Opinión

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Un golpe blando con la mira en el ministro de Seguridad Sergio Berni

¿Qué hay detrás de la protesta? ¿Por qué le apuntaron a Berni? Es evidente que la legitimidad del reclamo validó una respuesta solidaria por buena parte de la sociedad bonaerense. Pero también quedó claro el modus operandi de un sector que se subió a la demanda para desgastar al ministro


 

Por Mauro Federico/ puenteaereodigital

 

Sectores minoritarios de la policía bonaerense transformaron un legítimo reclamo por mejores condiciones laborales en un conato sedicioso sin precedentes, apoyado por dirigentes con llegada directa a la Embajada de los Estados Unidos. Para algunos, se trató de otro paso en la escalada del “golpe blando” que vienen gestando los grupos económicos preocupados por el avance de un gobierno dispuesto a avanzar en pos de una mayor distribución de la riqueza. Sin embargo, otros consideran que fue un intento por interponer obstáculos en la carrera del hoy ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires Sergio Berni, la carta que Cristina Kirchner prepara para confrontar al modelo neoliberal utilizando el mismo discurso de la derecha en la trinchera donde se parapetan con mayor fortaleza: el irresuelto problema de la inseguridad. Pasen y lean.

 

“En una antigua casa en el este de Boston, un señor mayor algo encorvado examina unas raras orquídeas en su oficina. Un perro labrador está echado a sus pies entre montones de ensayos académicos. Parece mentira que ese hombre, de apariencia tan indefensa, sea el estratega detrás de los derrocamientos de varios gobiernos dictatoriales”. Así comienza la crónica del periodista inglés Ruaridh Arrow publicada hace nueve años en la que presenta al protagonista de su trabajo documental: Cómo comenzar una revolución.

El personaje de marras es Gene Sharp, un experto en “revoluciones no violentas” fallecido en 2018 pero cuya obra aún genera debates entre los cientistas políticos más destacados del mundo. ¿Se trata de otro teórico de la revolución o estamos en presencia del autor intelectual de los llamados “golpes blandos” perpetrados en países administrados por gobiernos de corte populista?

La organización creada por Sharp —la “Albert Einstein Institution”, cuya sede se encuentra en la planta alta de su domicilio— siempre fue señalada como una de las tantas organizaciones de fachada de la Agencia de Inteligencia norteamericana (CIA). Desde esa “fundación” se han tejido buena parte de las llamadas revoluciones de color (naranja, rosa, etc.), o las denominadas “primaveras árabes”, que tienen su expresión en naciones como Siria y Egipto. Además de Jamila Raqib que cumple el rol de directora ejecutiva y mano derecha de Sharp, el instituto cuenta en su staff con Robert “Bob” Helvey, un coronel retirado del ejército de los Estados Unidos.

El manual “La política de la acción no violenta” ha guiado desde hace más de 20 años los pasos de la CIA para desestabilizar y derrocar gobiernos “poco amigables” para los Estados Unidos. A tales fines, recomienda cinco pasos para instrumentar el “Golpe blando”, y evitar así la inmediata indignación internacional.

1- Promover acciones no violentas para generar y promocionar un clima de malestar en la sociedad, destacando entre ellas denuncias de corrupción y divulgación de falsos rumores (“van a liberar a todos los presos kirchneristas”, “buscan la impunidad”).

2- Armar campañas en “defensa de la libertad de prensa y de los derechos humanos”, acompañadas de acusaciones de totalitarismo contra el gobierno en el poder (“Estamos gobernados por una infectadura totalitaria”).

3- Impulsar reivindicaciones políticas y sociales para que promueva manifestaciones y protestas violentas, amenazando las instituciones (anticuarentenas, revuelta policial)

4- Operaciones de guerra psicológica y desestabilización del gobierno, creando un clima de “ingobernabilidad” (paralización del Congreso, “separatismo” de provincias y municipios)

5- Forzar la renuncia del presidente de turno, mediante revueltas callejeras para controlar las instituciones, mientras se mantiene la presión en la calle. Paralelamente, se prepara el terreno para una intervención militar, mientras se desarrolla una guerra civil prolongada y se logra el aislamiento internacional del país (“Alberto no gobierna”, “Cristina quiere un 45”).

La guerra psicológica

Según el analista francés Thierry Meyssan “para montar la conspiración la CIA usa como vitrina ideológica la Albert Einstein Institution, que intermedia para el financiamiento, organización, propaganda y demás recursos golpistas”. Dentro de las medidas aplicadas por la CIA contra los gobiernos “enemigos” se destacan el desarrollo de operaciones de guerra psicológica y acciones armadas desde dentro para obligar a estos a tomar medidas represivas. En ese momento se impulsan las campañas de rumores entre fuerzas militares y tratan de desmoralizar los organismos de seguridad, para crear un clima de ingobernabilidad que obligue a dimitir al gobierno.

Meyssan ubica la aparición de las primeras estrategias de golpe blando durante el golpe de Estado en Irán de 1953, cuando la CIA contrató manifestantes para que organizaran protestas callejeras en Teherán, hecho que llevó a la caída de presidente nacionalista Mohammed Mossadegh, en el marco de la llamada “Operación Ajax”. El especialista sostiene que el método ha sido perfeccionado por la agencia desde las protestas de la Plaza de Tiananmén en 1989. Inacio Lula Da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, Nicolás Maduro en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua, fueron víctimas de la estrategia del “golpe suave”, que también se ha registrado en Honduras, Paraguay y Bolivia.

