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“The Shivering Truth”, fantasías oníricas perturbadoras

La animación stop-motion, destinada al segmento de adultos de Cartoon Network, es una propuesta de una potencia inusitada capaz de trasladar el horror del mundo cotidiano a una pesadilla que parece rechazar toda lógica


The Shivering Truth es una serie de animación producida para Adult Swim, el segmento destinado a adultos de Cartoon Network. Su creador y responsable es Vernon Chatman, un artista multifacético que cuenta en su carrera con colaboraciones en la mítica South Park y otras extrañezas televisivas, shows de stand up, y una participación activa como miembro del colectivo artístico de músicos y realizadores audiovisuales PFFR, radicado en Brooklyn. La nueva propuesta de Chapman es una serie que cuenta con siete episodios (seis más un piloto) de 11 minutos cada uno, realizados íntegramente con una minuciosa técnica de stop-motion,  y que apuesta a la invención de una poética inusual en la que el horror y la belleza se despliegan sin reparos en fantasías oníricas tan agudas como perturbadoras. The shivering truth es, y se podría afirmar sin exageración, el acontecimiento televisivo del año.

Teatritos del horror

No es fácil dar cuentas de la magnitud y la potencia de The shivering Truth; hay algo en su propuesta que apunta directamente a la conflagración de una experiencia íntima que escapa a todo intento de ser domesticada mediante la explicación racional. Perturba, y mucho, porque es capaz de trasladar el horror del mundo cotidiano a una pesadilla ramificada que parece rechazar toda lógica, pero que a la vez esconde entre sus argucias el secreto último de esa lógica primigenia y desquiciada que digita la barbarie ya naturalizada. Así, una suerte de brutalidad arcaica campea sin pudores por cada ensoñación, como si se tratase de una sucesión imparable de pequeños y primitivos teatritos del horror cuyas representaciones se enlazan por el capricho letal de un demiurgo anónimo, presente aquí sólo con su voz. Así, el telón de fondo para todas estas pesadillas es la aparente ausencia de un sentido racional que sea capaz de articular lógicamente el despilfarro de perversiones, violencias y humillaciones. Todo se desenvuelve con soltura entre los márgenes lisérgicos de un cotidiano sublimado en las peores pesadillas; como si se tratase de un carnaval de la muerte, sangriento y orgiástico, visto a través de un microscopio fantástico que desoculta lo más recóndito de los deseos y los terrores ordinarios. En The Shivering Truth cada episodio es un mecanismo de relojería infernal, hecho de piezas minúsculas que funcionan interdependientes. Pero lo asombroso es que este mecanismo misterioso hace gala de una precisión extraordinaria en su funcionamiento (narrativo) para dejar claro que no hay mas precisión que la poesía insoslayable del caos. Así al menos le dicen las abejas a las mariposas al final del capítulo piloto, cuando cada bando de insectos abandona el respectivo cuerpo humano que habían ocupado para continuar una batalla ancestral.

Universo irracional

Ahora bien, ¿qué es a fin de cuentas The Shivering Truth? Como ya se apuntó, se trata de episodios breves, de 11 minutos apenas por presentación, y en cada uno de ellos se narran varias situaciones relacionadas a veces de modo indescifrable. Situaciones y personajes arrancados a una galería del horror que funcionan como parábolas anómalas de la miserias ordinarias. El nexo es la imposibilidad de detener la violencia como fundamento de todo vínculo social. Todo lo que sucede es atroz. Nada escapa a la brutalidad, al afán de destrucción, a la necesidad de humillar, al deseo incontenible de devastar toda posibilidad de que algún sentimiento subsista por encima de la barbarie. Y todo es puesto en forma con la técnica de stop-motion, miniaturas y muñequitos de plastilina que sirven a la representación de un mundo carente de sentido, una pesadilla que se torna próxima y palpable, y casi propia. Y allí está el mayor logro de esta serie extraordinaria: escapar al realismo decimonónico para sublimar los horrores cotidianos en pesadillas asifixiantes. Y es que si ciertos códigos anquilosados del realismo cinematográfico no hacen ni han hecho más que naturalizar el espectáculo infame de la violencia, esta sublimación alucinada convierte el horror en una experiencia fraguada en las perversiones personales, soterradas bajo la negación, pero siempre latentes entre las trampas de una sociedad que promueve la extinción de todo sentimiento de empatía. La clave, allí, es una poética negra detenida en los límites de lo racional. Esa forma perfecta de hacer tambalear a las aparentes parábolas representadas en su propia inconsistencia. Cada una de estas situaciones articuladas en una cadena irrefrenable parece siempre estar planteando algún tipo de sentido aleccionador, pero el escándalo pesadillezco obstruye el sentido, y la imposibilidad de abarcar un significado pleno se fija en el terror de lo previo a las determinaciones del lenguaje. El mundo de The Shivering Truth es un mundo sin sentimientos, sin lógica, y sin salida. Sin caer, aunque parezca lo contrario, en un pesimismo funcional a la brutalidad imperante.

Una reja en las manos

En uno de sus capítulos, en una de las absurdas situaciones narradas, un grupo de convictos se encuentra “preso” en la intemperie del desierto. Nada les impediría huir de decidirlo, pero todos permanecen en formación estricta, anhelando una supuesta libertad que tiene frente a los ojos. Sin embargo, lo único que parece distanciarlos de esa liberación, es un guardia que permanece a un costado sosteniendo una reja entre sus manos. Cuando alguien desea huir, en lugar de irse a través de la tierra abierta, llama al guardia, y este se dirige a quien hizo el llamado poniendo frente a él la reja que sostiene. El preso intenta vanamente abrir los barrotes, y ante  su fracaso, el guardia se retira quedando todo como estaba. En esa situación se encuentra una de las claves del horror sin salida que pone en escena la serie. Lo que obstruye la salida no es el mundo mismo, sino esos dispositivos hermenéuticos que nos atan como si no hubiese alternativa.

Juguetes tenebrosos

Cabe destacar la precisión narrativa, cada capítulo articula en pocos minutos varias historias contadas con una potencia y una concisión arrasadoras que dejan permanentemente sin aliento. El relato emociona incluso por el poder de síntesis para captar tanta profundidad en tan breve tiempo. Y no es menor, claro, que esa precisión esté ligada fuertemente a la extraña belleza de sus animaciones, esos muñequitos que habitan una imaginería cruel en la que ningún signo del horror está ausente, como si se tratase de juguetes tenebrosos que emergen desde las profundidades de una infancia en ruinas. Finalmente, se podría aclarar que no es esto realmente una crítica, sino la celebración de una experiencia audiovisual tan incómoda como bella., y tan profunda como, claro, discutible. The Shivering Truth remeda en cierta medida la alucinación catártica de la representación dionisíaca de los griegos. El horror sublimado por la oscura poesía de las pesadillas recala aquí en la explosión orgiástica de una belleza aterradora. Nos enfrenta a lo indecible, a eso, justamente, por lo que lucha la poesía: saber que el “saber” no es explicar, sino salirse de la determinaciones lógicas para hacerse carne en el misterio y en el terror. Incluso cuando eso suponga enfrentarse a lo inexplicable de la propia violencia.

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