El Hincha

Una misma pelea

Tres deportes, cientos de jugadoras y una lucha que las une: respeto, igualdad y profesionalización

El reclamo de las futbolistas por mejoras laborales impulsó a sus pares a pelear por sus derechos: este año se sumaron las jugadoras de vóley y Las Gigantes. Todas piden ser escuchadas y reconocimiento por sus trabajos


Arte El Ciudadano.

La historia de las mujeres y el deporte está marcada por la lucha en busca de conquistar espacios, derribar prejuicios y pelear contra los “no podes” y “no debes”. En Argentina la batalla por tener visibilidad, reconocimiento de derechos, y oportunidades de jugar también es histórica.

En 2018, durante la Copa América de fútbol, la selección femenina reclamó públicamente por mejoras contractuales y estructurales. A principios de 2019 se visibilizó con la denuncia de Macarena Sánchez el reclamo de las jugadoras que participaban del torneo de la Asociación del Fútbol Argentino.

El cambio de año llevó a las jugadoras de vóley a reclamar públicamente por la profesionalización, y hace unos meses se sumaron las de básquet. Todas pidieron -y piden- por la profesionalización de sus disciplinas. Todas recurrieron al ámbito público después de no tener respuestas en lo privado. Unidas y organizadas, buscando ni más ni menos que igualdad.

Desde siempre

Desde la antigüedad, pasando por la Edad Media y hasta llegar a la época contemporánea, la relación entre mujer y deporte siempre estuvo en cuestionamiento.

En los Juegos Olímpicos de la Antigua Grecia sólo podían participar los hombres. Las mujeres casadas tenían prohibida la entrada, mientas que las solteras podían participar pero como espectadoras. Así surgieron los Juegos Hereos, sólo de mujeres y en honor a la diosa Hera, los cuales se prohibieron durante la época romana al considerarse celebraciones paganas.

La exclusión de las mujeres en las competiciones deportivas llegó hasta el siglo pasado. En 1896 se organizaron en Atenas los primeros Juegos Olímpicos modernos, de la que tampoco participaron mujeres. Y en las siguientes ediciones fueron muy pocas las que pudieron competir. El Comité Olímpico Internacional (COI), institución que organiza el evento, rechazaba que las mujeres participaran en muchas competiciones (como por ejemplo, el atletismo) porque consideraba que no eran adecuadas para ellas.

En respuesta a esa discriminación, un grupo de deportistas montaron unos Juegos Mundiales Femeninos, que disputaron en 1922 por primera vez y luego en 1926. El encuentro cada vez reunía a más participantes, lo que obligó al COI a rectificarse y abrir los Juegos a las atletas femeninas. Pero hoy la lucha sigue y el panorama mucho no ha cambiado.

La reinvención del Topo Gigio

Sin duda que el encargado de inmortalizarlo fue Juan Román Riquelme, pero el gesto se fue adaptando a diferentes países y disciplinas. El 8 de abril de 2001, el jugador de Boca festejaba un gol contra River en el Torneo Clausura parado en el medio de la cancha en frente al palco de Mauricio Macri, por aquel entonces presidente del Xeneize, y con las manos detrás de sus orejas incorporaba al tierno Topo Gigio como símbolo de protesta en el fútbol argentino. El 10 estaba luchando por una mejora contractual y esa fue la forma de reclamarle a Macri. Y 17 años después la selección femenina posó en el centro de la cancha en la previa del partido con Colombia, durante la Copa América de Chile, con las manos en las orejas.

El reclamo ya no era individual, sino colectivo: pedían ser escuchadas. Retomaron, como hizo Riquelme con el Topo Gigio, el reclamo que habían realizado un año antes a la casa madre del fútbol argentino. En 2017 enviaron una carta, que luego hicieron pública, dirigida al que por entonces era el pope de la Comisión de Fútbol Femenino de AFAs, pidiendo por mejoras estructurales y salariales. Sin respuestas, fueron al paro y un año después, en la Copa América, volvieron a hacer público el pedido. Y recién ahí comenzaron algunas respuestas de los encargados de AFA.

