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Un fabuloso mundo bajo tierra con un sistema ferroviario para esclavxs en fuga

Con ese punto de partida fantástico, “El tren subterráneo”, creada por Barry Jenkins, ganador de un Oscar por “Moonlight”, se propone como una serie con un clima mágico que jamás estará reñido con la cruda comprobación histórica de la barbarie esclavista norteamericana


Especial para El Ciudadano

El tren subterráneo, producida por Amazon, marca el ingreso de Barry Jenkins (Moonlight) al terreno de las series. Se trata de una adaptación de la novela homónima de Colson Whitehead, y supone una singular mirada a la esclavitud en una Norteamérica aún dividida entre el norte y el sur.

Una de las principales singularidades de esta serie radica en el modo elegido para abordar el  contexto histórico y los hechos que allí suceden. Hay una suerte de extrañamiento que hace desbordar la datación histórica en la siempre discutible figura de un acontecimiento ya pasado, cerrado y superado. Se trata aquí, principalmente, de la misma existencia del “tren subterráneo” como un inaudito y anacrónico dispositivo de fuga real.

Si la idea de ese tren, convertido quizás en mito, era una metáfora de un sistema de fuga de esclavxs negrxs que adoptaba una terminología ferroviaria para nombrar a quienes integraban su organización y a sus medios, Barry Jenkins lo convierte en una maquinaria real; mágica, pero existente.

El complejo y alucinado sistema de vías subterráneas y estaciones, aquí existe en su literalidad. Hay todo un mundo bajo tierra, con accesos ocultos, en el que un sistema ferroviario de corte onírico opera para gestionar el escape de esclavos y esclavas en fuga.

Ya ese punto de partida fantástico, develado al final del primer episodio, dota a la serie de un clima mágico que jamás estará reñido con la cruda comprobación histórica de la barbarie esclavista norteamericana, pero que asímismo la desborda para superar la peligrosa fijeza de la idea de progreso, y hablar así al presente atravesando capas de tiempo, como cuando en repetidas veces los personajes son retratados mirando fijamente a cámara, es decir, a nosotrxs, espectadorxs, desarmando la cristalización historicista para abrir las imágenes desde su faz anacrónica.

Así, abriéndose desde lo mágico, todo ese mundo es el pasado, pero a su vez no lo es. Un anacronismo sutil parece operar permanentemente sin llegar a negar el abordaje histórico.

Desde una posible ucronía a una pesadillezca distopía

Este extrañamiento es profundizado en los primeros tres episodios, en los cuales comienza a narrarse la terrible fuga de Cora. Viajando a través de esa red, la fugitiva va de estado en estado en esa Norteamérica previa a la guerra civil, descubriendo en cada uno nuevas y brutales formas de violencia racista bajo hipócritas proclamas democráticas.

Cada estancia en cada estado es una pesadilla diversa y singular. Donde parece brillar una tenue luz de esperanza, de inmediato se revela el brutal trasfondo de la misma oscuridad.

Aquí la serie, por momentos, hace dudar fecunda y conscientemente de la veracidad de su abordaje histórico. ¿Se trata entonces de una suerte de ucronía?, ¿se trata ahora de una reinvención del pasado esclavista norteamericano? La atmósfera algo enrarecida y lo impensable de la violencia parecen abonar esa idea, acercándose quizás en ciertos puntos desde la ucronía a la pesadillezca distopía de El cuento de la criada.

Pero sólo puede emerger la duda, suspendida incómodamente en ese punto. Porque desde ya, ¿por qué inventar fantasías allí dónde la brutalidad se manifestó y se manifiesta concretamente en sus más variadas y miserables formas?

Un viaje tan palpable como onírico

Ese gesto no es nada menor, es por el contrario el portador de la mayor potencia de la serie. El modo fluido en que Jenkins articula los elementos fantásticos con el dato histórico desnaturaliza la representación de esa violencia haciendo que el espectador se pregunte acerca de su posibilidad. La historia, así, desmantela su linealidad para volverse algo anacrónica.

Es de ese modo que El tren subterráneo interpela y nos sumerge progresivamente en un viaje tan palpable como onírico, deslizándonos en una atmósfera suspendida que incluso desafía las exigencias del formato habitual de las series.

No hay jamás un giro inesperado. No hay “ganchos” al final de cada episodio. El formato desoye radicalmente el llamado a la maratón serial. Si el relato absorbe, no lo hace a costa de revelaciones forzadas o irrupciones inesperadas en la intriga, sino en función de una construcción minuciosa de movimientos y figuras, tiempos aletargados y contemplaciones.

El detallismo preciosista de la imagen roza, quizás por momentos, el exceso, pero la mayoría del tiempo deslumbra y magnetiza con una poética que alcanza al sueño sin abandonar la vigilia. Tal ha sido la inusual apuesta de Barry Jenkins, y el resultado es un logro, una rareza en el mundo de las series.

El peligro de seguir siendo oprimidxs

Cabe destacar también que tras los tres primeros episodios, en los que se percibe la amenaza de una estructura que se agotaría rápidamente (cada episodio, un estado), El tren subterráneo gira sin aspavientos hacia otros terrenos, se focaliza más en los personajes y se abandona a tiempos suspendidos en detalles mínimos, agrega aspectos de la historia, vuelve o se desvía, incluso se detiene.

La mayoría de los capítulos tiene una duración de una hora, pero hay uno que dura 40 y otro apenas 17, sólo lo requerido por la capa del relato abordada.

El tren subterráneo funciona lenta y poderosamente de modo acumulativo. Capítulo a capítulo la fuga de Cora se hace carne, y el escape a un sitio mejor, más allá de la entereza y de la esperanza, parece volverse imposible. No hay otro lugar adonde ir, pero quizás tampoco haya otro tiempo.

El sutil anacronismo de El tren nocturno desborda distinciones tajantes entre pasados y presentes. La “Historia” aquí no es la comprobación supuestamente fiel de los hechos ocurridos, sino que se asemeja a ese relampaguear postulado por Walter Benjamin: esa imagen del pasado que aparece en un momento de peligro, el peligro de seguir siendo oprimidxs por las élites dominantes.

El tren subterráneo / Amazon / 1era. Temporada

Creador, director: Barry Jenkins

Elenco: Thuso Mbedu, Joel Edgerton, Chase W. Dillon, Aaron Pierre, Jared Warren

 

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