Ciudad

Un equipo de arte nocturno, apoyo y sinergia artística

Tania Vaiana charla sin quitarse los gruesos anteojos de espalda al mural ubicado sobre toda la ochava noroeste de Catamarca y Alvear, en el centro de Rosario. La obra fue pintada por ella misma, reconocida por su etiqueta o tag “Satania” o “Void” con la que identifica su trabajo en el mundillo del arte callejero, amplificado por las redes sociales Facebook y Flickr.

Tania Vaiana charla sin quitarse los gruesos anteojos de espalda al mural ubicado sobre toda la ochava noroeste de Catamarca y Alvear, en el centro de Rosario. La obra fue pintada por ella misma, reconocida por su etiqueta o tag “Satania” o “Void” con la que identifica su trabajo en el mundillo del arte callejero, amplificado por las redes sociales Facebook y Flickr. En convivencia con el pájaro púrpura de la joven están los dibujos – también mezclados por aerosol y pincel– de Hi-Mori y Buscatus, pseudónimos de artistas que forman este grupo de muralistas rosarinos. Con “invitados” a las pintadas, que siempre son nocturnas para trabajar en relativa paz –ya que sufren algunos robos, asedios por parte de trasnochados, entre otros–, el grupo está activo hace un año.

La banda de artistas callejeros rehuye a que se lo denomine “crew”, término anglosajón para “tripulación” o “equipo”, más relacionado a los grupos de adolescentes bajo la influencia del fenómeno hip hop en Rosario.

Sin embargo, la lucha por el territorio y factura de los símbolos que profesan los adolescentes de ropas anchas y raps en sus mp3 no difiere de aquello que ocurre en el exclusivo circuito de arte callejero muralista, compuesto no más que por 20 personas.

Círculo pequeño, con diferencias artísticas y personales. La razón de estos artistas callejeros para salir en grupo es sencilla: apoyo logístico nocturno y sinergia artística. Y sólo de noche pero no por una búsqueda vanguardista del estilo impresionista, es que durante el día es imposible porque “la propiedad de alguien es”. ¿El lugar a elegir? Responde a una doble lógica altruista-egocéntrica. Por un lado, embellecer algún espacio olvidado de la ciudad y recuperarlo. Por el otro, la artista se asegura que la obra permanezca la mayor parte del tiempo inmutable. El modelo tomado de las experiencias estadounidenses actualizadas en distintos puntos planeta en el que los artistas callejeros, cansados de que borren –reponer el estado anterior de una pared– sus dibujos, tomaron trenes como lienzo.

Esto es, debido a que es mucho más dificultoso para la empresa prestataria del servicio quitar de circulación el coche. Resultado: el arte se queda y se mueve.

La mayor parte de los muros realizados por el grupo, sostiene Tania, no tienen  restricciones temáticas sino que responden a un diálogo entre realizadores, pulsiones artísticas –musicales, literarias, comics– y la pared, que siempre propone. En el último mural, el dibujo de Buscatus consiste en un personaje de su cantera que nos mira con sus ojos de bicicleta dado vuelta. A diferencia del resto del trazo, hecho con pincel, los ojos corresponden a un esténcil anterior al arribo del grupo muralista a la esquina. Las ruedas una de las más de 350 bicicletas del artista callejero Fernando Traversa dispersas por la ciudad, ahora son los ojos del personaje de Buscatus.

El mural como producción colectiva es para Tania un valor agregado a cualquier pared. Lejos está de ser un acto vandálico para la artista, que considera “debe naturalizarse más aún”. Y más, debido a que Rosario, en sentido de arte callejero, está vacía. Por ambas razones, siempre según Tania, se debe renovar la condición artística intrínseca del ser humano, que si bien pinta y dibuja de chico, luego se atrofia. El microclima del arte en calle tiene sus divisiones, roces, como cualquier circuito humano. El conflicto manifiesto se da cuando tapan un mural, que están en su mayoría en el centro de la ciudad. Para Tania, esto es parte del contrato de esta expresión artística, diferente al del arte de museo, inmutable al final del último trazo del pintor. Sin embargo, parte del  respeto ganado por los artistas callejeros, al igual de lo que ocurre con el stickboxing, se mantiene y las consignas partidarias y denuncias de supremacía futbolera de Newell’s o Central no invaden lo plasmado en la pared.

Las paredes, en particular las del centro de la ciudad, son las disputadas por los grupos de muralistas. La división proviene de nociones distintas de qué es válido –qué es lindo o feo– y debe permanecer. La pelea territorial tiene como agregado bandas de adolescentes ligados al concepto hip hop, norteamericano.

Su búsqueda en forma de grandes letras de trazos con aerosol, según Tania, no es artística sino territorial. Sin embargo, este movimiento no tiene la amplitud que en Capital Federal. Desde los 16 años, Tania, que también es tatuadora, brega por un concepto funcional del arte. Asegura que para ellos, es un juego sobre calle/lienzo inseparable de la etiqueta. Este “alter-ego”, como lo define la artista, le sirve para diferenciar su trabajo del resto y dentro de su propio mundo creativo. La estética de la calle no es la misma que en los cuadros que pinta o los tatuajes y responde al soporte.

Para otros artistas callejeros el tag significa el anonimato deseado. En forma de fotos, el circuito se alimenta mediante Internet y perfiles de Facebook y Flickr.

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