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Festival de Mar del Plata

Un Gaspar Noé desconocido deslumbró a quienes asistieron al estreno de “Vortex”, su última película

El realizador de "Irreversible" plantea la idea de separación y la lleva al extremo a partir de la historia de un matrimonio de octogenarios interpretados por el director italiano Dario Argento y Francoise Lebrun, cuyos personajes padecen problemas cardíacos y Alzheimer, respectivamente


Cuando se anuncia una nueva película de Gaspar Noé, se espera sexo, drogas e imágenes brutales, algo a lo que el eterno enfant terrible del cine francés contemporáneo le escapa en Vortex, una película impactante por su sencilla crudeza y que se erige como una de las joyas de la presente edición del Festival de Cine de Mar del Plata, donde se ve luego de su premiere mundial en Cannes.

También se proyectó en la Competencia Internacional del certamen el film ítalo-argentina Re Granchio, de Matteo Zoppis y Alessio Rigo de Righi, que hipnotizó al público en su primer pase en el Auditorium.

Tras su paso por Cannes, era poco esperable que la última película del director de Irreversible apareciera en el catálogo de la edición 36ª del único festival categoría A de América latina,  que este año retomó la presencialidad con modalidad mixta, pero fue una carambola a tres bandas la que no sólo consiguió su proyección, sino también la presencia del Noé para presentarla este viernes en la sala de proyección.

Según sus propias palabras, al enterarse de que la apertura iba a estar a cargo de Tres a la deriva en el acto creativo, film póstumo de Fernando Pino Solanas en el que participa su padre, Yuyo Noé, el realizador de Love pidió estar presente para acompañar a su progenitor y, arrobado por el impulso, ofreció Vortex a los programadores del festival.

Las ganas eran tales que la función se retrasó media hora porque, obsesivo, Noé estuvo sincronizando los subtítulos al español hasta el último minuto para que estuviera en un español argentino y no con los presentados en San Sebastián.

Aplaudido a rabiar por una sala repleta de jóvenes, el cineasta advirtió: “Prepárense para llorar”. Y no fue para menos. Si en Irreversible deslumbró con sus planos secuencia cámara en mano y en Enter The Void con su cenitales, en Vortex echó mano al recurso de la pantalla partida en dos en todo momento: ya sea para la misma escena como para escenas en las que los protagonistas están en diferentes lugares.

Esta idea de separación la lleva al extremo con este matrimonio de octogenarios interpretados de forma maravillosa por el director italiano Dario Argento y Francoise Lebrun, cuyos personajes padecen problemas cardíacos y Alzheimer, respectivamente.

“La vida es como vivir en un sueño dentro de un sueño”, comentan entre sí los personajes, como una manera de decir que están atrapados y sin control de sí mismos. Perdidos, con sus enfermedades y los achaques de la edad, deambulan delante de la cámara; errante profesional de la pluma él, psiquiatra ella, ven el ocaso de su vida siendo perfectos mortales.

La muerte los rodea. Un locutor de radio se pregunta por qué en Occidente se intenta esconder el fin de la vida, en contraposición con Oriente, cuyo trato es cotidiano desde que uno nace. Noé lo pone en primer plano, lo hace vívido, late en cada toma; pero sus personajes le escapan, mienten y se autoengañan.

En medio de ellos está Stephan, su hijo en rehabilitación que intenta ayudarlos, pese a que no puede ayudarse a sí mismo. Un cóctel de crudeza que estalla cuando los tres, junto al hijo de Stephan, están sentados a la mesa y de fondo suena “Gracias a la vida” en la voz de Violeta Parra y, con el llanto de la madre, se vislumbra a la canción casi como el epitafio de una era en la familia.

Sensible, sincera y magníficamente austera, Vortex, tendrá otras proyecciones en Mar del Plata quizás auspiciando su estreno comercial en los cines argentinos.

Otras imperdibles 

Si la Competencia Internacional fue abierta de forma magistral por Celine Sciama con Petit maman, Re Granchio mantuvo el nivel con una película de tan extraño género como extraña es su concepción.

Los realizadores de Righi y Zoppis llegan a su primera ficción de la misma forma que a los documentales: escuchando historias que cazadores italianos les contaron en una cabaña en medio de la montaña.

Aquí lo narran por medio de la ficción porque, como dijo de Rigghi, presente en Mar del Plata, no había material para documentar el hecho. Los directores cuentan la historia de Luciano (fabuloso debut actoral de Gabrielle Silli), un bastardo italiano que tras declararse contra el príncipe y realizar un hecho de vandalismo debe exiliarse en Tierra del Fuego.

La primera parte del film es un drama romántico, con las típicas “canzonettas” italianas, las cabras, sus cencerros y los pastores dando vueltas. La pobreza del campesinado que se doblega ante la prepotencia de la nobleza. Todo envuelto en un aura poética con rasgos “pasolineanos”.

Sin embargo, para la etapa fueguina de Luciano deciden darle rienda al western con una historia de aventuras de buscadores de oro, con actores argentinos (excepto Silli) y un despliegue a la intemperie del fin del mundo, que culmina, como es de esperar, con un regreso a la poesía italiana.

De ritmo lento y poco vértigo, la iluminación casi natural, sumada a unos planos precisos en las expresiones de los actores, convierten a Re Granchio en una pieza hipnótica y melódica, donde la fotografía es tan responsable como la historia.

La película de la dupla di Rigghi-Zoppis se puede ver hasta este lunes, de manera gratuita y online, a través de la página oficial del Festival de Mar del Plata.

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