Policiales

Disputa de Funes versus Caminos

Testigo clave de un crimen: “No me acuerdo de nada”

Era pareja de Marcela Díaz, hermana de Tubi Segovia, a quien mataron frente a él en la zona oeste en enero pasado. Se salvó porque se hizo el muerto. Sus dichos eran la prueba más relevante contra Alan Funes y Chipi Selerpe por este homicidio, enmarcado en la saga de crímenes entre clanes del sur


Foto: Juan José García

Alan Funes y Jorgelina “Chipi” Selerpe están imputados por el homicidio de Marcela Díaz, la hermana de Rubén “Tubi” Segovia, a su vez asesinado en la cárcel de Coronda de 36 puñaladas el abril pasado. Marcela estaba en la zona oeste el 15 de enero pasado con su pareja: también lo balearon pero se salvó al hacerse el muerto. Ella corrió y la acribillaron. Una semana después el testigo clave declaró y sindicó a Alan y Chipi como los tiradores, pero este martes el fiscal Ademar Bianchini pidió una audiencia para adelantar la declaración del testigo previo al juicio oral y público por el hecho. La única frase que emitió en este anticipo jurisdiccional de prueba fue: “No me acuerdo de nada”. Lo hizo ante cada pregunta que le formularon. Fue tratado como testigo hostil y el fiscal pidió copias del video de la audiencia para abrir una investigación por falso testimonio en este caso, que es parte de la saga de muertes que han caracterizado la disputa entre los clanes Caminos y Funes.

A veces una acción vale más que mil palabras. Quedó confirmado en una audiencia que se llevó adelante este martes en el Centro de Justicia Penal. B.G. era pareja de Marcela Díaz; acompañando de su familia llegó para cumplir con la medida a la que había sido citado. Sus ojos dijeron mucho más que sus palabras. Enormes, desorbitados. Con la mirada que tiene alguien que tiene miedo: esa fue la imagen. Enfundado en una campera camuflada que parecía protegerlo, lo sentaron en un escritorio en diagonal a los imputados.

Su pareja era la hermana de Tubi Segovia, perteneciente al bando de los Caminos y fugaz jefe de la barra de Newell’s, aunque esa primera alianza definitivamente se rompió cuando lo mataron a traición el último 24 de abril en un pabellón en Coronda. Para Marcela, ser hermana de Tubi –quien estaba imputado por tres homicidios– le significó no sólo una persecución policial como denunció en alguna oportunidad quien era su abogada Romina Bedetti. Desde diciembre de 2017 venía teniendo aprietes. El 10 de ese mes a le dieron un claro mensaje: “Andate o te cago a tiros”. Querían que dejara su casa de Doctor Riva 20 bis. Antes de que terminara el mes le tirotearon la casa desde un Volkswagen Suran y esa noche Milton R., su hijo de 18 años, fue atacado a tiros y quedó parapléjico. El 14 de enero a Marcela la mataron a tiros. Todos estos hechos fueron imputados a Alan; a Chipi la acusaron como partícipe del crimen de Díaz.

El crimen

Esa noche Marcela estaba en una casa de la zona oeste. Según la declaración que prestó la pareja de la víctima en Fiscalía una semana después del hecho, él la llamó por teléfono y Marcela le dijo que estaba sola en la casa. B.G. se quejó. ¿Cómo iba a estar sola con lo que estaba pasando?  Se fue en moto a buscarla. En Pedro Lino Funes y Lejarza apareció un VW Suran. Según dijo el fiscal, al mando iba Chipi y Alan como acompañante empuñando una 9 milímetros. Llegaron cuando la pareja se subía a la moto para irse,. B.G. se puso frente a Marcela para cubrirla y le dispararon, cayó y se hizo el muerto. Marcela corrió. Los ocupantes del auto se bajaron y la acribillaron, relató en aquella declaración en Fiscalía.

Todos estos datos que fueron objeto de las preguntas del fiscal terminaron en saco roto. La respuesta del muchacho fue siempre la misma: “No me acuerdo de nada”. La repitió hasta el hartazgo incluso cuando le preguntaron si estuvo un año de novio con Díaz y si ella le dijo que estaba embarazada y que iba a ser padre. Su respuesta fue la misma.

Bianchini le pidió al juez José Luis Suárez autorización para tratarlo como testigo hostil y solicitó copia de la audiencia para remitirla al fiscal que corresponda e iniciar una investigación por falso testimonio. B.G. no se inmutó: quedó claro que prefería pagar ese precio. Nadie le preguntó si estaba amenazado.

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