Policiales

Investigan ataque

Tiros contra el club Unión Americana: la pista que lleva a un habitué de las crónicas policiales

La modesta entidad, ubicada en un exclusivo sector del barrio de Fisherton rodeado de mansiones, tiene 80 años de vida. Pero sufrió tres ataques en pocos meses, con blanco en el gimnasio, que regenteaba una familiar de un convicto por narcotráfico, a quien ya le habían tiroteado una vinería y un bar


Cerca de la medianoche de este jueves al menos diez disparos impactaron sobre la fachada del gimnasio que funciona en el club Unión Americana, ubicado en el corazón de barrio Fisherton. Para el presidente de la institución, la balacera fue un deja vu de lo ocurrido el invierno pasado, cuando la institución fue blanco de otros dos ataques dirigidos a quien entonces regenteaba la sala de ejercicios: una familiar de Matías Herrera, un joven treintañero que fue condenado por narcotráfico en 2019 y cuyos emprendimientos comerciales ya ha sido blanco de balazos.

Historia

El club Unión Americana, ubicado en el cruce de Colombres y Brassey, es parte de la historia social del barrio Fisherton desde mediados del siglo 20. Así lo demuestran testimonios y postales de páginas de redes sociales como Rosario en el Recuerdo, donde pueden verse fotos de carnavales, cenas, planteles de equipos deportivos y encuentros sociales a lo largo de décadas.

El portal RosarioFutbol recuerda que la génesis de la institución fue impulsada por tres chicos de 16 años que jugaban al fútbol por los baldíos del barrio, y quisieron crear un club, allá por 1941. En ese tiempo, en Fisherton había más canchas de fútbol que casas. La figura más reconocida de esta institución es César Luis Menotti. El Flaco jugó de chico en el CUA (por sus siglas) pues vivía en Donado entre Brassey y bulevar Argentino.

Hoy, la violencia que azota la ciudad tuvo como escenario ese lugar histórico, en lo que se perfila como nuevo capítulo sobre una saga que tiene como centro una deuda de dinero, reclamada por la vía del plomo.

Según se pudo reconstruir a partir de fuentes policiales y judiciales, a las 23.45 una dupla en moto se posicionó frente al ala del club que da a calle Colombres al 500 bis y descerrajó una decena de balazos sobre Fisherton Studio, gimnasio que funciona en el predio del club y ofrece actividades como crossfit, zumba y pilates. No hubo heridos. Y por la mañana, cuando el presidente Miguel Aguilar enfrentó a las cámaras y grabadores de la prensa, no dudó en deslizar su hipótesis sobre el atentado, el tercero que sufrió el club en siete meses.

“Me encontré con una noticia que no quería tenerla nunca más. Esto viene de julio del año pasado. Nos balearon dos veces en un mismo mes. Un sábado, cuando no había nadie. Y un lunes cuando estaban todos los chicos haciendo actividad física”, explicó Aguilar sobre hechos en su momento sortearon el oído curioso de la prensa y no tuvieron trascendencia pública más que entre vecinos y el escritorio de algún fiscal.

Le meten ocho disparos a la fachada del Club Unión Americana de la zona oeste

El hombre razonó lo ocurrido en la medianoche como si fuera una cola de los ataques de julio, aunque describió que creía que, a raíz del cambio en la gerencia del gimnasio, los aprietes eran cosa del pasado: “No sabemos por qué pasó. No hay ninguna causa. Salvo que la concesionaria anterior no haya terminado de arreglar con la gente que le debía plata. Algo de eso puedo haber, porque hay un reclamo.

El hombre explicó a medios periodísticos: “En julio los tiradores dejaron una nota con un reclamo de una deuda que había” con este joven, familiar de la mujer que era antes concesionaria. Y añadió: “Tuvimos la posibilidad de hablar con la dueña, Mónica, y concretar que dé por finalizado el contrato porque no podíamos seguir con la incertidumbre de que nos podían balear en cualquier momento. Ella aceptó y a partir de noviembre del año pasado empezó una nueva concesionaria que ya tiene un gimnasio en Funes y que aparentemente estaba todo bien”. La nota decía: “Herrera, pagá lo que debés”.

La misiva, según confiaron fuentes de la investigación, tiene como destinatario a Matías Herrera, un inversionista condenado en diciembre de 2019 a ocho años de cárcel por tráfico de drogas en lo que se conoció como la Operación Guaraní. Según lo expuesto en esa causa, Herrara guardaba ladrillos de marihuana en el complejo de canchas de fútbol que regenteaba en Sorrento al 1400, en la zona norte.

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Su nombre salió a la luz pública en las crónicas policiales luego de que los ocupantes de un auto balearan el frente de su boliche Alabama, en Riccheri y Brown, pleno Pichincha, a fines de abril de 2019. Entonces se lo relacionó con el lavado de dinero de personajes ligados al hampa de la ciudad. Cuando fue condenado, el fiscal de juicio Federico Reynares Solari ordenó investigarlo por lavado de activos. En la misma causa fue condenado como líder de la organización Facundo “Macaco” Muñoz, juzgado y absuelto como uno de los tres ejecutores del homicidio de Claudio “Pájaro” Cantero, líder de la banda de Los Monos hasta su asesinato, ocurrido el 26 de mayo de 2013

En julio de 2021 la deuda que persigue a Herrera surgió otra vez en el marco del ataque a balazos que sufrió la sucursal de una vinería de Matienzo y Mendoza, en barrio Azcúenaga. “Mónica: decile a Matías que pague por esto es ederitario”, decía una carta que recibió el hombre que alquilaba el inmueble pero que no estaba dirigida a él sino a la dueña de la propiedad y a su hijo.

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