Cultura

Diarios recuperados

Un ejercicio de libertad periodística

El filósofo y docente Darío Sztajnszrajber participó en la charla “Recuperar la palabra: cuando los periodistas se hacen cargo de los medios (de producción)”, en el Encuentro Nacional al que convocó “Tiempo Argentino”


“Yo hago filosofía y la filosofía no resuelve problemas sino que los crea”. Con esa frase, el filósofo y docente Darío Sztajnszrajber arrancó la presentación de la charla “Recuperar la palabra: cuando los periodistas se hacen cargo de los medios (de producción)”, en el cierre del Encuentro Nacional de Diarios Recuperados. La premisa provocadora atravesó toda su exposición y partió de la misma puesta en cuestionamiento del título de la convocatoria: “¿De quién es la palabra? ¿Es nuestra? ¿Alguien cree que es dueño de sus palabras? Recuperar significa que la hemos perdido. ¿La hemos tenido en algún momento?” El planteo quedó flotando y luego fue retomado por Damián Osta Mattos de La Diaria, el diario cooperativo uruguayo que hoy disputa el primer lugar en ventas de su país; Julia Mengolini de Futurock, la radio online que crearon exintegrantes de Nacional Rock recogiendo la audiencia huérfana por el cambio de gestión; y Julia Izumi de Tiempo, quien respondió al filósofo que en la etapa autogestionada los trabajadores asumieron el “dueños de nuestras palabras” como eslogan en alusión al ejercicio del oficio sin condicionantes de los intereses políticos y económicos de las patronales.

 

¿Recuperar la palabra?

En algunos momentos de la charla Sztajnszrajber apuntó:  “Dice Jacques Derrida en El monoliguismo del otro que el lenguaje es propio e impropio porque de algún modo suponemos que lo hablamos pero lo que hacemos es utilizar un lenguaje que tiene un significado previo. Nadie elige el significado de la palabra. No elegimos el lenguaje que hablamos sino que el lenguaje nos habla. Como decía William Burroughs, “el lenguaje es un virus que viene del espacio exterior y utiliza nuestros cuerpos para reproducirse”. Pero para que eso funcione necesitamos creer que hablamos el lenguaje. El tema es cuánta libertad hay en esa limitación para poder construir algo. Y salgo ahora de lo lingüístico y me meto más en la cuestión propia de la agenda: ¿Podemos salir de la agenda? ¿Podemos dar la pelea por la agenda? ¿Puede hoy alguno de nosotros hacer periodismo sin hablar del Boca-River? Yo creo que no. Creo que uno puede decir: voy a decir algo inteligente, algo raro, voy a decir lo que nadie dijo. Está buenísimo, consumimos todo lo que están diciendo, pero que el lenguaje nos habla significa un poco eso. (…)”.

 

El fantasma de la verdad

Un poco más tarde, el filósofo mediático expresó: “La pregunta que me haría es cómo puede convivir el periodismo con ese acontecimiento que Nietzsche titula grandilocuentemente “la muerte de Dios”, pero lo que está proponiendo para pensar es la muerte de “la verdad”. Cuando uno charla con cualquiera del medio periodístico esa palabra es como un fantasma y no la podemos sacrificar. ¿No será la verdad una espectralidad que atenta contra la potencialidad de un periodismo libre? Todos somos más que conscientes de que toda construcción de sentido como mínimo es una interpretación. Y sin embargo no soltamos la verdad. Por eso al periodismo lo definiría como un género literario. Para los que tienen el fantasma de la verdad muy encima, eso es un horror. Pero es un gran género literario. Hay un montón de periodistas que logran generar un gran convencimiento con su discurso, con su retórica. El problema es que decir “género literario” connota ausencia de la verdad. Connota ficción. ¿Hay algo que no tenga su cuota de ficción? Repensemos en todo caso los límites entre la información descriptiva y la ficción. La cagada es que cuando decís que el periodismo hace ficción, la respuesta es: “No, ellos hacen ficción. Nosotros buscamos la verdad”. Y caés en la posverdad, que es saber de algún modo que uno está en los límites de lo que uno no quiere verse a sí mismo metido y sin embargo no lo ve, no lo quiere ver. (…)”.

 

Objetividad y subjetividad

Pronto, el gran dilema por el que pasa el flujo y la construcción de la información talló con fuerza. Sztajnszrajber preguntó: “¿Se puede salir de la grieta entre «hacemos periodismo objetivo» y «hacemos periodismo subjetivo»? Todos somos muy críticos de un periodismo que se presume de alcanzar la objetividad, que hace pasar su propio interés, su propia subjetividad, como si fuera objetiva. Ahora piénsenlo al revés. «Yo hablo siempre desde un lugar». Pero el lugar desde el que hablás, ¿no lo considerás un lugar inamovible? Tu subjetividad, que asumís como subjetiva, la entronizás y se vuelve objetiva. O sea, jamás te cuestionarías a vos mismo porque el lugar desde el que hablás lo considerás un lugar incólume. La verdad”.

 

Deconstrucción periodística

Luego, en una misma línea el filósofo y docente prosiguió: “Desde Nietzsche en adelante, Foucault y ahora la filosofía de género ponen fuertemente el acento para entender que el sujeto está sujeto y que de lo que se trata en todo caso es de generar una desidentificación de los lugares que creemos firmes y desde los que hablamos. O sea, de deconstruirnos. ¿Cómo sería la deconstrucción en el periodismo? Es estar permanentemente cuestionando aquello que se presenta desde la objetividad o desde la subjetividad. Si me hablás en nombre de la realidad, estoy buscando el modo de ejercicio de ese poder por el que me hacés pasar tu propia lógica como lógica de todos. Pero si me hablás en nombre de la subjetividad, discutamos el paradigma desde el que partís. Creo que es una época genial como en toda época de crisis, que permite la reinvención de uno mismo, una especie de emancipación de uno mismo. Que es lo que más cuesta. Creo que en este caso, la materialidad de tener que autosostenerse a sí mismos por fuera de los condicionamientos mediáticos que hay hoy en el capitalismo de la comunicación, eso ayuda también a un ejercicio de mayor libertad”.

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