Ciudad

la lucha por la identidad

Un largo camino para ser Alejandro

Alejandro Burgos es Alejandro desde hace casi tres años, pero pasaron más de 40 hasta que lo pudo poner en palabras y explicarles a sus hijas que mamá “siempre se había sentido hombre”. “El día que me muera quería hacerlo como yo me siento”, reafirma.


Hace tres años que Alejandro Burgos logró que en su documento figurara este nombre, el que su identidad sexual le reclamaba.

“Pensé que cuando mis hijas fueran grandes podría lograr lo que siempre deseé: ser hombre. No lo conté antes porque tenía miedo que se avergonzaran con sus compañeros del colegio. El día que me muera quiero hacerlo como yo me siento”, contó. Pasaron más de 40 años hasta que lo pudo poner en palabras y explicarles a sus hijas que mamá “siempre se había sentido hombre”. Cuando les contó, hace tres años, Jenifer tenía 22 años, María Emilia 19, Noelia 17 y Sabrina 12.

A Alejandro nunca le gustaron los libros y sus padres le advirtieron que si no quería seguir estudiando se tenía que buscar un trabajo. Terminó la primaria y a los 13 años le dieron un empleo en una fábrica de zapatos. Allí aprendió el oficio.

Fue en Buenos Aires, donde vivió hasta hace 15 años. Lo crió su abuela paterna, que murió cuando comenzaba su adolescencia.

Durante varios años pasó por diferentes trabajos hasta que se quedó sin empleo. No consiguió más y decidió instalarse en Rosario.

Alejandro pateó la ciudad en busca de un trabajo pero se le hizo cuesta arriba. No tuvo suerte y decidió comenzar el oficio de panificación. Después de aprender el ABC de la panadería, agarró su bicicleta, una corneta y comenzó a vender pan casero, con chicharrón, rosquitas y facturas. Eso lo hizo durante un largo tiempo de domingo a domingo hasta que un empleado del dispensario donde concurría le avisó que la Municipalidad, a través de un decreto, incorporaría anualmente a su planta de trabajo a cinco personas trans. Allí fue Alejandro a inscribirse.

El día D

El 26 de junio pasado Alejandro recibió un llamado desde el área de Diversidad Sexual de la Municipalidad. Del otro lado del teléfono una voz femenina lo felicitó y le avisó que iba a trabajar en el puesto de «ordenanza» en el Palacio de los Leones.

Desde hace pocos días cinco personas trans son empleadas municipales.

“Me agarraron desprevenido y me avisaron que había sido seleccionado. Mis hijas, que estaban conmigo en ese momento, saltaban, me abrazaban y lloraban conmigo. Se pusieron muy contentas porque después de golpear tantas puertas se me presentó la oportunidad de un trabajo estable. No podía creerlo”, relató.

“Pasé por varias entrevistas pero nunca imaginé que iba a quedar en el puesto. Se inscribieron más de 60 personas. Y entre medio de las encuentros me llamaron para trabajar en una empresa de seguridad. Hasta me hice los análisis psicofísicos”, detalló.

Desde hace poco más de una semana, Alejandro comenzó a trabajar y contó que tuvo buena aceptación y trato por parte de sus compañeros de trabajo.

La ruta hacia la masculinidad

Lo primero que hizo Alejandro fue aceptarse a sí mismo. En el centro de salud al que concurría, Juana Azurduy, en Fraga 1080 bis, comenzó el camino a la transformación como hombre. Allí habló con su médico de cabecera y le consultó sobre un tratamiento hormonal para reafirmar su género como varón. Luego de una serie de análisis, terapias y con su identidad autopercibida en su documento, el aroma varonil se apoderó de su cuerpo.

“Cuando le conté a mis hijas, estábamos en la casa de la mayor. Ellas siempre supieron pero nunca habíamos hablado del tema. Las chicas me dijeron que hiciera lo que sintiera y que siempre iban a estar conmigo. Me apoyaron desde un principio”, describió.

Alejandro hace años que viene haciendo su camino para ser quien es y asegura que “se sacó una gran mochila de encima”.

Mucho por hacer

Alejandro está terminando el secundario en una Eempa. En matemática es muy buen alumno y sus notas lo demuestran. No quiere presagiar a futuro pero confiesa que le gusta la carrera de Ciencias Económicas, los números lo pueden.

Otra realidad es posible

Alejandro vive con dos de sus cuatro hijas en barrio Empalme Graneros y busca mudarse a una casa más cómoda. También quiere conocer la ciudad de Burgos, en España, la tierra de sus ancestros. Y para terminar de completar su transformación como hombre no descarta realizarse la cirugía de reasignación de sexo.

Alejandro no busca el amor pero sí le gustaría encontrar a alguien con quien compartir sus días.

“El mensaje que puedo darles a quienes tienen miedo de decir lo que realmente sienten es que busquen apoyo en personas confiables, que no se cierren, que se abran, que no tengan miedo al rechazo porque los tiempos cambiaron. Porque en definitiva, el que más sufre es uno”, remarcó Alejandro.

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