Coronavirus

Crónicas de cuarentena

Un mundo con TOC: también así asoma la pospandemia que dejará el coronavirus

El mundo del después muestra una excesiva preocupación por el cuidado de uno mismo, evitando el contacto con los demás por temor, con comportamientos casi compulsivos: no tocar, no acercarse, lavarse las manos, usar máscaras y guantes... No resultará fácil conectar con el espíritu humano


Elisa Bearzotti

Especial para El Ciudadano

Muchas veces, al enfrentarnos a un estrés excesivo, hemos gritado: “¡Quiero parar el mundo!”. Sí, la quintaesencia del sueño medioburgués incluye imágenes de playas paradisíacas con palmeras, aguas calmas y hamacas siempre vacías a la espera de ser colmadas con nuestra presencia. Las expectativas del ser humano esclavizado por el extenso horario laboral y las rutinas extenuantes pasan por el deseo ambiguo de bajarse del carrusel y llenar el vacío existencial con actividades nuevas, deportes extremos, experiencias que discontinúen el agobio de las tareas repetitivas y permitan abrir un nuevo, aunque frágil, panorama.

Como en un mal sueño, de esos que comienzan en tonos rosas pero derivan en la desfigurada cara del Joker riendo burlón sobre una piedra, la pandemia de coronavirus vino a proveernos de una parte de ese imaginario, pero mucho más oscuro, un decorado en letras escarlata sobre fondo negro.

El mundo se paró, el tiempo se adormeció, la rutina se desarmó, pero nada de eso era el Paraíso. Ahora el planeta se echó a rodar nuevamente y ya se empiezan a sentir los efectos de la borrachera de consumo y la descontrolada fiesta capitalista. Hoy, todos los ámbitos de la vida se ven interpelados por una nueva dialéctica cargada de ritos y pequeños detalles que, con su sesgo repetitivo, buscan apuntalar la conciencia de sentirnos a salvo.

Algunos expertos ya señalan varios cambios que han venido para quedarse. Maribel Rodríguez, vicepresidenta del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) indica que la “nueva normalidad” incluirá acciones como la aplicación de test antes de abordar un avión y al momento de arribar a un destino; distanciamiento social en terminales aéreas, en salas de espera y durante el embarque, así como el uso de máscaras a bordo y acciones de limpieza intensivas. Estas medidas se combinarán con el rastreo de contactos a través de una aplicación móvil, que permitirá que los vuelos salgan de los aeropuertos sin Covid-19. “Los hoteles tendrán medidas para garantizar estándares de limpieza y seguridad para los huéspedes que incluirán limitar la interacción con el personal, el uso de toallas a base de alcohol, estaciones desinfectantes para manos, distanciamiento en ascensores, gimnasios, restaurantes, buffets y el pago exclusivo por medios electrónicos en lugar de efectivo”, agrega.

Este último dato informa que la digitalización es una situación que ya no tendrá vuelta atrás, acelerando un proceso de transformación que se venía dando pero que sufrió un avance exponencial en estos últimos 80 días. Tanto la banca como la educación están asumiendo que el “cara a cara” no resulta tan imprescindible, y promoverán el vínculo con los destinatarios mediante las tecnologías informáticas. Es indudable que esto generará, al menos en principio, una importante brecha social debido a la dificultad de acceso de gran parte de la población, ya sea por desconocimiento, falta de oportunidades o imposibilidad de adquirir los dispositivos necesarios.

También los aspectos cotidianos se verán modificados. La nueva arquitectura seguramente propondrá viviendas más automatizadas, incorporando módulos de reconocimiento facial y dispositivos portátiles para abrir puertas y ascensores sin tocar nada, y se hará más hincapié en el diseño del espacio exterior, que demostró ser de gran ayuda para descomprimir las viviendas y brindar un marco de placidez en los momentos de angustia. En cuanto al transporte, se evidencia un mayor uso del vehículo privado en detrimento del transporte público, una elección cuestionable en términos ecológicos y urbanísticos, pero justificada por el temor al contagio.

Si miramos la industria del entretenimiento, se puede decir que los grandes ganadores fueron los proveedores de contenido digital. Las evidencias indican que el cine, los conciertos, el fútbol y todo tipo de espectáculo masivo tardará mucho tiempo en recuperarse. La desconfianza que la gente experimentó en relación al contacto con el otro ha dejado una huella psicológica que, aseguran los expertos, tardará en desvanecerse.

Lamentablemente, esta desconfianza podría verse reflejada también en las relaciones internacionales. Así lo entiende Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, quien considera que ese “sálvese quien pueda” expresado por algunos para acaparar mascarillas y alcohol en gel, o señalar a sus vecinos como chivos expiatorios “hace temer que la pandemia pueda hacer más profundas las grietas que ya existían entre los países, donde generalmente se anteponen las relaciones de fuerza al interés general, provocando una regresión generalizada”.

Pareciera que el mundo del después muestra una excesiva preocupación por el cuidado de uno mismo, evitando el contacto con los demás por temor a contagios, con una agudización y normalización de comportamientos casi compulsivos: no tocar, no acercarse, lavarse las manos frecuentemente, usar elementos protectores como máscaras y guantes, regulación habitual de dispositivos de control. En definitiva, se viene asomando un mundo con TOC (trastorno obsesivo compulsivo), irracional y ritualista, donde no resultará fácil conectar con el espíritu humano.

Se me ocurre que, en un mundo así lo único que podría aportar algo de coherencia es lo que sugiere el Principito: cultivar nuestra rosa, amar su esencia hasta el final y esparcir su aroma a nuestro alrededor. Sería un sutil modo de reconocernos, de enamorarnos de nuestra peculiaridad y de continuar el camino más allá de todos los temores, descifrando sin certezas la increíble aventura de la vida.

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