Berni en la mira

En el living del programa Informados de Todo, por América TV el capitán retirado de la policía bonaerense Mariano Díaz contestaba las preguntas del conductor Guillermo Andino, tras las medidas de fuerza que protagonizó junto a un grupo de no más de tres mil efectivos —en su gran mayoría personal que ya no cumple funciones— en las que efectuaron violentas manifestaciones con móviles policiales frente a las residencias de Axel Kicillof, en La Plata y de Alberto Fernández, en Olivos.

La pregunta del periodista apuntó directamente a la gravedad institucional del episodio. El efectivo —retirado de la fuerza tras haber sido responsable de organizar un motín en 2014— no dudó en apuntar contra el ministro de Seguridad bonaerense a la hora de señalar al responsable de la situación que supuestamente motivó la revuelta. “Nosotros respetamos la investidura del gobernador y la del presidente, pero no le tenemos ningún respeto a Berni, porque nunca nos escuchó ni se puso en el lugar de los policías que arriesgamos nuestras vidas para proteger a la comunidad”, afirmó Díaz durante la entrevista.

La medida había comenzado el lunes en Adrogué y se había extendido a otros centros de concentración policial, como La Plata o Puente 12, donde se llevaron a cabo varias asambleas. El trasfondo legítimo del reclamo estuvo centrado en la postergación que acarrea el escalafón de la fuerza desde hace varios años y que se profundizó entre 2015 y 2019, período durante el cual se congeló el valor de las horas CORES (adicionales) y se atrasó el sueldo en un treinta por ciento.

Desde el primer momento, Berni se puso al frente de una negociación que no tenía interlocutores claros, pues del otro lado aparecían como “mediadores” personajes que poco tienen que ver con la fuerza. Ni el anticipo de una recomposición salarial efectuado por el ministro y el jefe de Gabinete en conferencia de prensa tras la tensa madrugada frente a la casa del gobernador frenaron el accionar del grupo sedicioso, que persistió en la protesta y elevó el tono a punto de sitiar al día siguiente la residencia presidencial de Olivos con móviles policiales.

Llamó la atención que en la noche del miércoles se presentara en la concentración de Puente 12 el ex candidato presidencial José Luis Espert, hombre de fluido contacto con la embajada norteamericana y, curiosamente, de discurso muy crítico contra todo lo que representa el sector público, del que la policía forma parte. “Habría que despedir gradualmente a millones de empleados estatales ñoquis, prohibir el derecho de huelga en la educación y desterrar el estatuto docente”, se cansó de repetir Espert durante la campaña del año pasado.

Berni fue confirmado en su cargo por el gobernador luego de superada la crisis. Instantes después de anunciado el aumento —que llevó el ingreso de bolsillo promedio de un oficial que ingresa al escalafón de 35 mil a casi 60 mil pesos— ambos chocaron los codos y las protestas se levantaron. Sin embargo, el fantasma amenazante de los “rebeldes” se mantuvo. “Hasta que nos garanticen que ningún policía va a ser sancionado, nosotros mantendremos el estado de alerta”, amenazó Díaz en los medios. Para entonces ya muchos le habían sacado “la ficha” al ex capitán como militante del PRO de Esteban Echeverría. “Tengo mi ideología, pero no formo parte de ningún partido”, desmintió a pesar de los afiches que lo muestran participando de la campaña de Juntos por el Cambio durante el año pasado.

¿Qué hay detrás de la protesta? ¿Por qué le apuntaron a Berni? Es evidente que la legitimidad del reclamo validó una respuesta solidaria por buena parte de la sociedad bonaerense, que acompañó las reivindicaciones. Pero también quedó claro el modus operandi de un sector que se subió a la demanda con fines especulativos para desgastar la gestión del ministro de Seguridad.

Cada vez que se lo preguntan, Berni responde sin dudar: “Yo respondo en la línea de mando al gobernador, pero mi jefa política es Cristina”. Varios analistas coinciden en que lo ocurrido esta semana fue un tiro por elevación a la vicepresidenta, una de las estrategas más brillantes de la política argentina. Cristina Fernández de Kichner sabe que los próximos dos años no serán fáciles y que es necesario apuntalar dirigentes que puedan constituirse en alternativas dentro del espacio del Frente de Todos para consolidar el proyecto iniciado tras el triunfo de octubre pasado.

La centroderecha se está reacomodando y la figura de dirigentes como Horacio Rodríguez Larreta o la propia María Eugenia Vidal empiezan a perfilarse como referencias difíciles de eludir a la hora de armar listas para las próximas disputas electorales. Aunque parezca difícil de imaginar, a uno y otro lado de la grieta ya se está pensando en el 2021 y, con mayor perspectiva, en el 2023. Y en ese ejercicio imaginativo, la figura de Berni emerge como una alternativa distinta dentro del FdT.

“Sergio es el único que puede correr a la derecha con los temas de seguridad porque la sociedad lo identifica como un funcionario que pone el cuerpo para pelearle a la delincuencia y ese tema va a ser muy importante durante la campaña”, aseguró un dirigente de la provincia de Buenos Aires que dialoga permanentemente con el ministro. ¿Será Berni la figura en la que está pensando CFK para confrontar con la oposición en los procesos electorales venideros?

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