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Estreno teatro

Tres mujeres y un fantasma, entre los claroscuros del imaginario pueblerino de mediados de los 80

La dramaturga y directora Natalia Pautasso habla de "Henry Woodgate", obra que se conoce este viernes en el Cultural de Abajo, propuesta que cuenta con las actuaciones Juan Pablo Biselli, Vanina Píccoli, María Florencia Sanfilippo y María Laura Silva, a la cabeza de un gran equipo artístico


Una idea de pueblo, de ese infierno grande en lo pequeño, donde se cruzan en un sendero compartido las poéticas y los imaginarios de Manuel Puig, Jorge Isaías, Hebe Uhart o Mauricio Kartun con las lógicas y los colores del cine de Pedro Almodóvar y hasta David Lynch con su icónica Twin Peaks, a lo que se suma una frase reveladora de Arturo Jauretche que sirvió como disparador dramático son los elementos que aparecen reveladas en Henry Woodgate, obra teatral de Natalia Pautasso, a cargo de la dramaturgia y dirección, con las actuaciones de Juan Pablo Biselli, Vanina Píccoli, María Florencia Sanfilippo y María Laura Silva, que se conocerá este viernes en el Cultural de Abajo.

La obra transcurre en 1986, en un pequeño pueblo santafesino, y aborda las vidas y las circunstancias de María, Bety y Ana Elena, tres vecinas atravesadas por la irrupción del mismo hombre, el Woodgate al que alude el título, un estanciero inglés que compró esas tierras a fines de 1800, “y después de muerto nunca se fue, ofendido por proyectos truncos, una serie de frustraciones y el hecho de que la población inmigrante local no supiera pronunciar correctamente su nombre y llamara al pueblo «Bogate», transmitiendo el equívoco de generación en generación”, adelantan desde el equipo artístico que se completa con el trabajo de asistencia de dirección de Úrsula Diaz, las voces en off de Juan Pablo Yevoli, Adrián Giampani y el propio Biselli, con diseño sonoro de Vanesa Baccelliere, vestuario de Ramiro Sorrequieta, escenografía y diseño lumínico de Ignacio Almeyda, fotografía de Eduardo Bodiño, diseño y realización de tapicería de Darío Kozak y producción de Natalia Zatta y  Flor Sanfilippo.

“Los absurdos reclamos de Henry Woodgate terminan guiando los vaivenes de esta historia, movilizando a estas tres mujeres para expulsarlo del pueblo de una vez por todas”, adelanta Pautasso a modo de introducción a este mundo donde se dirimen, entre muchas otras cosas, el peso gravitante de la cultura europea, la negación de lo originario y la discriminación, poniendo en tensión el deseo frente al deber ser, la pertenencia y el desarraigo, el contexto de recuperación democrática de la post dictadura, la lucha por la Ley de Divorcio, el compromiso político y la diversidad sexual.

Entre el odio y la yapa

Lejos de romantizar una idea de fantasía pueblerina evocada muchas veces por el cine y la televisión, Pautasso se corre de ese lugar y pone atención en una mirada crítica sobre este fenómeno, sobre todo si se tiene en cuenta que uno de los disparadores para la escritura fue una frase de Jauretche que aparece en el icónico Los profetas del odio y la yapa, libro donde, precisamente, el escritor pone en tensión aquello que se vuelve una piedra en el camino en la idea de un potencial despegue cultural y del pensamiento que el país necesita hace décadas.

“La frase de Jauretche es una cita a pie de página de Los profetas del odio y la yapa; un capítulo que se llama «La colonización pedagógica» (también el subtítulo del libro) donde, justamente, se refiere acerca de cómo trató de moldearse el país, sus modos, sus costumbres a partir de una educación que tenía como eje una especie de «europeización» de la sociedad. Entonces menciona un dato curioso, que es el de Henry Woodgate: un estanciero ingles dueño de las tierras de la zona de Monte Buey. El Ferrocarril nombra al lugar Henry Woodgate en honor a él, y este hombre indignado porque le italianizaban el apellido, logra que se le devuelva la designación original. Siempre lo tuve presente porque es quien figura como «fundador» de mi pueblo, Berabevú, y me parecía fantástica la idea de un europeo indignado por cómo son las cosas, en lugar de cómo las imagina o cómo supone que serían. Es un poco la idea de lo europeo o de lo extranjero «superior» que insiste en nuestro país y se manifiesta de tantas formas. Siempre me pareció maravilloso que muchas poblaciones locales, como pasa con Hughes, Wheelwright, James Craik o Boulogne, sean como las leemos y no como suenan en su idioma original, es como una especie de «venganza» de quiénes somos en lugar de quiénes quisieron que fuéramos”, contó Pautasso acerca de la causalidad que la llevó a la escritura de este texto que se suma a Las pobres diablas y La materia pendiente, estrenadas en 2019 y 2020 respectivamente, con Sanfilippo, Píccoli y Silva también en las actuaciones, conformando así un corpus de obras con un pequeño pueblo santafesino como espacio de ficción.

“Hay muchos imaginarios de autores como Puig, Almodóvar y hasta Lynch con Twin Peaks, o Mauricio Kartun cuando habla de su barrio, que siempre estuvieron presentes: es la idea del pueblo como universo, retomar pequeñas historias locales que plasmen cuestiones más amplias. En lo personal, siendo de un pueblo chico, siempre percibí cierta oscuridad o lo difícil que es conocerse tanto y saber tanto de la vida de los demás; pero esto se da también junto a algo que es muy luminoso y tiene que ver con el humor, con la idea de que nadie es uno más; lazos de solidaridad o cercanía que en las grandes ciudades se vuelven más difusos”, destacó la dramaturga y directora.

