Coronavirus

Crónicas de cuarentena

Tras la pandemia en la que todos dependimos de todos, una nueva chance a la humanidad

El retorno a la "normalidad" después del coronavirus no resultará sencillo: el virus que nos cambió la vida de un día para el otro, la cambiará mucho más. Y no será sólo la caída enorme y global de la economía: la humanidad tiene delante un capitalismo más autoritario, o un nuevo pacto ecosocial


Elisa Bearzotti

Especial para El Ciudadano

El viernes el presidente Alberto Fernández anunció oficialmente que, salvo el área metropolitana de Buenos Aires, el país ingresará a la fase 4 de la cuarentena. Ello implica una mayor flexibilización a la hora de pensar el encierro, porque a partir del lunes casi seguro visitaremos a nuestro peluquero de confianza y los niños podrán acompañar a los padres a realizar alguna compra en los negocios de cercanía.

Si bien el intendente Pablo Javkin fue cauteloso en anunciar los rubros que se sumarían a esta apertura gradual de la cuarentena, sí se comprometió a volcar el esfuerzo de su gestión para lograr la recuperación económica de los habitantes de la ciudad. “A partir del lunes pasamos a la fase 4. Ahora, todo el foco en recuperar el trabajo y la producción”, indicó.

Una tarea titánica la que se propone nuestro intendente, porque el impacto a un nivel macro ha sido tan profundo, tanto en la salud y la economía como en el inconsciente colectivo que hoy se manifiesta frágil y vulnerable, que las Naciones Unidas no dudan en considerar al coronavirus como el mayor reto para el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. Y, según el Fondo Monetario Internacional, las medidas para combatirlo traerán la peor recesión económica desde la Gran Depresión.

El retorno a la “normalidad” no resultará tan sencillo como algunos esperan. Especulativamente, el virus que, de un día para otro vino a cambiarnos la vida, la cambiará mucho más. Según la mayoría de los expertos, la recesión mundial que se avecina será una de las más grandes de los últimos siglos, y las visiones sobre el modo de superarla divergen entre una aproximación hacia los modos colectivos, o la férrea defensa de las fronteras nacionales y el aumento de la vigilancia estatal.

Los economistas ya pronostican una caída del PIB mundial de alrededor del 1%, y la recuperación no será posible (al menos en el corto plazo) para algunos sectores como el automotor, el aeronáutico o el turismo, que verán afectados sus ingresos por largo tiempo. Por otra parte, es probable que la renovada conciencia sobre nuestra fragilidad nos lleve a enfocarnos en consumos menos superficiales, y a partir de ahora consideremos superfluos ciertos rubros como la vestimenta, las joyas o los perfumes. Además, a partir de la experiencia realizada con los dispositivos tecnológicos y su aporte al bienestar colectivo, su uso se hará más popular aún, lo que resulta una buena noticia para los involucrados en el circuito de las IT.

El virus vino también a poner el foco sobre otro aspecto crucial: la potencia de la interdependencia en el actual momento histórico. Para bien o para mal, para hundirnos o para salvarnos, hoy por hoy, todos dependemos de todos.

Maristela Svampa, socióloga e investigadora argentina, publicó recientemente sus Reflexiones para un mundo post-coronavirus, donde indica: “El año de la Gran Pandemia nos instala en una encrucijada civilizatoria. Frente a nuevos dilemas políticos y éticos, nos permite repensar la crisis económica y climática desde un nuevo ángulo, tanto en términos multiescalares (global/nacional/local) como geopolíticos (relación Norte/Sur)”. Y agrega: “Podríamos formular el dilema de la siguiente manera. O bien vamos hacia una globalización neoliberal más autoritaria (…) o bien, sin caer en una visión ingenua, la crisis puede abrir paso a la posibilidad en la construcción de una globalización más democrática, ligada al paradigma del cuidado, por la vía de la implementación y el reconocimiento de la solidaridad y la interdependencia como lazos sociales e internacionales (…) a un «nuevo pacto ecosocial y económico», que aborde conjuntamente la justicia social y ambiental”.

El gran interrogante es quién se hará cargo de conducir la maquinaria mundial hacia el nuevo horizonte que, por el momento, no se vislumbra demasiado prometedor. “Es obvio que nos falta el liderazgo que sólo puede ser posible si (…) las potencias mundiales clave son capaces de aproximarse, adoptar una estrategia común y luego reunir a toda la comunidad internacional”,concedió el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en una entrevista a la BBC de Londres.

El mismo medio refiere que “hoy el colapso de la economía mundial ya ha dejado millones de desempleados y, si la recesión se extiende, podría causar más fisuras en Europa y escalar los roces ya visibles entre Occidente y China, la gran potencia emergente”, mientras la directora administrativa de la agencia de calificación de riesgo Moody’s, Elena Duggar, admite: “No vamos a recuperar durante la segunda mitad del año toda la producción que se perdió en la primera”.

Tanto por la cantidad de empleos que se disiparon debido a la aparición del virus, como aquellos otros que se perderán con las cada vez más habituales formas de trabajo a partir de dispositivos tecnológicos –o para decirlo de otro modo, del ingreso de los robots a la vida cotidiana– o por las limitaciones que impone el trabajo informal ampliamente difundido en los países pobres del globo, ya son muchos los que proponen la implementación de un ingreso universal de subsistencia.

Rubén Lo Vuolo, economista y director del Centro Interdisciplinario de Estudios de Políticas Públicas, Ciepp, indica: “Este debate se está empezando a dar acá, como también se está dando en otros países de Europa o Estados Unidos.

Estamos frente a una crisis generalizada del capitalismo democrático mundial y del capitalismo no democrático, como es el caso de China”.

En este sentido, la gravedad de la situación que se avecina, junto a la nueva conciencia de igualdad impuesta por el virus, que en su avance no discrimina razas, religión ni clase social, podría llegar a abrir la puerta a nuevos modos de relacionarnos que dejen de lado la dureza del lucro individual e introduzcan los beneficios de un hacer colectivo.

Si fuera así, quizás este inmenso dolor habrá valido la pena. Si fuera así, los que habitamos el planeta desde hace varios años podríamos caminar esperanzados hacia el mundo que habitarán nuestros hijos y nietos creyendo, junto al intelectual esloveno Slavoj Zizek, lo que él postula: “Sólo a través de esta amenaza mortal podemos vislumbrar una humanidad unificada”.

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