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Trabajan para crear una “biorrefinería”

La UNL y el Conicet desarrollan plan para usar desechos de biocombustibles.

Investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y el Conicet se entusiasman a medida que avanzan hacia lo que dieron en llamar “biorrefinería”: una suerte de industria petroquímica aunque sin utilizar petróleo como insumo sino los desechos que genera la producción de biocombustibles. En el proceso que permite obtener combustibles a partir de oleaginosas se desecha alrededor del 10 por ciento en un subproducto llamado glicerol. El glicerol, en grandes cantidades, puede convertirse en un desecho peligroso, por eso los investigadores están trabajando, junto a un grupo de productores agropecuarios de la provincia, en un proyecto que pretende transformar ese desperdicio en nuevas sustancias de mayor valor.

No se trata de una actividad menor en términos económicos. Sólo en el Gran Rosario hay plantas que pueden producir hasta 1.800.000 toneladas anuales de biocombustibles; sumando las del resto de la provincia la producción anual puede alcanzar, en la actualidad, 2.500.000 toneladas. El 10 por ciento que se desperdicia –glicerol– tiene utilidades en la industria cosmética y farmacéutica. Puesto que el exceso de producción puede convertir al glicerol en un desecho inconveniente para el ambiente, un grupo de científicos de la UNL y el Conicet trabajan en distintos métodos para transformar esos desperdicios en sustancias más valiosas y que, a la vez, reemplacen otras originadas a partir de petróleo.

La producción de biocombustibles en territorio provincial ha dado un salto importante en los últimos años, a tal punto que el 80 por ciento del total de las exportaciones del país sale de las plantas radicadas en Santa Fe. Las exportaciones también se multiplicaron: en 2009, el país vendió al exterior 1.200.000 toneladas de biodiésel; en 2008 habían sido 725 mil toneladas y en 2007, 170 mil toneladas. Para este año, la Cámara Argentina de Biocombustibles estimó que la producción llegará a las 2.400.000 toneladas: el doble de lo que el país exportó el año pasado. Por ley, desde el 1º de enero de 2010 el nuevo gasoil debe contener un corte de 5 por ciento de biodiésel: un combustible a base de aceite extraído principalmente del poroto de soja.

Fuera de ese mercado interno, el destino de la producción es el mercado exterior –sobre todo Europa–, que demanda cada vez más combustibles de origen vegetal como consecuencia del incremento constante del precio del petróleo crudo. Las expectativas para las plantas radicadas en Santa Fe no pueden ser mejores: la Unión Europea ordenó a sus Estados miembro que para el año 2020 al menos el 10 por ciento del combustible usado en vehículos debe ser reemplazado por biocombustibles. De todos modos, también está previsto que el corte de biodiésel en el gasoil que se comercializa en el país alcance el 20 por ciento en los próximos cuatro años.

El crecimiento de la producción de biocombustibles trae aparejado riesgos ambientales. Por eso desde los ámbitos académicos han comenzado a estudiar alternativas para que los desechos que genera esa industria no acaben afectando el medioambiente y, a la par, buscan sacar un rédito económico a partir de esos desperdicios. “Así como en la refinería se forma un árbol petroquímico, ya que a partir de un producto se generan muchos otros, el glicerol estaría en una condición inmejorable para convertirse en ese centro de lo que es la biorrefinería”, explicó Raúl Comelli, uno de los directores del proyecto llevan adelante la UNL y el Conicet.

“El proyecto busca variantes porque, si simplemente transformamos un desecho como puede ser el glicerol en otro producto, éste correría la misma suerte. Ahí es donde entra el concepto de biorrefinería. A partir de esa conversión nosotros podemos tener sustratos o materias primas para otro tipo de compuestos. En líneas generales, se trata de hacer todo más sustentable y más amigable con el medioambiente”, agregó Alberto Iglesias, investigador del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral que lleva adelante la iniciativa junto con Comelli.

Los investigadores destacaron que el glicerol es una materia prima que tiene un gran potencial para, a partir de ella, fabricar una gran variedad de productos. En el proyecto que desarrollan la UNL y el Conicet se han focalizado en dos compuestos: un insumo para la industria cosmética, usado frecuentemente en bronceadores (la dihidroxiacetona), y una sustancia que puede utilizarse en la producción de biopolímeros de características biodegradables: el monómero 1,3-propanodiol.

“La idea es agregarle valor a un desecho y vehiculizarlo, para que no sea un estorbo. Este tema es muy importante a nivel de desarrollo de país, porque uno de los problemas serios que tuvo siempre Argentina es que es productor de materias primas. La necesidad de redimensionar toda el área de refinería plantea una oportunidad relevante a países productores de materias primas relacionadas con lo biológico, para que impulsen el desarrollo de herramientas tecnológicas en el sector, las que pueden ser importantes para reposicionarse en la economía mundial”, concluyó Iglesias.

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