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Memoria

Un mural para que La Juli nunca se vaya de barrio Gráfico

Juntaron dinero para comprar pintura y dibujar el rostro de la chica frente a la placita, con la firma de todos sus amigos. Después del homicidio de Julieta Sosa, de 16 años, y de Diego Durán, de 17, los vecinos rinden homenaje a la adolescente.


Todos los días parecen domingo en barrio Gráfico. Desde que la mataron, el silencio ganó las calles, las esquinas quedaron vacías y en el aire se respira tristeza. “No hay más música, no hay más juntadas. No hay más nada”, explican los vecinos, los mismos que comenzaron a juntar dinero en un tarrito para que Julieta Sosa, de 16 años, no se vaya nunca del todo. El rostro luminoso de la adolescente contrasta con el barrio en luto. Es La Juli, que mira desde lo alto, ajena a lo que pasa. Está pintada en un mural. Está presente, pese a que su muerte, el domingo 20 de septiembre, detuvo el tiempo en barrio Gráfico.

Todavía no se sabe bien qué aprendió primero. Si a caminar, o a jugar a la pelota. Le decían Tulito, La Juli, Cholito. Tenía 16. Iba a la escuela, aprendía boxeo y reggaettón, se volvía loca por Central y nunca salía sin su moto. Pero su verdadera pasión era el fútbol. Jugaba de 10 y había ganado varios campeonatos. Para su familia era la alegría de la casa. En el barrio representaba el alma de los chicos de su edad.

“No sabés cómo jugaba al fútbol, perdonando la palabra, era un varón”, dice su papá Luis mientras muestra un carnet de la Asociación de Fútbol Infantil de Rosario con la foto de su hija: “Hace seis meses la llevé a probar para la selección. Yo le enseñé de chiquita. Estuve 24 años como director técnico de mujeres y ella venía desde los tres años. Acá, en esta placita, la conocían todos, de punta a punta. Todos la querían. Los chicos del barrio juntaron dinero y la dibujaron para tener la imagen de ella. Pusieron alcancías en los negocios y la gente dejaba 5, 10 pesos, lo que podían”.

El mural está ubicado frente a la plaza, al 8500 de Bernheim, una calle lateral al Mercado de Concentración de Fisherton, donde varios vecinos se ganan la vida como changarines. “Nosotros le decimos el playón. Antes, a esta hora del día, se llenaba de gente, había 20 o 30 personas. Y de noche nos juntábamos a escuchar música. Ahora está vacía. El barrio entero está en silencio”, dijo un adolescente. Y contó cómo era La Juli: “Muy fanática de Central, se volvía loca. Iba a la cancha, jugaba al fútbol re bien, mejor que yo”. Otros tres chicos en motocicleta coincidieron: “Era re piola. Bailaba y le ponía ganas a todo. Onda a todo. Le gustaban las motos. Se juntaba con nosotros y nos acompañaba a todos lados. Nos hacía la segunda, siempre. Jugaba re bien a la pelota. La venían a buscar de todos lados. Era la 10”, explicó un chico al que interpeló otro: “No era la 10. La única era”.

Dos inocentes asesinados

El domingo 20 de septiembre La Juli estaba en el primer cumpleaños de su sobrina. En un momento le pidió a su mamá que le guardara torta y salió a dar una vuelta con un amigo. Fueron a Santa Lucía, tomaron una gaseosa y cuando subieron a la moto para volver los atacaron a tiros desde otro rodado. La Policía secuestró una decena de vainas calibre 9 milímetros y contó tres frentes de viviendas acribillados. Uno de los plomos le entró en el pecho a Julieta Sosa. Tenía 16 años, uno menos que su amigo Diego Durán, que también murió.

Nadie dijo nada sobre los autores ni los móviles del doble crimen. La familia de Juli asegura que fue un error, que los plomos no eran para ellos. Otros rumorean que el blanco era Diego, que vivía unas diez cuadras más al fondo de Bernheim, en villa El Fantasma, y que los que dispararon fueron los mismos que días atrás habían baleado a su primo, todavía en silla de ruedas.

