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Las redes como editoras de noticias

Twitter etiquetó a periodistas independientes como “medios afiliados a Rusia”

La empresa alega razones de contexto y combate contra la desinformación, aunque distintas analistas entienden que detrás se esconden los intereses corporativos de Sillicon Valley


La plataforma digital Twitter aplicó a varios periodistas especializados en temas internacionales la calificación de “afiliados al gobierno, Rusia” en sus perfiles personales de la red social. El hecho fue denunciado en primera instancia por el argentino Marco Teruggi, quien comunicó el etiquetado del que había sido objeto, pero más tarde se sumaron otros periodistas al reclamo. La plataforma explica el hecho aduciendo que estas etiquetas se colocan en el caso de que un gobierno opere los contenidos de la cuenta señalada. Detrás de la lucha contra la desinformación, se ocultan los intereses particulares, las identidades políticas y las estructuras de pensamiento de las empresas de difusión de contenido digital.

El cronista Marco Teruggi publicó en su cuenta personal de Twitter que la red social lo había calificado como “medio afiliado al gobierno de Rusia”. Teruggi se desarrolla como periodista especialista en política internacional, en la agencia de noticias Sputnik y en el grupo Octubre, escribiendo para Página/12 y conduciendo un programa dominical en la emisora AM 750. “Mi cuenta es personal, trabajo como corresponsal para varios medios” dice él en su perfil, pero aclara que “no escribí para Sputnik sobre lo que pasa en Ucrania”.

En consonancia, la empresa también hizo lo propio con el periodista uruguayo Sergio Pintado, coordinador del equipo web de Sputnik Mundo en Montevideo, el cual calificó el episodio como “antidemocrático y violento”, al decir que está circunstancialmente trabajando “para un medio ruso con una determinada línea editorial” y que “eso de ninguna manera quiere decir que esté al servicio del gobierno ruso y mucho menos comparta todas las políticas de mi empleador”.

Otro caso de etiquetado se dio con la comunicadora española Esther Yáñez, quien trabaja en diferentes agencias de aquel país europeo. Yáñez dio de baja su cuenta personal en las últimas horas, tras ser señalada por la red social.

¿Censura disfrazada de fact checker?

La empresa Twitter comenzó a identificar las nacionalidades originarias de algunas agencias de noticias, a entidades y a periodistas de alto perfil en agosto de 2020. Las agencias RT y Sputnik fueron señaladas como afiliadas al gobierno ruso. No todos los medios fueron tratados con la misma medida, dado que AFP (Agence France-Presse) no es sindicada al gobierno francés, caso contrario con la agencia Xinhua, la cual fue conectada al gobierno de la República Popular China.

En sus políticas de uso, Twitter aclara que este tipo de etiquetas “proporcionan más contexto sobre las cuentas controladas por determinados representantes oficiales de gobiernos, entidades de medios afiliadas al Estado y personas relacionadas estrechamente con esas entidades”. A su vez, la plataforma define a estas cuentas que son etiquetadas “como medios donde el estado ejerce control sobre el contenido editorial mediante recursos financieros, presiones políticas directas o indirectas o el control sobre la producción y distribución”. Ahora bien, la empresa agrega que “en el caso de las entidades de medios afiliadas al Estado, Twitter no recomendará ni amplificará entre los usuarios cuentas o sus Tweets con estas etiquetas”. Es decir: será más dificultosa la distribución de contenido digital que sea emitido desde esas cuentas, posponiendo publicaciones y perfiles a la hora de efectuar búsquedas o de aparecer en el timeline de un usuario común.

El responsable de políticas públicas de Twitter para Latinoamérica, Hugo Rodríguez Nicolat explicó que “las etiquetas son una de las formas en las cuales Twitter ayuda a dar contexto relevante a algunas de las conversaciones más críticas en el mundo” y precisó que “se aplican a esos medios pero también a personas, como editores o periodistas de alto perfil, asociados con los mismos”.

Natalia Aruguete, doctora en Ciencias Sociales, docente y magíster en Sociología Económica entiende que “por un lado se pone de manifiesto que las redes no son políticamente aséptica como intentan decirse cuando se autoproponen como moderadoras y vehiculizadoras de contenido” sino que “en realidad son interventoras y tiene sus propias reglas editoriales”.

Aruguete es coautora del libro “Fake News, Trolls y otros encantos” junto con Ernesto Calvo, y es una estudiosa del comportamiento de las redes sociales y de cómo su interfaz moldea las relaciones sociales. Para ella, esta intervención directa de parte de la empresa en formato de una etiqueta que relaciona un perfil personal de un comunicador con un determinado gobierno o entidad “es una forma de estigmatización de una labor periodística que mella con la vulneración de la libertad de expresión”. Para ella, que esta sucesión “se de en el marco de un conflicto” como el que protagonizan la República Federativa Rusa y Ucrania, “o en un marco de normalidad, a lo sumo aumenta los niveles de sensibilidad social, política. Pero el rol de las redes o la responsabilidad de las redes al etiquetar a personas o etiquetar contenidos es igualmente malo y criticable”.

