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Todavía es posible parar el “Tratado vampiro” de libre comercio Mercosur-UE

Esa es la denominación acuñada por Susan George, de Attac (Movimiento Internacional Altermundialista), para este y otros tratados que ahogan las economías de ciertos países en tiempos de globalización. Son acuerdos que, si ven la luz, se mueren, ya que rara vez resisten el debate democrático


Gerhard Dilger**

Bajo el lema de “Europa Global”, la Comisión Europea busca desde 2006 hacer más competitivas “sus” empresas e imponerles a la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay una política comercial neoliberal.

Entre otros, en la recolonización de Brasil parece haber cobrado impulso renovado el Acuerdo de Asociación entre el Mercosur y la Unión Europea. Pero este acuerdo, anunciado exactamente hace un año, el 28 de junio de 2019, por Jair Bolsonaro, Mauricio Macri, Emmanuel Macron y Angela Merkel, no favorece a las mayorías en ambos lados del Atlántico.

Si llegara a firmarse y ratificarse, el triunfo sería sobre todo de las corporaciones transnacionales y su lógica de lucro.

Proveedores de materia prima

En la división internacional del trabajo, América Latina desempeña fundamentalmente el papel de proveedor de materias primas. Tras los intentos de emancipación de la región en los primeros años del siglo XXI, parece que la idea es volver a atar a nuestros países a ese rol de manera permanente.

En el mejor de los casos, los que acá se beneficiarían de la reducción gradual de barreras aduaneras son el agronegocio y los sectores de las importaciones y de los transportes.

Las y los pequeños agricultores, trabajadores y pueblos indígenas pagarían la consolidación del sistema con más vulneraciones de sus derechos y destrucción de sus medios de vida. Un desarrollo productivo nacional sería más difícil que nunca.

Es probable que la liberalización del comercio prevista agudice el deterioro salarial y el recorte de puestos de trabajo; la Comisión Europea anunció que las empresas europeas se ahorrarían cuatro mil millones de euros al año en impuestos.

Además, esperan nuevas oportunidades de negocio en el sector de las telecomunicaciones y la tecnología de la información.

El camino allanado

¿Será que las autopartes también se van a enviar en barco al otro lado del mundo? A la postre, junto a una expansión del comercio mundial ecológicamente nefasta, la Unión Europea insiste en una protección de patentes más estricta, lo cual socavaría la posibilidad de los consumidores sudamericanos de acceder a genéricos, por ejemplo.

En materia de compras gubernamentales, que a menudo sirven para fortalecer a los productores locales, los negociadores pretenden que las empresas de la Unión Europea compitan en igualdad de condiciones.

Sin embargo, no están previstas sanciones por corresponsabilidad en materia de delitos ambientales o violaciones de los Derechos Humanos. Con los gobiernos de derecha de Brasil, Paraguay y Uruguay, la UE tiene el camino allanado.

Es escandaloso que el exterminador de los Derechos Humanos y de la Amazonia Bolsonaro y sus militares sean socios estratégicos de una Europa que se precia de democrática. Alberto Fernández defiende posiciones más soberanas pero necesita el apoyo político de los europeos en las renegociaciones de la deuda.

Espíritu neoimperial del tratado

“Tratado vampiro” es la denominación acuñada por Susan George, de Attac (del Movimiento Internacional Altermundialista que objetan las transacciones financieras especulativas y que atentan contra la soberanía de los países emergentes), para este y otros tratados de “libre comercio”. Son acuerdos que, si ven la luz, se mueren, ya que rara vez resisten el debate democrático.

Esta es una de las razones por las que los detalles del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur sólo se revelan con cuentagotas. Si la Unión Europea quiere mostrar que es digna del Premio Nobel de la Paz que recibió en 2012, debería despedirse del espíritu neoimperial que también caracteriza a este tratado “Tratado vampiro” es la denominación acuñada por Susan George, de Attac, para este y otros tratados de “libre comercio”.

Son acuerdos que, si ven la luz, se mueren, ya que rara vez resisten el debate democrático. Esta es una de las razones por las que los detalles del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur sólo se revelan con cuentagotas.

** Director de la oficina Cono Sur de la Fundación Luxemburgo

 

Un tratado lesivo para los países sudamericanos

Juan Aguzzi

Cuando ocurrió, el anuncio del acuerdo entre los bloques de la Unión Europea (UE) y el Mercosur dejó perplejo a todo el mundo, sobre todo a los periodistas, representantes de sectores productivos y dirigentes sindicales.

Un tanto velado y hermético, el acuerdo puso fin a veinticinco años de negociaciones, que comenzaron en 1995 con la firma de un tratado interregional de cooperación y donde se vislumbraban otras posibilidades para los países sudamericanos ante la asonada globalizadora que prometía hacer estragos en el siglo que se avecinaba.

Además en este tiempo los pilares del orden neoliberal internacional, como el multilateralismo y el libre comercio, son cuestionados en Europa y hasta en Estados Unidos.

Todavía hoy el tratado no fue formalmente rubricado, lo que  significa que las controversias para su efectiva concreción no fueron resueltas. Los franceses  ya dijeron que el acuerdo aún debe atravesar una revisión total y que falta que el parlamento galo termine dando el visto bueno.

Incluso la ratificación o el rechazo del acuerdo depende ahora de los congresos de cada país parte. La aprobación dependerá, en última instancia, de las resistencias y la correlación de fuerzas dentro de cada país.

Lo que sí es cierto es que las posiciones que prevalecen en el acuerdo son, en su mayoría, las que sostienen los países de la Unión Europea y que por ende son lesivas para la soberanía de los países sudamericanos en cuanto al comercio de los productos manufacturados, que no son otra cosa que una forma de chuparle la sangre hasta el último respiro.

 

 

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