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Trabajar por el bronce y no por la plata

Por: Liliana Nartallo

Hace unos días leía un chiste de un dibujante que expresaba lo distinta que sería la Argentina si los políticos en lugar de trabajar por la plata trabajaran por el bronce. Y la verdad es que detrás del humor que encerraba el dibujo había una gran verdad que está latente en el pensamiento de muchos argentinos. En la cotidianeidad de la vida argentina todo chiste en ese aspecto deja de ser risueño y pasa a ser penoso.

Si tenemos que hacer una retrovisión de nuestra historia como país debemos decir que hace muchísimos años que quienes nos representan dejaron de pensar en el bronce y empezaron a pensar específicamente en la plata, en el billete poderoso que, como bien dice una canción, “hace girar al mundo”.

Antes, llegar al poder, sentarse en el tan ansiado y respetado sillón de Rivadavia, era sinónimo de compromiso, de servicio para con el pueblo que lo había respaldado con su voto. Convicciones y trabajo se unían para lograr propósitos nobles y engrandecer a una Nación que caminaba hacia su destino de grandeza. Segundos, minutos y horas dedicados a elaborar proyectos y planificar a futuro, la meta era edificar para las generaciones venideras una sociedad con valores donde se pudiera trabajar, expandirse, educarse y vivir en paz. Desde la lucha por la independencia de nuestro suelo, donde gente como San Martín, Belgrano y todos los que participaron de la gesta de Mayo y de la jornada gloriosa del 9 de Julio de 1916, hasta quienes nos gobernaron en los albores de la democracia, gente como Nicolás Avellaneda, Hipólito Yrigoyen, Lisandro de la Torre, Alfredo Palacios y tantos otros que sentaron precedentes y formaron con su doctrina los distintos partidos que trascendieron en la historia, hasta la época más cercana donde Juan Domingo Perón y Eva Perón pusieron en práctica la doctrina que privilegiaba la justicia social, se podría decir que tuvimos gobernantes que con sus aciertos y sus errores, pensaban en una Nación grande. Visionarios y estadistas que veían las potenciales riquezas petroleras, agrícolas, ganaderas, industriales y buscaban impactar al mundo para que la Argentina fuera reconocida y pudiera integrar el conjunto de los grandes países. Pero un día, esos hombres (entre ellos muchos que murieron en la pobreza, como el caso de don Arturo Illia)  se extinguieron y llegaron los otros, los que vieron en el poder el medio perfecto para su enriquecimiento personal. Pasamos la dura época del proceso militar. Dejaron de existir los planes a largo plazo; no eran redituables. Se consideró que era mejor lo efímero y así aparecieron las dádivas, se acabó el trabajo real y empezó a circular el origen del clientelismo político con las recordadas cajas PAN. Iban a servir para paliar la desnutrición infantil, pero al poco tiempo pasaron a ser una herramienta política, hubo denuncias y hasta se vendieron los productos en algunos almacenes. Siguió la privatización, el uno a uno, el corralito, un gobierno de alianza que no terminó su mandato, los planes Jefas y Jefes y ahora en los últimos tiempos la asignación universal por hijo.

El asistencialismo, que otrora  fue utilizado para morigerar alguna que otra situación de pobreza, se hizo algo popular, cultural y con ello conculcaron la cultura del trabajo.

De todos modos, esperemos que algún día hombres y mujeres dispuestos inteligentemente para entender lo que significa gobernar, puedan aspirar a algo más valioso que la plata que puedan llevar a sus arcas personales y queden en el recuerdo del pueblo a través del bronce en razón de sus grandes obras.

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