Espectáculos

Un hombre en el laberinto del vínculo entre padre-hijo

"El mal del sauce” es un relato con fuerte anclaje onírico donde destacan su atractiva estética y riesgo formal.

Hay momentos en El mal del sauce, atmósferas, acercamientos a un objetivo, encuadres que buscan el protagonismo del fuera de campo que remiten al cine de Nicolás Sarquís, el realizador que generó una fuerte identidad con un lenguaje difícil de emparentar con el de otros colegas y aun con el del cine argentino en general. Depende cómo se las mire, las influencias suelen ser beneficiosas o estigmatizadoras; en este caso, el de El mal del sauce, ópera prima en la dirección de una obra de ficción de Sebastián Sarquís, hijo de Nicolás, resulta con un indicador más que positivo, porque a esos recursos con los que tal vez Sebastián se identificó tempranamente –en su trayectoria pueden verse varias colaboraciones con su padre desde la producción–, agrega otros de cosecha propia a un relato de intensa peripecia imaginativa que apuesta a la búsqueda de rigor estético y al riesgo, cuestiones no tan habituales en el cine nacional de los últimos años, más afecto a fórmulas de guión sin resquicio y a estéticas convencionales que le permitan fantasear con reconfortantes resultados de taquilla.
La historia de El mal del sauce es pequeña y se centra en un hombre presa de un secuestro que vive su calvario en un paraje isleño o ribereño –los datos del contexto no son certeros ni importa que lo sean– acometido por situaciones que oscilan entre las alucinaciones que producen la tensión y la soledad, y la lectura de Cartas al padre, el libro de Franz Kafka que encuentra en una biblioteca con signos de abandono en la casa, o rancho, donde padece su martirio.

Jean Pierre Noher interpreta con riqueza de marices al hombre secuestrado

La inmersión en ese mundo alejado al menos de la civilización cotidiana, va desarrollándose como una mirada que intenta reconocer un lugar, casi en sintonía con la actitud de Franco, el secuestrado, cuya conciencia se desprende de una confusión inicial –no sabe dónde esté ni como llegó allí– a partir de la curiosidad y el temor que lo lleva a indagar –luego de desprenderse de sus ligaduras– que hay más allá de los límites de esa casa donde fue confinado.
Leves movimientos de traslación de cámara surgidos de encuadres que se posan en los elementos naturales con perspicacia lúdica, van perfilando el cuadro de situación: Un hombre en su laberinto que irá desgajando el doloroso vínculo que lo une a su hijo a través de instancias que fluctúan entre una realidad aparente y una ensoñación que se vuelve cada vez más opresiva. En esa relación padre-hijo, Sarquís hace respirar los objetivos primordiales de su relato, una línea que atraviesa afectos ambiguos y sitúa en un terreno incierto la presencia del hijo en ese paraje, quien dice a su padre secuestrado que no encontró mejor ardid para moverse libremente que hacer creer a los captores que él no es el hijo de la víctima.
En paralelo y como para ilustrar el lado “real” del asunto, algunos detectives policíacos esperan junto a la mujer de Franco las llamadas de los secuestradores y en esos pasajes se develará alguno de los enigmas que rodean el peregrinaje en espiral del hombre privado de su libertad.
Hay en El mal del sauce un imperceptible velo que cubre fragmentos del acontecer real y que produce un interesante efecto metafórico; casi por elevación se irán moldeando esos fragmentos para ir tejiendo el conjunto de la historia y, aun así, habrá partes que dispararán sentidos más amplios, pasibles hasta de relaciones en oposición. Sarquís eligió transitar la escisión de las presencias para dar al relato la fuerza de lo que acecha: un feroz perro guardián de quien se escuchan los ladridos; un sonido que envuelve, matiza y dispara a veces sensaciones inesperadas, el mismo hijo que se acerca subrepticiamente y cobra un carácter indeleble. Y no menos crucial, el señero libro Cartas al padre, del que Franco lee párrafos, escribe en sus márgenes y el que le dispara algunos de los pensamientos con que trata de explicarse el naufragio de la relación con su hijo.  Así, formalmente con reminiscencias formales del cine de su padre, el realizador aporta audacia y creatividad para el inicio de un camino prometedor.

Comentarios