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Sociedad

Transformar los neuromitos que entorpecen a la educación

Mauricio Cervigni, psicólogo e investigador del Conicet, define al Centro de Investigación en Neurociencias Rosario.


El Centro de Investigación en Neurociencias de Rosario CINR-UNR (cinr.unr@gmail.com) fue creado formalmente en 2014 y tiene por objetivo impulsar la investigación relativa con las neurociencias y la neuropsicología en nuestra ciudad. Propone actividades de extensión y capacitación, accesibles a la comunidad y tendientes a mejorar la articulación entre la producción del conocimiento y su aplicación concreta.

En diálogo con El Ciudadano, Cervigni se explaya dando antecedentes de lo que comenzó como un proyecto colectivo que presentó junto a su colega Florencia Stelzer, becaria del Conicet de Mar del Plata, en 2010, al entonces decano de la Facultad de Psicología de la UNR, Ovide Menin, quien, siempre abierto a iniciativas de investigadores con espíritu de innovación, lo avaló. Finalmente, en 2012, el Consejo directivo lo aprobó.

Se trata, como lo explica ante este diario su impulsor, de un conjunto de intenciones que tiene como finalidad producir conocimiento nuevo para atender a problemáticas sociales. “En principio, nos abocamos a trabajar con una población de primera infancia, en contextos de vulnerabilidad social”, se explaya Cervigni, y agrega: “A través de él, buscábamos potenciar funciones cognitivas o intelectuales que en la actualidad se llaman ejecutivas, en niños con necesidades primarias no sólo materiales, y en contextos desfavorables”.

Cuando el proyecto era tan sólo una idea, recibieron el apoyo del entonces director del Irice, Raúl Gagliardi, un biólogo con un postgrado en educación en Suiza. Así nació el proyecto que llevaba como principal objetivo la formación de un centro que como eje tuviera la creación de un instituto dirigido a entender la vulnerabilidad social.

Teoría del apego

—¿Utilizan en sus análisis la teoría de John Bowlby?

—Con otro nivel de análisis, ya que Bowlby, como pediatra y psicoanalista, hacía un abordaje priorizando lo clínico. Las teorías neurobiológicas actuales le han dado a la teoría de Bowlby un sustento material porque, según las nuevas investigaciones, niño y mamá pueden generar patrones de neurodesarrollo disfuncionales; sobre todo en el caso de una mamá que no tiene la capacidad de responder a las necesidades del niño con los alicientes requeridos. Esto lo vemos en un lugar público, en el comportamiento de una mamá que se ocupa y de otra que atiende otras prioridades y lo que esta conducta puede impactar en el niño que al girar la cabeza ve a su madre atendiendo otras cosas.

—Con el impacto que estas conductas tendrán en lo social

—Y en lo material, ya que estas conductas repercutirán en el sistema nervioso de ese niño. Un buen patrón de apego, un lazo afectivo mamá-niño, más un lazo de seguridad para el infante que se siente protegido y cuidado, dará un patrón de neurodesarrollo diferente al de aquel niño con una mamá que está y no está, que desaparece o se desentiende, lo que en el niño generará un patrón elusivo y ansiógeno que repercutirán en su adolescencia y en su adultez, configurando dificultades de adquirir seguridad y autoestima, un bajo control de los impulsos y baja autoregulación.

—Muchas veces, y hoy sobre todo, las ausencias de la madre se deben a una organización laboral; ¿esto afecta de todos modos al neuro-desarrollo del niño?

—Las madres en estos casos, muchas veces, compensan favoreciendo el apego cuando pueden estar con sus niños. En esos casos, los niños pueden contar a su alrededor con adultos que toman el lugar dejado momentáneamente de lado por la madre.

Encuentro en Madrid

En 2007, en mi primer año como becario doctoral de Conicet, mi director de tesis me convocó para realizar un trabajo de campo en las afueras de Madrid. Entre las personas convocadas para este proyecto estaba Miguel Ángel Álvarez, un investigador que trabajaba como jefe del laboratorio de neurocognición, dependiente del Instituto de Neurología y Neurocirugía de la Habana (INN), y en la Facultad de Psicología de la Universidad de la Habana (UH).

Luego de unos trabajos en común, Álvarez se transformó en mi tutor y referente científico. Con él entablamos una relación de amistad y a la vez profesional, porque a partir de ahí empezamos a hacer trabajos en común, cuenta Cervigni.

