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Devastación anunciada

Trump y Bolsonaro sí ponen la manos en el fuego (de Amazonia)

Una empresa propiedad de un aliado y aportante del mandatario estadounidense aparece ligada a la deforestación de la selva para anexar tierras a la producción agrícola. Y el gobierno brasileño alienta la conversión, denunció la revista electrónica “The Intercept”


Dos empresas brasileñas que son parcialmente propiedad de un importante donante de campaña del hoy presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder de la mayoría republicana del Senado, Mitch McConnell, tienen gran parte de responsabilidad en la continua destrucción de la selva amazónica. Así lo reveló la revista electrónica The Intercept, que cobró reciente fama en Sudamérica al ventilar los diálogos entre el ex juez del Lava Jato y actual ministro de Justicia de Brasil, Sergio Moro, y fiscales y jueces que condenaron a prisión a ex presidente de ese país Luis Inacio Lula da Silva; y también comunicaciones de Moro que lo sitúan envuelto en una conspiración contra el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.

El medio, creado hace cinco años como plataforma para publicar documentos de fuentes anónimas y los revelados por el ex analista de la CIA Edward Snowden describió el fuego que está devastando Amazonia como “una carnicería que se ha convertido en furiosos incendios que han captado la atención mundial”. Y apuntó por ello a las empresas Hidrovias do Brasil y Patria Investiments (que posee más del 50% de Hidrovias). Ambas son propiedad de la importante compañía de inversión estadounidense Blackstone, cuyo cofundador y CEO es Stephen Schwarzman, un aliado cercano de Trump que contribuyó con millones de dólares en los últimos años a la carrera política del mandatario republicano.

“Estas compañías han arrebatado el control” de porciones de la selva amazónica, las deforestaron y ayudaron a construir una ruta hacia su nueva terminal portuaria en Miritituba, en el estado brasileño de Pará, con el fin de facilitar el cultivo y la exportación de granos y soja, publicó The Intercept.

La terminal está dirigida por Hidrovias do Brasil y permite a los productores cargar soja en barcazas y navegar a través del río Tapajós –un afluente del Amazonas–hasta un puerto más grande para, desde allí, enviarla a todas partes del mundo.

 

Asfaltando la selva

Hidrovias do Brasil anunció a principios del 2016 comenzaría a exportar soja en camiones desde el estado de Mato Grosso por la ruta BR-163, una de las más extensas de Brasil, que en aquel entonces estaba en parte sin pavimentar. La compañía aseguró que planeaba mejorarla y desarrollarla.

En la primavera del 2019, el gobierno de Jair Bolsonaro anunció que Hidrovias do Brasil se asociaría en la privatización y el desarrollo de cientos de kilómetros de la ruta BR-163. “El desarrollo de la carretera en sí causa deforestación, pero lo más importante es que ayuda a hacer posible una transformación más amplia de la Amazonia convirtiendo selva en tierras de cultivo”, denuncia The Intercept.

La BR-163 tuvo ya una fuerte influencia en el aumento de la deforestación de la selva, reconocen medios y fuerzas políticas y sociales brasileñas. “Todos los años entre 2004 y 2013, excepto 2005, la deforestación en la Amazonia en su conjunto disminuyó, pero aumentó en la región alrededor de la BR-163”, publicó el diario británico Financial Times en septiembre de 2017.

Los aborígenes de la Amazonia vienen resistiendo los desmontes. Y el presidente Bolsonaro redobló los ataques contra los pueblos originarios: “Es mucha tierra para poco indígena”, arremetió contra la política de reservas aborígenes, que representan el 14 por ciento del territorio de Brasil. Y continuó: “Mi decisión es no «entregar» más tierra para los indígenas”.

 

Tierra y agua para la soja

“El esfuerzo por transformar a la Amazonia de una selva tropical en una fuente de ingresos para los agronegocios es fundamental para el conflicto, y está relacionado con los incendios que hoy se descontrolan”, denuncia The Intercept.

En la vanguardia de la invasión de la selva están los llamados “grileiros” o “acaparadores de tierras” que talan árboles ilegalmente con motosierras. Luego las tierras recién despejadas se venden a las empresas agroindustriales, que llegan con su paquete tecnológico de semillas genéticamente modificadas, herbicidas, plaguicidas y fertilizantes.

Convertidas en parcelas de cultivo, la producción de las “nuevas” tierras agrícolas se traslada hasta la terminal de Miritituba por la ruta BR-163 para exportarla.

De acuerdo The Intercept, muchos focos de los devastadores incendios que están destrozando una enorme extensión de la selva amazónica –la devastación no registra precedentes– fueron provocados “por agricultores y otras personas que buscan limpiar la tierra para el cultivo o el pastoreo”.

Mientras eso ocurría el presidente Bolsonaro echó, semanas atrás, al director del Instituto Nacional de Investigación Espacial, Ricardo Galvão: había elevado un informe sobre escalada de la deforestación bajo su administración. El mandatario sostuvo que los números del informe eran inventados.

Por su parte, la empresa de Schwarzman, Blackstone, insiste en que sus actividades en el territorio de la selva amazónica cumplen con la legislación vigente, en “una gestión ambiental responsable”. Y hasta asegura que gracias a las medidas tomadas por la compañía se registró “una reducción significativa en las emisiones generales de carbono al transportar por agua en lugar de por tierra, además de haber “permitido un flujo más eficiente de productos agrícolas por parte de los agricultores brasileños”.

 

¿Quién es Schwarzman?

Según retrató The Intercept, Stephen Schwarzman es el cofundador de Blackstone y actualmente posee aproximadamente una quinta parte de esa compañía. Es uno de los hombres más ricos del mundo: “En 2018, le pagaron al menos 568 millones de dólares, lo que fue, de hecho, una caída en comparación con los 786 millones que ganó el año anterior”, indica la nota, que hace hincapié en que este multimillonario “ha sido generoso con McConnell y Trump”.

En 2016, Schwarzman donó 2,5 millones de dólares al Fondo de Liderazgo del Senado y al Comité de Acción Política de McConnell, y puso a Jim Breyer, el cuñado multimillonario de McConnell, en la junta de Blackstone. Dos años después, Schwarzman giró otros 8 millones de dólares al Comité.

Los empleados de Blackstone han donado más de 10 millones de dólares a McConnell y a su Comité de Acción Política a lo largo de los años, “lo que los convierte en la mayor fuente de financiamiento directo de la carrera de McConnell”, subraya el artículo de The Intercept, que menciona que la campaña del Senado de McConnell ha declinado hacer comentarios al respecto.

Además, Schwarzman es un amigo cercano y asesor de Donald Trump, y se desempeñó como presidente de su Foro Estratégico y de Políticas hasta 2017.

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