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Trabajadores sociales a todo ritmo; una tarea esencial en plena pandemia

Cuando hay que rebuscarse para llevar el pan día a día, un mínimo encierro comienza a hacer estrago en la vida de cualquier persona.  Es ahí cuando, solo pensar que con mirar para un costado, notás las claras desigualdades de quienes quedan por fuera de ese maldito sistema


Lic. en Trabajador Social Enzo Damián Rosli, (Rufino, Santa Fe)

Colegio de Profesionales de Trabajo Social 2da circunscripción.

 

Desde el mes de marzo comenzamos a visualizar por distintos portales, gracias al fenómeno de la globalización y el instante del aquí y ahora en el que vivimos, que un virus del que poco se conocía al otro lado del mundo comenzaba a cambiar la cotidianeidad de las personas, donde esa realidad que tanto decíamos conocer nos ponía nuevas reglas de juego. Es así cuando comenzó en nuestro país un nuevo momento histórico, donde pasamos de compartir eso tan argentino como el mate, el vaso, el asado los domingos en familia, las salidas de los jueves con amigos, entre tantas cosas más, a solo estar en casa viendo que todo cambiaba y pelear contra algo que no sé veía, pero que avanzaba rápido, mostrando la miseria del individualismo que nos viene dejando el hiper-capitalismo en el que transitamos nuestra vida. 

Si repensamos desde aquel marzo cuando fuimos sometidos al Aislamiento, Social, Preventivo y Obligatorio, para ganar tiempo en nuestro dificultoso sistema de salud, donde no dejamos de escuchar el slogan de un gobierno Nacional que felizmente nos decía “Volvemos a tener Ministerio de Salud” el cual debía ahora en contra reloj armar una nueva Argentina, donde la desigualdad entre “clases sociales” tiene una larga trayectoria, dejando su huella aún más profunda en una pandemia. Fue así, como comenzamos a escuchar, ver y leer todo el tiempo sobre el virus Covid-19, acompañado de recomendaciones, pero sobre todo de la Frase #QuedateEnCasa. A simple vista, una mínima tarea que nos ayuda a prevenir, cuidarnos y cuidar a los nuestros, que, a fin de cuenta, siempre es lo que nos importa como sujetos, o eso demostramos. 

Todo hombre, mujer y niño puede hacer el esfuerzo para resguardarse en ese pequeño lugar que llamamos hogar, sin tener la noción de que es un privilegio de clase, no todas las viviendas argentinas son sinónimo de felicidad, paz y amor, donde hay todo lo necesario para estar el tiempo que sea necesario, porque acá, es donde el sistema hace de las suyas, porque como dice una frase que leí en alguna red social con los moralistas de la virtualidad, “estamos todos en el mismo barco” la primera y gran mentira de todos aquellos que viven rodeados de privilegios básicos, como techo, comida, Netflix e internet para pasar esa famosa, larga y pesada cuarentena, que nos deja ver que la cotidianeidad de muchos es otra, porque cuando hay que rebuscarse para llevar el pan día a día, un mínimo encierro comienza a hacer estrago en la vida de cualquier persona.  Es ahí cuando, solo pensar que con mirar para un costado, notás las claras desigualdades de quienes quedan por fuera de ese maldito sistema que nos crías cada vez más egoístas y sobre todos cada vez más lejos de la realidad de Otro, haciéndonos culpable de estas naturalizaciones de pobreza constante por ser de países tercermundista. 

Pero, ¿Qué pasa cuando el quedarse en casa se vuelve complejo? Ahí acá donde comienza a surgir la idea del Trabajo Social ATR dado que nosotros somos y seremos tarea esencial siempre que la humanidad esté en crisis, porque un ASPO /DISPO tan largo, va a requerir de una intervención para ese sujeto que desde su constitución como tal necesita de un Otro, que es un animal de costumbre y social, que en los momentos difíciles recurre a otro ser humano para ser acompañado y recorrer junto a otro los distintos desafíos el vivir en sociedad. Es así, que cuando el estar en casa se comprende como privilegio de clase, comienza el Trabajo Social a ver las distintas formas de llegar al Otro cuidando y cuidándose, pero siempre con sus sentidos alerta para estar a la altura de la circunstancia. 

