Ciudad

Opinión

Trabajo Social: la transición de un refugio para gente en situación de calle a una casa asistida

Son 30 residentes, todos varones, de entre 25 y 75 años. Muchos de ellos se encontraron en situación de calle frente a la crisis laboral que despertó la pandemia, otros ya eran conocidos por diferentes equipos. Las necesarias transiciones


Por Licenciado Lautaro Danna*
*Colegio de Profesionales de Trabajo Social de Santa Fe 2da Circunscripción

 

Transitar los rincones del Refugio “Grandoli” en estos tiempos de pandemia, distanciamiento y fragilidades nos desafía a revisar políticas, a resituar conceptos y a repensar una vez más, nuestras prácticas.  En la ciudad de Rosario se han desarrollado diversas estrategias y abordajes en torno a grupos poblacionales con diversas y múltiples vulnerabilidades. 

Particularmente, para las personas que se encuentran en situación de calle se han creado, según distintas gestiones de gobiernos locales, dispositivos de recorridas, equipos distritales de operadores, refugios de invierno, convenios con ONGs, etc. La realidad se ha recrudecido y se ha complejizado, claramente. 

Estar en situación de calle” dice Jorgelina Di Iorio, se configura “como una problemática social compleja atravesada por dimensiones económicas, sociales, políticas, históricas y culturales”. 

Las miradas, los cuerpos y las decisiones han recorrido diferentes etapas y consolidado un conjunto de experiencias que hoy entiendo, nos invitan a repasar las urgencias y prioridades. 

Operadores y operadoras de calle transitando avenidas, esquinas y bulevares, entrevistando, indagando, escuchando. Enlazan sus intervenciones con dispositivos, programas e instituciones barriales. Otros equipos de trabajo, desde la centralidad, atienden una guardia telefónica o tramitan ayudas económicas y DNI. Organizaciones aportan su criticidad y potencian la articulación y cercanía con los sujetos que requieren acompañamiento singular y comunitario. “La calle no es un lugar para vivir” orienta como idea fuerza el gran acuerdo ciudadano que quizás haya que reconstruir. 

Quizás en este complejo y enmarañado contexto de reales y legítimos reclamos por dificultades económicas, de anti cuarentenas escuálidos ligados a neoliberales enmascarados, paradójicamente aparezcan con mayor claridad algunas necesidades estratégicas orientadas al trabajo con las personas en situación de calle. 

Ejes de nuevas miradas

Lo crucial de la desnaturalización cotidiana de la mirada pública puesta en aquellos y aquellas que se encuentran en calle (“está allí porque quiere”, “pobres hubo siempre”, “nada hay por hacer”). 

Fortalecer y sistematizar las instancias de diálogo entre organizaciones que trabajan en calle, Estado (en sus distintos niveles) y otros colectivos. 

Potenciar conceptualmente un abordaje multicausal para con las personas en situación de calle que se nutra definitivamente de la intersectorialidad, la integralidad y la interdisciplina. 

La importancia de recuperar una mirada clínica en los abordajes en calle, sustituyendo lo manicomial, interviniendo desde lo singular, situando desde allí historias/ contextos/ necesidades. Pero siempre con otres, entre otres. Haciendo equipo, supervisando, trabajando en el entre. 

Dotarnos de síntesis posibles entre aquellos saberes populares que emana nuestro pueblo y las diversas posiciones y experiencias profesionales que hagan praxis.

Al sur, en el corazón Tablada

El Refugio “Grandoli”, está ubicado en la zona sur de Rosario, en medio del corazón de Barrio Tablada. A metros del río y rodeado de instituciones, es muy conocido entre los y las vecinas de la zona. Es un edificio muy antiguo, aunque tiene un importante mantenimiento. Se organiza en dos grandes habitaciones, baños, comedor, cocina y un par de espacios para entrevistas, etc. Tiene suficiente amplitud, extensión y terrenos, con unos 6 o 7 árboles frondosos.  Hay algunos lugares para trabajar la madera, guardado de herramientas o realizar actividades deportivas y culturales. 

