora es que algún periodista utiliza estos momentos para encontrarse con alguna expresión mía rutilante que pueda llegar a ser segmentada para exponer y crear una especie de polémica y apedreamiento. Estoy aprendiendo a no entregar títulos. Podría darte diez títulos de lo que creo, de lo que opino, de lo que está sucediendo pero creo que debo jugar el juego de una forma más inteligente. Pero, por supuesto, pienso todo de la misma forma que antes y más. Y sigo, de alguna forma, militando a mi manera. De todas formas, el perjuicio más grande sería callarme la boca por el orden de prioridades que yo le doy a las cosas. En ese orden está mucho más por delante mi rol como padre, ciudadano y hombre que quiere una clase de país determinado que el de actor o productor. El productor es apenas a lo que me dedico para subsistir y lo que amo hacer. Perjuicio sería tener que irme a mi casa sin poder opinar de lo que quiero” (Echarri).

“En el caso de gente que hace tanto tiempo que trabaja como yo no es definitorio, diferente es quien hace de su profesión una militancia. En mi caso son cosas separadas y unidas al mismo tiempo porque como actor tengo un montón de cosas que decidí no hacer porque confundían más que lo que aportaban. Siempre hay momentos en que, a través del arte, hay bajada de línea. Me pasó en los 90 cuando me ofrecieron películas que hablaban de la «reconciliación nacional» con los militares y decidí no participar. Paradójicamente a lo que se viene sabiendo de gente que echan por sus perfiles de Facebook, como actor tengo propuestas de todos los canales de Argentina. La madurez de un país debiera radicar en que cada uno pueda tener sus puntos de vista y sus ideas. Si yo fuera empresario querría a la persona que tiene principios y los huevos para defenderlos”. (Sbaraglia).

Comentarios