Todo es cada vez más posible en este mundo que va torciéndose poco a poco aunque todavía se muestre flexible y aguante el quiebre final. La actual pandemia es una prueba flagrante de tal deriva, donde por más que se busque, ninguna voz se escucha entre los que manejan los hilos de la hegemonía mundial sobre un posible cambio productivo y de hábitos para volverlo más amable, más vivible.
Y lo que a veces resulta imposible por impedimentos de quienes trazan los derroteros de que es lo permitido y que no, en la actualidad todo eso se vuelve difuso tras la aparición de ciertos sucesos de fuerza irrebatible. Esta vez, la cuestión viene por el lado del fútbol, y sobre todo del fútbol europeo, tan majestuoso y ejemplar y cuidado por los millones de la UEFA y de la FIFA (quien tiene la última palabra), que permitió que un equipo de un país casi inexistente para el mundo salvo para unos pocos cercanos, se clasificara para la fase de grupos de la edulcorada Champions League, acomodado en un grupo donde enfrentará nada menos que al Inter y al Real Madrid, entidades que habían bregado para hacer cada vez más elitista la liga europea.
Ahora los equipos de ambos clubes viajarán a Transnistria, una región autodeclarada independiente ubicada en Moldavia –país fronterizo a Ucrania y Rumania– donde enfrentarán al Sheriff Tiraspol Football Club, aclamado campeón de las ligas moldavas.
Un mediocampista que se volvió empresario
Sólo en Europa del Este y Rusia saben de esa zona, para el resto del mundo resulta poco menos que una novedad, aunque la cantidad de regiones y países en que eclosionó la ex URSS conducen a un territorio postsoviético infinitamente partido. Transnistria tiene ejército, bandera y moneda propia, es un Estado con reconocimiento limitado –es decir no lo tiene internacionalmente– y está ubicado entre el río Dniéster y la frontera moldava con Ucrania.
En 1990 declaró su independencia y dos años más tarde sufrió una guerra civil donde se ensayó un escenario bélico en la contienda que sostienen Rusia y Ucrania. Sólo las repúblicas de Nagorno-Karabaj (disputada por Armenia y Azerbaiyán), Abjasia y Osetia del Sur, todos con situaciones conflictivas alentadas por nacionalismos exacerbados y variopintos agentes de inteligencia que hacen de las suyas como desocupados de la KGB, Europa Oriental o de servicios secretos de Medio Oriente, admiten su autonomía.
Por lo que puede saberse, el Sheriff Tiraspol es parte de la historia soviética tras su disolución en 1991, luego de que (Mijail) Gorbachov decidiera renovar la polémica KGB y la mayoría de sus agentes quedaran cesantes.
Dos de ellos Viktor Gushan e Ilya Kazmaly buscaron otros aires –ambos amaban el fútbol y antes de alistarse en la KGB, Gushan había jugado como mediocampista en el CSKA Moscú– y terminaron creando ese club, al que denominaron con el mismo nombre de la empresa de seguridad que conformaron con parte de sus retiros pero fundamentalmente con sus conocimientos del tema y sus contactos y terminaron transformando en un holding que hoy ofrece servicios varios y tiene hasta estaciones de servicio y supermercados.
Equipos pro rusos
Desde su inicio, el club fue creciendo a pasos agigantados y casi de movida participó en la primera categoría del fútbol moldavo. De los 21 torneos disputados en lo que va de este siglo, fue campeón en 19.
Dirigido por el ucraniano Yuriy Vernydub, su plantel es verdaderamente un crisol de nacionalidades: tiene jugadores griegos, moldavos, bosnios, brasileños, colombianos y hasta un peruano, Gustavo Dulanto, quien lleva la particularidad de haber pasado por las inferiores de Rosario Central. En las temporadas 2006-2008, jugó el único argentino hasta el momento, el defensor-volante Nicolás Demaldé.
La escuadra del Sheriff Tiraspol viene arrasando y dejó atrás a otros aguerridos equipos como el Dinamo Zagreb y el Estrella Roja –quienes ya jugaron varias Champions– y, un aspecto nada menor, cuenta con el respaldo de Rusia para cualquier situación que lo involucre.
En su última campaña interna sumó 99 puntos sobre 36 partidos jugados en una liga que agrupa a la mayoría de los países de la ex URSS, tuvo una sola derrota, marcó 116 goles y apenas le hicieron siete, es decir, una máquina arrolladora más allá de que sus contrincantes no tuvieran características descollantes. “No podría estar más orgulloso de mis chicos, son un ejemplo para Moldavia y Transnistria, creo que tenemos un futuro brillante por delante”, declaró el director técnico después de eliminar al Dinamo Zagreb y conseguir la clasificación.
Además del Real Madrid y el Inter, el equipo fundado en 1997 y valuado solamente en 15 millones de dólares (una minucia con lo que vale cualquier equipo de las grandes ligas) deberá también jugar contra el Shaktar Donetsk, de Ucrania, un encuentro que la UEFA debería suspender ya que se trata de evitar los cruces deportivos entre ucranianos y rusos desde la contienda mantenida entre ambos países.
Pero ocurre que Transnistria es “pro Rusia” y el Shaktar es de Donetsk, enclave de la cuenca del Donbass, también “pro Rusia”, autodeclarado autónomo y en conflicto con Kiev, capital de Ucrania y manifiestamente “pro Europa”.
Actitud de confianza
El conglomerado empresarial que manejan los ex agentes de la KGB recibe y vende a Moldavia el gas que, en muestra de apoyo, le regala Moscú; al mismo tiempo administra hospitales públicos y tiene algunos diarios y plataformas donde se informan los un poco más de 500 mil habitantes de Transnistria.
El Sheriff Tiraspol cuenta con una aceitada administración que le permite contratar jugadores de nivel medio pero de alto rendimiento. Desde siempre, el club y la empresa están sospechados de financiarse con divisas provenientes del mercado ilegal de armas, pero hasta el momento nadie esgrimió alguna prueba.
El presidente del club es Oleg Smirnov, hijo de Ígor Smirnov, quien fuera presidente de Transnistria entre 1991 y 2011, años en que asentó su independencia sorteando conflictos civiles y bélicos permanentes. Lo que se dice una empresa con “sólidos socios” que llevan adelante una titánica tarea deportiva.
“No vamos a ir de paseo, entramos invictos a la fase grupos y podemos dar la pelea, queremos seguir avanzando”, fueron las palabras de Frank Castañeda, delantero colombiano y uno de los máximos goleadores del equipo tras su clasificación a la Champions. Y el peruano defensor central Dulanto agregó: “El Sheriff es un club ordenado y con muchas comodidades. Lo único raro acá es cuando vamos a jugar a Chisináu, la capital de Moldavia, que cambia la cobertura del celular”.
Se trata de una actitud de confianza para el desafío de alta magnitud que le espera al Sheriff Tiraspol, favorecido tal vez por la falta de presiones competitivas, lo que lo deja en envidiable posición para ir tomando posiciones en lo que vendrá, sorprendiendo al mundo del fútbol europeo, aunque no tanto, ya que los reacomodamientos de los conflictos sistemáticos en los que el mundo está envuelto deparan rarezas como esta.
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