Si lo pienso desde mi labor diario, en el área de Política de Violencia de Género y adultos mayores de una comunidad, donde las instituciones son pocas y no se trabaja de manera articulada por egos personales, donde el recurso humano siempre es poco y a su vez, suele venir de las ciudades aledañas, es necesario reinventar a diario la labor. Es por eso, que es ATR la función, porque día a día apostamos junto a mis colegas a superar las dificultades que la pandemia nos arrimó y hoy son moneda corriente, dado que es difícil poder pensar de forma individual aquello que es meramente colectivo. 

Para responder a la pregunta, debo decir, que cuando en un hogar la tranquilidad desaparece y comienzan horas de calvarios, donde hay vidas en riesgo, no hay pandemia que justifique la omisión de acción por parte de los profesionales, es acá, donde se vuelve crucial para todo Trabajador Social, superar los obstáculos puesto no solo por el contexto de pandemia, sino también aquellos que estaban antes de la misma. Desde ese punto, uno sabe que debe actuar conforme a los recursos que se tiene, pero nunca  bajar los brazos, es ahí donde comprendí aún más, que necesitamos esa empatía, que carece de todas formas en distintas instituciones, cuando la persona se convierte en papel, donde una profesión es más valiosa que otra, donde de un escritorio con las medidas de precaución pertinentes se envía una orden para que otro cumpla no las falencias de ellos, cuando una institución queda abocada al virus y sus profesionales toman de ellos para escudarse y seleccionar con quién trabajar, entre otras irregularidades, es ahí, donde uno afirma su vocación y comienza a cumplir con responsabilidades de otro a fin de que las personas dejen de circular de un lugar a otro, sin tener una mínima respuesta cuando nada más y nada menos que la vida de un sujeto pleno de derechos está en riesgo. Es ahí, cuando se vuelve a denotar, que los privilegios de clases de los distintos trabajadores de las instituciones, que son a su vez, la cara visible del Estado, los deja dormir tranquilos, sin la constante amenaza de no saber si vas a poder volver abrir los ojos a la mañana siguiente, cuando no sabes que reacción puede tener aquel a que uno le teme, cuando vigilas todo el tiempo tus acciones y la de tu entorno para no desatar la furia o cuando te reprimís y cumplís con todo tipo de deseo contra tu voluntad para que esa bestia quede contenida. 

Desde ese momento, comprendes que el Trabajo Social debe estar ATR para comenzar actuar profesionalmente, de una forma completamente distinta a la que sabías, donde la burocracia tiene sus tiempos, donde el interés de quien debe acompañarte de forma articula comienza a desaparecer por lo abrumador del contexto que vivimos desde marzo y sobre todo comprendes que tu profesión es tan necesaria, pero a la vez, tan despreciada por instituciones que no ven más allá de letras muertas en leyes de antaño.  Y es ahí, cuando estás frente al Otro que pones tu mejor cara y recordás lo que tantas veces te repitieron mientras estudiabas, hay que trabajar constantemente con la frustración, porque son sujetos, pero sobre todo sujetos con derechos, que tienen voz y la misma debe ser escuchada. 

Los y las Trabajadores Sociales así somos, esa profesión que desde el comienzo era la caridad del que más tenía, el mero instrumentador del Estado que ayudaba al pobre, al que dada chapas, ropa y comida, que hoy seguimos en el asistencialismo, pero como puntapié para una nueva intervención, somos aquellos que van de casa en casa tratando de sacar niños para algunos y para otros los que tenemos el manual de cómo vivir, pero también somos aquellos que están al pie de cañón para la actuación profesional que así se requiera, es por ello, que para mí somos ATR.  

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