Actualmente al ingresar por calle Grandoli al 3400, nos encontramos con el Hogar Municipal de Adultos Mayores, dependiente de la Dirección homónima. Y en el sector posterior, se ubica el Refugio “Islas Malvinas”.  Es allí donde, desde los últimos días de marzo del corriente año y a partir del decreto nacional 297/2020, que 30 personas llevan adelante los cuidados necesarios frente a la pandemia del Covid 19.

El proceso de trabajo fue claramente complejo, fluctuante y se llevó adelante entre equipos y residentes con muchísimo compromiso. También con relativa incertidumbre y temor, frente a un virus que nadie conocía. Y que aún, poco se conoce.  

Los cambios

Nos encontramos construyendo una nueva institucionalidad que requería una vez más del aporte de profesionales, acompañantes convivenciales, organizaciones diversas, decisores y cada uno de las personas alojadas. 

Desde un principio, el desafío más importante fue deconstruir la idea provisoria y filantrópica de que se “brindaba techo y comida por amor a un otro” para transitar más definitivamente hacia la idea de la restitución de derechos, del trabajo con un sujeto histórico y social, en el marco de una incipiente política pública que habría llegado para, inexorablemente, quedarse. 

El equipo de trabajo está conformado íntegramente por personal municipal. Incluye médica generalista, psiquiatra y psicóloga por parte de la Dirección de Salud Mental de la Secretaría de Salud, un grupo de acompañantes convivenciales y Trabajador Social que dependen de la Secretaría de Desarrollo, pasantes de enfermería que dependen de la UNR, algunos talleristas o educadores vinculados al Punto Digital y de otras áreas como Economía Social, Cultura o Deporte. un área de mantenimiento, personal de limpieza y vigilancia. 

Actualmente son 30 residentes, todos varones, de entre 25 y 75 años, que fueron llegando al Refugio por haber sido relevados en calle, derivados por alta hospitalaria o por alguna organización no gubernamental. Muchos de ellos se encontraron en situación de calle frente a la crisis laboral que despertó la pandemia, otros ya eran conocidos por diferentes equipos, pero con todos se fue profundizando el trabajo clínico singular. Se diseñaron instrumentos de registro, Carpetas Personales; se desarrollan entrevistas diariamente, se llevan adelante asambleas para trabajar lo convivencial, y se va poniendo en discusión el trabajo en reuniones semanales entre todos y todas.  Se plasma un desafío cotidiano de acompañar, de escuchar, registrando necesidades, conflictos, posibilidades. 

Las diversas escenas que se indagan, nos muestran muchas historias de vínculos afectivos desarmados, de lazo social resquebrajado, de las dificultades de simbolizar lo necesario. La perspectiva socioeconómica y sus fragilidades o inexistencias no son las únicas dificultades que aparecen. Lo complejo de cada situación, hace complejo cada abordaje. Cuestiones socioeducativas, padecimientos subjetivos profundos, desafiliaciones institucionales, dificultades para sostener trámites engorrosos son cartas presentes todo el tiempo. Y en cada ocasión se juega el desafío de no suplir al otro, de acompañar estando, de promover autonomía y responsabilización subjetiva. 

Otros tiempos y espacios

 En el Refugio se va descubriendo otro tiempo, otro espacio, otra posibilidad. La pandemia, nos obligó a todes a encontrarnos con esto. En el Refugio también. 

Se van armando actividades, se van transitando los conflictos, van apareciendo las angustias y también los deseos. La palabra es ayudada por el cuerpo, y se van desplegando potencialidades. 

La articulación de estrategias se configura diariamente con el área jurídica de la Secretaria de Desarrollo, con la Dirección Provincial de Inclusión para Personas con Discapacidad, con Ansés y Pami, con Cultura provincial, entre otras dependencias. 

La huerta y sus oréganos, la película nocturna y sus debates, la organicidad para el lavado de ropa, el uso del teléfono, las dietas especiales, los tamaños de las porciones, aquellos que retornan a sus trabajos, los miedos de quienes aún permanecen, la incertidumbre del futuro, el debate en asamblea, los ronquidos o el volumen de la radio, el desorden, la limpieza, las visitas afectivas, las necesidades y el sexo, la discusión sobre machismo- el botón rojo- o el IFE, las tensiones sobre las salidas, la necesidad de contar con más herramientas para carpintería, los malabares, las mandalas, los silencios, los gritos, la tensión sobre las crisis subjetivas, los hisopados. Aguas turbias que transitan por debajo del gran puente de la hospitalidad, la practica subjetivante y el enfoque de derechos. 