La profesionalización del fútbol femenino también llegó después de un reclamo que se hizo viral. La denuncia de la santafesina Macarena Sánchez a la UAI Urquiza y a la AFA fue el primer paso de una lucha que se hizo colectiva entre las jugadoras de Primera División. Meses después de alzar la voz, llegó la semi profesionalización.

Banderas en las canchas

En Argentina, la cantidad de jugadoras de vóley federadas duplica el número en el masculino. Según los datos de la Federación del Voleibol Argentino (FeVa), un total de 20.520 son mujeres y 10.146 hombres. Sin embargo, y a pesar de que las cantidades indican que son más las mujeres que practican el deporte, las diferencias son notorias y entraron en el centro de la escena en febrero de este año. Las jugadoras de los equipos que participaban de la Liga Nacional salieron a las canchas con una bandera que decía: “Vóley femenino profesional. Basta de excusas, es el momento”.

El comunicado que elevaron después de no obtener respuestas y que fue firmado por jugadoras de todo el país indicaba: “No es nuestra intención la de confrontar o ir en contra de clubes o federaciones. Lo que buscamos es simple: la igualdad de derechos deportivos entre hombres y mujeres; transformando, valorizando y visibilizando el vóley femenino en todo el país”.

Otra de las diferencias que remarcaron estaba dirigida no sólo a la Liga Nacional sino también a los clubes y los medios especializados en deporte. Es que, mientras el torneo nacional (NdR: Liga Nacional) del masculino, organizado por la Asociación Argentina de Clubes dura 8 meses, el torneo femenino, que es organizado por la Federación, dura 3. Y otra de las diferencias que destacaron estuvo vinculada a la difusión del torneo: mientras que el masculino se transmite de forma continuada, el femenino es más esporádico.

La gran mayoría de las jugadoras de la liga no tiene un sueldo o es mínimo. Otras reciben a cambio alojamiento y comida, en caso de tener que trasladarse de su ciudad natal. Por eso, la mejora salarial estaba dentro de los pedidos. También contar con cuerpos técnicos completos que incluyan médicos y kinesiólogos.

Agostina Beltramino, jugadora de Club Rosario, le dijo a El Hincha que “la lucha de las jugadoras de fútbol por profesionalizar el deporte nos incentivó a unirnos en el mismo reclamo”.

El papelón de las camisetas

La selección argentina de básquet estaba participando de los Juegos Panamericanos de Lima cuando en la previa un partido ante Colombia perdió los puntos. ¿Por qué? Llegaron sin camiseta suplente y al ser la titular del mismo color que las que tenían sus rivales y que había sido acordado de antemano, perdieron los puntos y la posibilidad de luchar por una medalla. En el torneo del año pasado, la delegación decidió no llevar un utilero, el habitual encargado de la indumentaria de los deportistas y las deportistas.

Este año se hicieron públicos los reclamos de Las Gigantes. En coincidencia con sus pares del fútbol y el vóley, hace unos meses comenzaron los pedidos por un proyecto y una mayor comunicación con los dirigentes.

“Hoy en día, no contamos con un proyecto, cuerpo técnico ni planes de entrenamiento. Es por eso que cada una de nosotras se hizo responsable de continuar su entrenamiento y conservar su estado físico (con ayuda del club, preparadores físicos, etc)”, explicaron en el comunicado.

Muchas de las jugadoras se encuentran sin trabajo por la cancelación de la Liga Femenina y del Torneo Federal debido a la pandemia, y a eso se le sumó la baja de la beca que recibían por parte del Enard (NdR: finalmente fueron restituidas por Matías Lammens, Ministro de Deporte y Turismo de la Nación).

Después de las declaraciones públicas lograron tener una reunión con los encargados de la Confederación Argentina de Básquetbol (CABB). Sin embargo, el pedido de Las Gigantes de tener una mayor comunicación sigue trunco y ayer emitieron un nuevo comunicado en el que explican el destrato por la cancelación de dos encuentros virtuales que iban a tener y que son fundamentales para poder buscar soluciones en conjunto sobre el futuro del básquet femenino.

Pasa en el fútbol, en el vóley y en el básquet, las jugadoras piden “ser escuchadas”, que se valore el esfuerzo y que se les reconozcan sus derechos. Tomaron las canchas y las calles porque puertas adentro no tuvieron respuestas.

Comentarios