Sociedad

Crónica del Caos Nº 31

“Tik Tok, Derechos Humanos y el nombre de las cosas”

Un nuevo informa de Amnesty Internacional señala “la hipocresía de los estados occidentales” en materia de Derechos Humanos. El doble rasero también aplica en la reciente decisión de EE.UU. y varios países de la Unión Europea que prohibieron el uso de la plataforma TikTok -de capitales chinos-


Por Elisa Bearzotti / Especial para El Ciudadano

Desde estas crónicas hemos alertado en varias ocasiones sobre los colosales efectos provocados por la pandemia de coronavirus, sabiendo desde el inicio que la crisis sanitaria mundial representaba mucho más que limitaciones a la circulación de personas y una cuantiosa y lamentable pérdida de vidas. Uno de esos efectos es el definitivo impulso brindado a la mejora de los entornos digitales, habida cuenta de cuanto colaboró la virtualidad para sobrellevar uno de los momentos más difíciles de la historia contemporánea. Hoy, ya no nos cuestionamos ni complejizamos por el crecimiento de la nube mediática sino que comenzamos a interrogarnos sobre los cada vez más difusos límites entre lo público y lo privado, los modos de control, los poderes ocultos detrás de los desarrollos cibernéticos, y cuáles serán las reglas éticas que definirán el involucramiento de los humanos con la inteligencia artificial. Otro de los aspectos que ha puesto en evidencia la pandemia es un reacomodamiento de las fichas en el tablero mundial, develando un progresivo –y hasta el momento imparable- protagonismo de China en el fluctuante mapa de recursos y alianzas que alimentan la geopolítica internacional. 

Un tema que involucra a ambas cuestiones es la reciente decisión de Estados Unidos -extendida ahora a varios países de la Unión Europea- de prohibir el uso de la plataforma TikTok con la excusa de luchar contra “las prácticas abusivas de recolección de datos” llevada a cabo por la empresa de capitales chinos. De acuerdo a lo informado por la agencia Télam, el primer paso lo dio el expresidente Donald Trump en agosto de 2020, cuando emitió un decreto para prohibir las operaciones de ByteDance, propietaria de la aplicación,  bajo el argumento que la compañía podría ser utilizada para recopilar datos personales de los usuarios estadounidenses y que esos datos podrían ser compartidos con Beijing. Desde entonces varios espacios gubernamentales, como el Departamento de Defensa, de Seguridad Nacional y de Estado, prohibieron el uso de la aplicación en los dispositivos oficiales, una medida que se extendió este año a todas las dependencias federales y que fue replicada en las últimas semanas por el Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda, la Comisión Europea y recientemente Francia. Los analistas ven en esta batalla emprendida por Washington una cuestión vinculada con la disputa geopolítica más que una preocupación genuina por el destino de los datos de los más de los 150 millones de usuarios estadounidenses, teniendo en cuenta que TikTok recoge la misma información que otras plataformas como Facebook, Instagram o Google; la única diferencia es que esas empresas son de capitales norteamericanos. Para la analista Victoria Murillo, profesora de Ciencias Políticas y Asuntos Internacionales de la Universidad de Columbia, la “nueva Guerra Fría” que está emergiendo entre Estados Unidos y China se focaliza en TikTok porque la aplicación “tiene llegada a uno de cada tres norteamericanos y por su visibilidad”.  

Y es que a veces, bajo el enorme paraguas de la corrección política se cobijan medidas de lo más contradictorias, llevando en su seno el germen de la injusticia. En ese sentido, resuenen fuertes las palabras que Amnistía Internacional dedica al uso y abuso del doble rasero en la presentación de su informe “La situación de los Derechos Humanos en el Mundo” 2022/2023, donde pone la lupa sobre “la hipocresía de los estados occidentales” en materia de Derechos Humanos. El reporte se focaliza en las consecuencias del ataque ruso a Ucrania, que “alteró aún más el sistema multilateral, ya de por sí debilitado” y señala que “los planteamientos incoherentes también tienen claras consecuencias en los derechos de las mujeres”. El informe, que analiza la situación de 156 países, advierte que aunque el 75° aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos “debería marcar el rumbo para reconocer que todas las personas tienen derechos y libertades fundamentales”, los gobiernos “dieron la espalda a las mujeres, las personas refugiadas y otros grupos históricamente vulnerados”. “Este doble estándar de Occidente envalentonó a países como China, y permite a Egipto y Arabia Saudita eludir, ignorar y desviar las críticas que se les han hecho sobre sus respectivos historiales”, señala el documento. 

Pero antes de seguir mirando para afuera vale la pena preguntarse: ¿Y por casa cómo andamos en esa materia? En el capítulo sobre Argentina, Amnistía Internacional advirtió que, pese a la sanción de normas “pioneras” en materia de salud, “el acceso al aborto sigue siendo difícil en muchas partes del país”; alertó sobre la “impunidad” en la que quedaron “muchos femicidios y agresiones contra personas LGTBI+”; y sostuvo que “las investigaciones sobre varios casos clave de desaparición y muerte bajo custodia policial no avanzaron”. “Si bien Argentina cuenta con leyes pioneras en materia de género, salud y diversidad, lo cierto es que al aplicarlas las fallas son profundas. Las mujeres y los grupos históricamente relegados cargan con un legado de violencia, represión e impunidad”, señaló a Télam Paola García Rey, directora adjunta de Amnistía Internacional Argentina. Sobre femicidios, la organización indicó que, “en 2021, se registró uno cada 35 horas, y el 81% de las 251 muertes se produjo en contextos de violencia doméstica”. A esto se suma además la violencia digital, dado que “una de cada tres mujeres vive situaciones de abuso o acoso en las redes sociales”. 

Anoche, en un programa político con bastante audiencia, un grupo de colegas defendía apasionadamente otros derechos -los de la propiedad privada y las libertades individuales- supuestamente arrasados por la inmoralidad de la prepotencia y el descaro de lo fáctico. Y me pregunto: ¿será que tenemos que seguir mirando siempre para el mismo lado? La estrategia del silencio frente a realidades incómodas ¿no implica acaso una forma de desaparición? Al nombrar, la palabra cobra una densidad imperiosa. “Lo que no se nombra no existe”, proclamaba George Steiner, profesor, filósofo, ensayista y escritor francés quien, interpelado por la barbarie provocada por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial llegó a afirmar que “la inhumanidad es imperecedera”. Claro que para hacer florecer la esperanza siempre contamos con la inmortalidad de los pequeños gestos: plantar un árbol, tener un hijo, escribir y seguir escribiendo, nombrar lo innombrable, ayudarle a nacer… 

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