—¿Qué se buscaba con ese trabajo de investigación de campo?

—En primer lugar comprobar el grado de disminución de capacidad cognitiva en adultos que llegaran a determinada edad y de cómo estos indicadores podrían ser una manera de anticiparse a la instalación de una patología como el alzheimer u otra enfermedad neurodegenerativo. Eran personas sin problemas neurológicos instalados. Se buscaban indicadores subclínicos que nos abrieran una ventana a lo que posiblemente llegara con los años. Un modo de adelantarnos y prever futuros deterioros. Adelantarse en busca de indicadores objetivos.

—¿Un modo de ir haciendo prevención?

—Sí, pero a través de un tratamiento conductual; brindando asistencia piso-educativa a través del entrenamiento de algunas funciones y de ese modo aquietar el progreso del deterioro.

—¿Trabajaban sobre la neuroplasticidad?

—Sí, de hecho sabemos que la neuroplasticidad se da en todos los períodos de la vida del ser humano, incluso en la vejez, a diferencia de las creencias que hasta hace poco tiempo guiaban los tratamientos de esas personas. Desde que Ramón y Cajal la describiera a principios del siglo XX, hoy sabemos que la neuroplasticidad se produce en todas las etapas de la vida. Lo valioso del trabajo fue que se intentó detectar estos indicadores en esta población antes de que se manifestaran claramente.

—Debe haber sido un avance entender que el ambiente podía modificar el genotipo en un nuevo fenotipo.

—Con ese avance, justamente, se logró sustituir la antigua idea determinista, aunque la misma sigue teniendo vigencia en la educación de hoy. Por eso, hoy nos preocupamos y ponemos el foco en la neuro-educación para poder discutir esos viejos modelos que aún siguen vigentes.

En primera persona

“En la secundaria cursé una formación técnica y como no me interesaba seguir electrónica ingresé a la facultad de Psicología. Siempre me sentí atraído por la investigación científica, y me encontré con un grupo de trabajo fuera de la facultad en el Irice y me pude conectar con el Conicet para empezar mi carrera de investigador. Primero fue una pasantía, luego la adscripción y el inicio de mi carrera de investigador como becario del Conicet; y a la vez ejercía la docencia en la facultad de Psicología”, relató Mauricio Cervigni.

La ciencia de los claustros

“Cuesta hacer salir a la gente de la idea que la neuroplasticidad se da solamente en los primeros años”, afirma Cervigni, y agrega: “Ésta sigue siendo una idea en algunos pedagogos que no tomaron contacto con los avances de la neuro-educación. Perdemos un potencial enorme ya que no trabajamos en una neurorehabilitación o entrenamiento de funciones que pueden darnos muy buenos resultados. Debemos ayudar a transformar aquellos neuro mitos que entorpecen a la educación”.

La adopción del término neuro-educación, es muy reciente; en primer lugar, neuro-educación sugiere un encuentro entre las ciencias de la educación y las neurociencias, John T. Bruer, autor de “Escuelas para pensar: una ciencia del aprendizaje en el aula”,  advierte sobre el largo camino que falta recorrer, antes de poder establecer puentes sólidos entre las disciplinas, al afirmar que “la neuro-educación es una mezcla con muchos componentes y, además, se encuentra apenas en sus comienzos”.

Según la visión de Mauricio Cervigni, en esta materia, se presentan tres perspectivas; una optimista que sostiene que la educación tiene que ir de la mano de las neurociencias y sus nuevos campos de integración.

Una visión más moderada que cree que las neurociencias pueden aportar algo al campo educativo. Lo que llevaría a un aumento del diálogo horizontal entre educadores y neurocientíficos.

Y una visión más escéptica que, en muchos casos, está sostenida por psicólogos psicoanalistas humanistas que ven que todo aporte de las neurociencias, poco aportarían a los cambios humanos y educativos.

“Creo que estas tres perspectivas se hacen presentes a la hora de analizar el fenómeno educativo”, afirma Cervigni, al sostener que “muchas de las investigaciones que vienen del campo de lo neuro se consolidan como experimentos de laboratorios y no pueden extrapolarse al terreno sociocultural, al espacio de lo humano. Hay mucha investigación en los laboratorios y poca en el campo, en las aulas”. Y, siguiendo a Bruer, concluye: “El campo de la neuro-educación está construyéndose”.

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