Espectáculos

Festival de teatro de Rafaela

Tiempo de pañuelos verdes

En medio del debate por la ley de despenalización del aborto, muchas de las actrices presentes en el encuentro, exhiben con orgullo el distintivo de la lucha


Saludo final de la obra "Montaráz", de Braian Kobla. Gentileza: Gisella Ferraro

Una actriz y bailarina como la talentosa Marina Otero, desde la realidad y de la escena, pelea por un lugar en el medio al que pertenece. Y mientras intenta empatizar con un público que quizás no la conoce tanto, a través del biodrama 200 golpes de jamón serrano, junto al actor Gustavo Garzón (al que sí conoce la mayoría de la gente), visibiliza la problemática que muchas mujeres viven cotidianamente, también en el campo de la investigación artística. Al final, sale a saludar con su pañuelo verde en apoyo a la despenalización del aborto. Pero hay mucho más: la bailarina rafaelina Margarita Molfino, después de transitar Palíndroma, su inteligente y enigmática propuesta de danza-teatro, también agitó el pañuelo verde como bandera. Y la lista se completó, desde las instancias poético-narrativas, a partir de verdaderas gemas de la presente edición del Festival de Teatro de Rafaela (FTR18), como Montaráz, de Braian Kobla, o Los golpes de Clara, con dramaturgia y actuación de Carolina Guevara, trabajos donde la visibilización de las problemáticas de género se vuelve explícita, pero en ningún caso panfletaria.

Cuando en paralelo al FTR18 un importante sector de la sociedad local se encuadra dentro del movimiento que defiende “las dos vidas” (como si el restante reivindicara la muerte), y al mismo tiempo que la ciudad muestra con orgullo su título de Capital Provincial del Teatro, desde ese otro sector pretenden que Rafaela se convierta en “Capital provincial ProVida”, con recientes manifestaciones y pedidos expresos a funcionarios políticos para que se opongan al proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo.

De la vereda opuesta, la programación de la presente edición del festival, inteligentemente curada por Gustavo Mondino y su equipo, logra poner en tensión un debate que hoy es imprescindible.

El FTR es una gran vidriera y caja de resonancia de la escena argentina. Y no es de ahora que, a través de las obras programadas que luego abren el debate no sólo en las rondas de devoluciones con elencos, periodistas y críticos especializados y público, sino también en la cotidianeidad, que se ocupa de visibilizar las problemáticas de las minorías sexuales y la violencia de machista.

Chicas superpoderosas

Un estado de violencia inevitable, al mismo tiempo que de tristeza y desazón, es el que se respira en Montaráz, propuesta de teatro físico y posdramático en la que el dramaturgo y director porteño Braian Kobla dirige a las actrices-bailarinas Ana Belén Recabarren, Denisse Van der Ploeg, Eliana Giommi, Julieta Ranno y Natalia Maldini, con la participación en vivo de los músicos Andrés Dillon y Juan Francisco Raposeiras.

Montaraz, que resultó ganadora de la Fiesta Provincial de Teatro, formando parte de la programación 2018 de la Fiesta Nacional que tuvo lugar en mayo último en Rosario, ofrece un compendio de situaciones en las que, en gran medida desde la repetición de acciones y universos sonoros, se ponen en tensión, siempre partiendo del cuerpo femenino, entendido aquí como un territorio político, la condición de violencia y rebeldía que atraviesan hoy las mujeres, más allá de los rincones por los que discurre un relato que hace referencia a unas hermanas que viven en la montaña.

Recorridos y procedimientos desarrollados al calor de una fisicalidad potente y riesgosa, pero siempre bellamente coreografiada, lo político, la diversidad, la tensión sexual, los deseos ocultos o reprimidos, y la disputa de un poder que no se sabe quién lo tiene, aunque todas pueden disponer de una fuerza que pareciera exceder lo que la sociedad aún entiende como el territorio de lo “femenino”, marcan el devenir de una obra cuya energía logra romper con los límites de la escena para hacerse carne, saludablemente, en la platea. Y aunque los pañuelos verdes sólo aparecieron en el saludo final, siempre estuvieron metafóricamente presentes.

Una piña en el mentón

Los golpes de Clara, de Carolina Guevara, quien también está en escena y se adueña de un texto poderoso bajo la dirección de Leandro Rosati, es una comedia con pasajes de humor negro, acerca de una mujer que en solitario se enfrenta a una sociedad y a un sistema que la fagocita, y que, para defenderse, luego de atravesar una larga lista de situaciones de violencia de todo tipo, decide entrenar boxeo en su casa.

El trabajo de Guevara es, también, una apuesta política de cara a las mujeres jefas de hogar que no sólo se hacen cargo de sus hijos sino que además ven con desencanto cómo el clima de época las pone una vez más contra la pared, excluyéndolas, alejándolas, imposibilitándolas, casi como una paradoja, en tiempos en los que la cuarta ola del feminismo parece venir cada vez con más fuerza de cada uno de los rincones de Latinoamérica.

Dueña de un talento infrecuente para potenciar su discurso en escena y volverse eco en la platea partiendo de su “ring doméstico”, el trabajo de la actriz aparece entre los más notables de los vistos por estos días en Rafaela. Jugada a exponer y dejar en evidencia los estereotipos de género tanto masculinos como femeninos que se incomodan con el empoderamiento del colectivo de mujeres, la obra es, al mismo tiempo, un decálogo de situaciones fácilmente identificables que muchos creen perdidas o pasadas pero que aún accionan en los vínculos sociales. De hecho, la actriz, con su trabajo, es el reflejo potente de un sector de la sociedad que el imaginario colectivo no niega ver lo que pasa pero que muchas veces prefiere desoír.

La obra se estrenó en mayo del año pasado el porteño Centro Cultural de la Cooperación, y se repuso en abril último para continuar en cartel hasta el presente. Carolina Guevara se llevó uno de los aplausos más portentosos de la presente edición del FTR. La actriz, emocionada, saludó con su pañuelo verde en lo más alto. Y el aplauso se transformó en una cerrada ovación. Enhorabuena.

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