En la causa no figuran imputados ni detenidos. El fiscal Adrián Spelta fue anoticiado de que hace dos años, Julieta y otras chicas de entre 12 y 18 años fueron víctimas de un caso de violencia institucional que dejó a una menor internada y a tres policías de la seccional 14º procesados. Ese hecho de agosto de 2013 llevó a Juli, todavía niña, a buscar asesoramiento en el local del Movimiento Evita del barrio. “Vino muy asustada con los papás y acompañamos la denuncia por la gravedad del caso, que había dejado a una chica en estado de coma en el Carrasco. Juli sostuvo la denuncia e hizo un gran acompañamiento. Gracias a ella se pudo identificar a los policías que cometieron los apremios. Cuando me enteré de que la mataron me presenté en la Fiscalía y le dejé copias a Spelta. Dijo que iba a investigar”, relató Alejandra Fedele, del Movimiento Evita, que recordó que a Juli “la quería todo el mundo. No tenía historia con nadie, al contrario, siempre trataba de calmar los ánimos en el barrio”.

Sin palabras

“Desde que mataron a mi hija estamos destrozados. No tengo palabras para hablar. Que se haga justicia, nada más”, dice Juana, de 57 años, asomada a la vereda de la misma casita humilde en la que nació Julieta y sus hermanos, cinco varones y tres mujeres. “Si querés preguntá en el barrio quién era mi hija. Los vecinos le están pintando un mural. Todo el barrio colaboró. Yo no tengo palabras para hablar. Lo único que te puede decir es que estaba festejando el añito de mi nieta, ella me dijo «guardame un pedazo de torta que voy a dar una vuelta y vengo» y no la vi más. Se que con un amigo entraron al barrio Santa Lucía, que tomaron una gaseosa y que cuando quisieron volver les dispararon. Una sola bala le dio en el corazón. Fue una equivocación terrible. Mataron a dos inocentes. Es la primera vez que nos pasa algo así, un golpe tan fuerte”.

“Juli era muy activa. Le gustaba ir a la escuela, después se iba a jugar al fútbol. Si no estaba con la pelota estudiaba reggaetón. Y si no tomaba clases de boxeo. Era muy alegre. Siempre estaba contenta”, agrega uno de sus hermanos mientras que otro asiste con la cabeza y aclara que por ahora no puede hablar.

A los pesares se suma el de Luis, que se quedó sin trabajo por un accidente en los meniscos después de trabajar 40 años para Coca Cola. “No estamos jubilados. El mes que viene cumplo 63 y ando buscando trabajo. Estamos todos muy tristes. Sobre todo mi mujer. Mi hija era una chica sana, como le enseñé yo, que soy el padre. No sabemos qué es lo que pasó. Pero no quiero que esto le pase más a ningún otro chico. Es algo increíble para mí. Estoy agradecido con la gente del barrio. Hay un silencio terrible y mucho respeto”, dice mientras se acerca una señora a expresar su tristeza y unos chicos muestran la leyenda que le escribieron a su amiga para pintar en grande en el mural: “La tristeza de haberte perdido no borrará la alegría de haberte conocido”.

Protesta y represión

El lunes pasado, unos 60 vecinos de barrio Gráfico se concentraron en Wilde y Mendoza para exigir el esclarecimiento del doble crimen. Algunos intercambios de palabras con efectivos de la subcomisaría 22ª y del Comando Radioeléctrico terminaron en una brutal represión policial, según denunciaron en la Fiscalía al día siguiente. Más de 20 detenidos, en su mayoría menores de edad, fueron golpeados antes y después del ingreso a la seccional 17º. Entre las víctimas había chicos, mujeres embarazadas y familiares de Julieta Sosa. Esa fue la única respuesta de las autoridades que recibieron sus allegados, ya que por el asesinato de dos jóvenes de 16 y 17 años no hay sospechosos ni detenidos. Tampoco saben por qué los dos chicos fueron asesinados.

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