Lineamientos y criterios de trabajo que se van desplegando en el trabajo diario, con la convicción profunda de plasmar una transición necesaria que va desde un refugio para la urgencia hacia un dispositivo integral de cuidados, que pone a la clínica y al sujeto en el centro de la escena interventiva. Y en ella, cada cual tiene su potencial aporte y mirada. En este contexto, se va situando cada momento del trabajo con los residentes, como una oportunidad para la escucha, para la autonomía, para pensarse. 

Con cada residente, se indagan las vinculaciones afectivas, si las hubiere, la posibilidad de inclusión laboral o las complejidades de los consumos problemáticos.  En esto último, y en algunos casos, va apareciendo una aproximación de tratamiento. 

Cuando son habilitadas, se realizan salidas recreativas y visitas afectivas. A cada residente se lo acompaña a cobrar su IFE, jubilación o pensión; también cuando aparece la necesidad de realizar compras particulares. La singularidad empuja y hace espacio, frente a un otro paradigma que neutraliza, desmoviliza y objetaliza al sujeto. 

La mencionada transición además se refleja en otras escenas cotidianas del trabajo como la figura del Operador (hoy, son todos varones) que resulta imprescindible institucionalizar y reconfigurar en la de Acompañante Convivencial. También la necesidad de consolidar mesas intersectoriales de conducción, para fortalecer, entre otras cosas, las cuestiones presupuestarias. 

Y se va tensionando el trabajo, cuando la huerta no logra hacerse colectiva, cuando lo producido en el taller no logra repartirse entre todos, cuando aparece una donación de ropa, cuando se discuten las tareas de limpieza o lavado, cuando los cuidados no se desarrollan de igual forma.

Definitivamente es y será clausurar las intervenciones ligadas a la estigmatización- discriminación, al castigo y el encierro, mucho menos al control social. Es acompañar, propiciando la emancipación, con recursos genuinos y claros criterios de trabajo. 

La Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657, más allá de los tradicionales embates conservadores que sigue sufriendo, nos desafía- en tanto su profundización e implementación efectiva- a construir mayor accesibilidad a los servicios de salud, a formar y capacitar a sus equipos de trabajadores y trabajadoras, a promover dispositivos de atención ambulatorios que empujen los procesos desmanicomializadores. En la provincia de Santa Fe y en la ciudad de Rosario claramente hay muchísimo hecho, discutido e implementado. 

Y todes sabemos que falta mucho por hacer.  Quizás entonces, sea el camino a defender. 

Sobre todo, la necesidad de profundizar estos rumbos. Las personas que se encuentran en situación de calle tampoco tienen tiempo de esperar. La crisis que nos dejó el macrismo, expresada en políticas neoliberales que ofrecieron pobreza, desocupación, mega endeudamiento y desmantelamiento del Estado es contundente. 

Pero apareció también la respuesta en medio de la pandemia y de la crisis. Equipos profesionales de diferentes áreas gubernamentales, nuevas figuras de acompañamiento que serán consolidadas, organizaciones que abordan la calle que empujan los cambios con compromiso- agenda y relevamientos contundentes. Todos y todas haciendo síntesis en un trabajo clínico- político, singular y comunitario. Ubicando este tiempo como desafiante, con agenda abierta para avanzar en derechos para cada una de las personas que expresan, estando en calle, que ya no se puede volver atrás. 

Que se hace imprescindible entonces, rediseñar un conjunto de dispositivos de abordaje que incluya Refugios Nocturnos, Hostales, Viviendas Asistidas y operadores de calle recorriendo cada rincón de la ciudad. Contando con la fundamental articulación de las organizaciones del pueblo, la Universidad pública y los distintos sectores que se sumen a esta patriada. 

 

Comentarios