Y sumó: “En el caso de Bety, María y Ana Elena no son amigas pero se conocen de toda la vida y eso hace que se unan en esta aventura; son muy diferentes pero tienen algo en común que es esto de estar por distintos motivos «fuera de lugar» en el pueblo y en la época, son personajes que en la vida pública o en el plano íntimo no encajan, que al mismo tiempo son los personajes que más me gustan en las ficciones porque para los «winners» ya esta la vida (risas). Estas tres mujeres están por fuera del sentido de lo correcto o de lo normal de la época, que a la distancia pueden sonar anacrónicas pero no lo eran en su tiempo. Por ejemplo: Ana Elena es radical, está en la comisión comunal, milita por la Ley de Divorcio, y cuando veíamos los argumentos del momento contra esa ley, son similares a los que hoy se esgrimen contra la ampliación de derechos en ese sentido; lo que sufrirán las y los niños, la unión familiar. En ese sentido digo que están fuera de época. De esos autores aparece también, más allá del universo pueblerino, la amorosidad hacia esos personajes que siempre se sienten fuera de una sociedad en la que por un motivo u otro no encajan. Y también el feminismo, lo personal, lo que nos pasó y nos pasa a nosotras como mujeres y en relación con las mujeres de nuestras familias”.

Ilusiones y desilusiones

“La obra se ubica en 1986, en el pueblo de Henry Woodgate, donde estas tres mujeres, Beatriz (Bety) María y Ana Elena van a enfrentarse al fantasma de Woodgate, ofendido porque pronuncian mal su nombre y le dicen «Bogate», un equivoco que se transmitió de generación en generación. Es la trama clásica de un fantasma que está en pena y pide cosas: en este caso con el condimento del fantasma de Europa, que podría ser, también, el FMI, el Banco Mundial o tantos otros, que siempre nos siguen persiguiendo e influyendo en nuestras vidas cotidianas aunque no los elijamos”, contó la autora y directora quien encontró en esa evocación temporal su propia patria de la infancia.

“Sucede que el 86 es la época de nuestra infancia, de la mirada infantil que es tan importante para el arte, pero también nos sirve para pensar en una época de ilusiones y desilusiones, de renovación, de lucha por los derechos; por ejemplo Beatriz, que está muy comprometida con la escuela, se va sola al Congreso Pedagógico 86, que fue una iniciativa para pensar la educación para la democracia. Ella lo sufre porque es una incomprendida en su contexto pero la amamos porque a la distancia vemos cuánta razón tenía al pelearse con todo el mundo. También nos sirve como un marco que tiene continuidades con el hoy: muchas ilusiones y desilusiones, la inflación, una Ley de Divorcio que generaba luchas, un contexto político muy complejo que nos sirve de marco porque lo importante son estos personajes y sus vidas; si por algo nos interesa el contexto histórico y político, es para poner en tensión las vidas de estos personajes”, profundizó la directora acerca de ese momento complejo y mágico de la llamada primavera alfonsinista.

Actuar en un presente

“Más allá del texto, en el proceso de ensayos fue surgiendo la obra en sí misma, ya que la hacen cuatro actores con un enorme talento y oficio. Juan Biselli, por ejemplo, construye un Henry Woodgate inclasificable porque es malísimo y al mismo tiempo sufre mucho: es soez, atormentado y gracioso, una polisemia que no es fácil de lograr actoralmente pero él la logra con una naturalidad que asombra. Vani Píccoli es como un huracán en escena, es puro presente y pura verdad y le creemos cada palabra que dice siempre, que es algo muy difícil cuando uno ensayó tantas veces lo mismo. Laura Silva tiene una vis cómica extraordinaria que explota al máximo, pero en este personaje aparece también un costado sensible y entrañable que hace que todos amemos a Bety, que está re loca pero con sobrados motivos. Y Florencia Sanfilippo, que es como nuestra Graciela Dufau (risas), tiene una impronta y una distinción que lleva consigo y le suman muchísimo al personaje, es una actriz meticulosa, precisa y que emociona”, repasó Pautasso con admiración por el trabajo de sus actores.

“Hay un equipo grande trabajando en la obra –cerró la directora–. Vanesa Baccelliere en el diseño sonoro, que incluyó sonidos de autos de la época e hizo un trabajo maravilloso recuperando sonoridades. Dos personajes en off, el conductor de la radio, que lo hace Juan Pablo Yevoli, y otro vecino, Raúl Giménez, que lo hace Adrián Giampani, grandes actores ambos que contribuyen muchísimo al universo de este pueblo que estamos evocando. El diseño de vestuario es de Ramiro Sorrequieta, que trabajó en base a las primeras películas de Almodóvar y esa estética tan colorida y explosiva de los 80, también la indumentaria tradicional de fines del siglo XIX para Henry, sin perder de vista lo local y lo pueblerino; es un vestuario que nos dejó a todas y todos fascinados y que es en sí mismo un elemento fundamental de la puesta. El diseño de escenografía y lumínico es un gran trabajo de Ignacio Almeyda, que construyó la idea de pueblo y casas particulares de estas tres mujeres, con elementos poéticos y oníricos que suman mucho al condimento fantástico de la obra, la asistencia de dirección de Úrsula Diaz con la que trabajamos muchísimo en los ensayos y en la dirección, y un gran trabajo, también, en la producción de Natalia Zatta y Flor Sanfilippo”.

Para agendar

Henry Woodgate se conocerá este viernes 5 de agosto, a partir de las 21, en el Cultural de Abajo, de Entre Ríos 579, donde continuará en cartel los demás viernes de agosto. Las entradas se adquieren en la boletería de la sala y las reservas previas se realizan a través del 341- 6765766

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