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Todos buscan la nueva foto del poder

Por: David Narciso


Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo…
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
“Elegía”
Miguel Hernández

Todos los actores políticos y económicos están a la espera de los primeros movimientos de la presidenta de la Nación a partir de hoy, cuando se reintegre a sus tareas. El sentido de las primeras medidas y, sobre todo, cómo rearmará su círculo íntimo de gobierno con el que tomará decisiones, son las que más expectativas generan.

La cuestión es a quiénes y por tanto a qué sectores elegirá Cristina para ocupar espacios de poder que antes llenaba la presencia de Néstor Kirchner. La incógnita es atinente puertas adentro del kirchnerismo (en particular para el ala sindical de Hugo Moyano que con sus gestos en paralelo al velatorio dio muestras de temor a estar perdiendo espacio en la consideración del gobierno) como hacia el resto del justicialismo.

El justicialismo

Una incógnita inicial es si el conjunto del peronismo está preparado para que lo “ordene” una mujer. El verbo “ordenar” implica actuar como jefe: asignar premios y castigos, encolumnar detrás de un proyecto o empujar a la vereda de enfrente, marcar los tiempos de diálogo y los de ruptura.

En las filas justicialistas suele decirse que cuando el jefe no ordena al justicialismo el justicialismo termina ordenando a su jefe. Quizás fue ésa, entre otras, la razón por la cual Kirchner y Cristina resolvieron en 2007 que necesitaban tomar el control del PJ decepcionando a los aliados no pejotistas.

Tradicionalmente un justicialista que es jefe de gobierno lo es del peronismo, ya sea a través de su figura o de un dirigente aliado o de su confianza. Cuando ese alineamiento no ocurre, la gestión empieza a hacer ruido, se complica, fluyen los condicionamientos. Éstos podrían ser argumentos a utilizar por quienes, dentro del kirchnerismo, empiezan de a poco a empujar a la presidenta a disputar la jefatura del PJ.

El lugar institucional que Kirchner dejó vacante lo ocupará Daniel Scioli, quien en las últimas horas hizo un gesto político trascendente al ratificar que estará en el lugar que le pida la presidenta, dando a entender que no prestará más oídos a los cantos de sirena de los peronistas federales, el espacio de los candidatos a presidente que no estaban dispuestos a que el ciclo kirchnerista continúe después de 2011.

¿Reunificar? ¿Para qué?

La reunificación del justicialismo fue un globo de ensayo que los federales tiraron cuando el cuerpo de Kirchner todavía no reposaba en Río Gallegos y que Hugo Moyano alimentó cuando dijo: “¿Por qué no? Somos todos una gran familia”.

Es cierto que poco antes de morir Kirchner estaba llamando a todos los aspirantes a la candidatura presidencial del justicialismo a competir por adentro del partido y que llegó a decir que no guardaba “ni una gota de rencor contra nadie”. Todo era parte de una estrategia para ordenar al peronismo detrás de su candidatura o la de su esposa. Kirchner entendía que si los federales competían por afuera no tendría a quién “ordenar” y eso debilitaba las chances de un tercer período; en cambio, si lograba que dieran la pelea en la elección primaria y los vencía, entonces les habría incendiado el horizonte político y los derrotados no tendrían más remedio que elegir entre acompañar a los ganadores o diluirse en el ostracismo.

El llamado de Kirchner a los justicialistas federales no obedecía a la lógica moyanista, en el sentido de que los peronistas son una gran familia que a veces se pelea pero que no tiene otro destino que estar junta. El ex presidente los estaba convocando a acordar las reglas de la pelea, subirse al ring, pelear y que gane el que más votos tenga.

La foto del poder

Decisiones que las distintas vertientes del justicialismo analizaban hasta la semana pasada ahora se postergarán un mes o dos. Hay expectativa por las primeras medidas de la presidenta, sus gestos, la definición de su entorno íntimo de gobierno.

Los funerales hablan. El velatorio tuvo una construcción visual que difícilmente haya sido resultado del azar: el cajón, Cristina en la cabecera; su hijo Máximo siempre a la par, hablándole al oído, filtrando nombres de quienes querían acercarse a saludar; Alicia Kirchner y Aníbal Fernández siempre ahí, sobre todo cuando la presidenta se retiraba a descansar; el cuadro del patriota latinoamericano Ernesto Che Guevara colgado en la pared del fondo.

Máximo Kirchner representa mucho más que el hijo de Néstor y Cristina. Su presencia, cuidando el entorno de su madre y llegándole al oído con más fluidez que cualquiera de sus ministros, era la encarnación del dato político más sorprendente de las horas que siguieron a la muerte: el incesante desfile de jóvenes dentro y fuera de la Casa Rosada. Mucha juventud militante, alguna de las orgas kirchneristas, pero también muchachas y muchachos sueltos, conmovidos por la muerte temprana. Es cierto que no son organizaciones con peso político ni trascendencia electoral, pero hasta ayer pocos, muy pocos, tenían en cuenta a sectores de la juventud asumiendo un compromiso para con un proyecto político gobernante.

Juventud militante

¿Qué quiere esa juventud? ¿Qué mensaje estaba escribiendo en las paredes de la Casa Rosada? ¿Cuál es la profundidad de ese “¡Fuerza Cristina!”, o el “¡No te vamos a abandonar!”? Otra incógnita que se abre. Casi nadie lo tenía en cuenta, es como un subsuelo del kirchnerismo al que la muerte empujó a la superficie.

Hugo Moyano pareció sentirse aludido y de inmediato, con Kirchner todavía en Buenos Aires, corrió a guarecerse, por si las moscas. En cuestión de horas llevó al presidente de la UIA a tomar un café y, con la excusa de mantener la paz social, le informó que iba a levantar el pie del acelerador del camión. Un rato después lanzó la metáfora de la gran familia justicialista.

La desaparición física del santacruceño es un desafío para algunos y un problema para otros. Moyano pareció tomarse como un problema la muerte del hacedor del acuerdo que lo llevó a convertirse en uno de los garantes de la gobernabilidad y socio protagónico del kirchnerismo: el jefe de la CGT intuye que sin Kirchner podría perder posiciones en el espacio gobernante y en la consideración del gobierno. No es difícil adivinar que a Moyano le debe repiquetear el reto de Cristina en el acto de River, cuando le retrucó, frente a la demanda de que alguna vez el presidente sea un  trabajador, que ella trabajaba desde los 17 años.

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