La investigadora se pregunta cuál sería el criterio regular para etiquetar usuarios o contenidos: “Hay ahí un hilo muy delgado y una distinción fina que es muy difícil de resolver entre en qué condiciones es posible etiquetar, sancionar, cancelar, bloquear o suspender” una cuenta o un contenido. “¿Cuáles son los criterios estables y regulares para que las redes intervengan en qué tipo de circulación de contenido?”.

Una de las principales cuestiones, según Aruguete, es que las redes sociales “claramente tienen sesgos editoriales, pese a que siempre quieren quedar eximidas de” ese rol tutelar. “Cuando los propietarios, los presidentes de estas empresas de plataforma quieren zafar de posibles sanciones y regulaciones, se autoubican en los lugares de mediadores de información y no editores de información”. Así mismo, etiquetar a una persona por el tipo de contenidos que hace o por el medio para el cual trabaja “son decisiones editoriales”. “No es posible pensar que una compañía no tenga intereses” dice la investigadora, y avanza más allá de los intereses netamente económicos: “hay esquemas de pensamiento, hay inscripciones ideológicas, pertenencias identitarias, de identidades partidarias. No es una empresa que vende zapatos, es una empresa que vende contenidos y que quiere ganar dinero y que establece relaciones más o menos concretas con la política”.

La investigadora y docente de Quilmes entiende que “Hay una lucha de poder discursivo, simbólico y político, no en el sentido de querer manipular las cabezas de otros” sino que “es más una respuesta sobre los contenidos a identidades políticas y partidarias de las compañías” las cuales “no están escindidas de intereses tanto económicos como políticos”. 

Mariana Moyano, destacada investigadora de las redes y los medios de comunicación en Argentina, va incluso más allá, y señaló a El Ciudadano que “esto que ellos (las empresas de redes sociales) hacen, como señalamiento político, es apenas un rincón del problema”. 

Donald Trump podía apretar el botón rojo, pero no podía twittear”

“Hubo dos errores de percepción en estos últimos años, que fue que por lo general se tenía el ojo puesto en pensar cada vez que hablábamos del poder en la comunicación en pensar los medios y el ojo no estaba atento en pensar lo que a mi juicio son las verdaderas empresas del siglo XXI que son mucho más poderosas que los medios de comunicación, que son las redes sociales” dice Moyano.

Para la investigadora de medios, aún no se cobra una dimensión real de lo que implica el tamaño de las empresas de redes sociales, lo cual lleva a la subestimación del asunto, “se lo minimiza”. “Como no se ve, no se tomó conciencia de lo que implicaba, en el caso de Trump que fue muy emblemático, cuando le dieron de baja las cuentas, cuando lo censuraron” el público en general celebró. “Y no se terminó de tomar conciencia de que había malos más malos que él y al celebrar lo que pasó, se terminó habilitando a que estas corporaciones fueran los árbitros, a que dispusieran cómo iba a ser la palabra pública a partir de ese momento”. Y entonces, “terminamos habilitando esto: cuando uno habilita la lógica, la lógica avanza”.

Específicamente hablando sobre lo ocurrido con Teruggi, Yáñez y Pintado, Moyano reflexiona que las empresas de Sillicon Valley son, efectivamente, editoras de noticias, ya que el feed se construye a través del algoritmo de cada plataforma: “No es casualidad lo que aparece. El algoritmo no es una fórmula matemática: es la decisión ideológica editorial de las empresas”. “Twitter me muestra lo que quiere mostrarme y yo le colaboro, esa es la diferencia con los medios. Yo soy un participante activo de lo que Twitter hace”.

Moyano aleja de cualquier relación directa entre Twitter y las empresas de plataforma digital con el gobierno de los Estados Unidos (EEUU): “es peor todavía que eso: las empresas de Sillicon Valley ya son supranacionales. Están por encima” de los Estados-Nación, y recuerda que tanto el gobierno de Biden como el de Trump, incluso siendo de escuderías partidarias opuestas “han querido regular las empresas de Sillicon Valley y no han podido”. “Donald Trump podía apretar el botón rojo, pero no podía twittear”.

“Estamos como mirando a King Kong y llegó Godzilla” ironiza la periodista, entendiendo que las empresas de redes “son como King Kong, además por las dimensiones empresariales y culturales de intervención en la vida social”. Cuenta que “Facebook vale 5 PBI de la Argentina, en caso de que se vendiera. Empresas que valen PBI de países es otra escala. Los medios pueden llegar a 3, 4, 5 millones de lectores. Estas empresas tienen la vida de 10.600 millones de usuarios, son más cantidad de usuarios que personas en la tierra. Es un nivel de escala que ya no pasa por la información de lo que ocurre en una guerra, pasa por la vida cotidiana de los seres humanos”.

La guerra entre Rusia y Ucrania no debe ser analizado de forma binaria. Moyano explica que el alineamiento de los medios de EEUU con los intereses de la OTAN y el interés particular de las empresas de Sillicon Valley se debe a que “circunstancialmente condenan lo mismo pero bajo diferentes intereses” pero “venimos de 10 años de enfrentamientos entre el New York Times y Facebook y Twitter. Si leemos esto que está pasando hoy como el Excel definitivo, de dónde ubicar los casilleros, estamos leyendo mal”.

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