Ciudad

Escuela República de Grecia

“Tendiendo Puentes”, un proyecto de aceleración educativa que apuesta a la pedagogía de la ternura

Una iniciativa innovadora en la provincia busca acercar la escuela a los chicos que enfrentan dificultades o vulnerabilidades que les impiden acceder a la educación tradicional secundaria


Por Carina Ortiz y Adrián Godoy(*)

En 1948, durante la presidencia de Juan Domingo Perón, se llevó adelante la construcción de un complejo que tuvo como fin albergar un hospital, una escuela y un hogar escuela. La obra se levantó, con el acompañamiento de la Fundación Eva Perón, en un predio de unas 50 hectáreas en Granadero Baigorria. El objetivo era brindar salud, educación y contención a infancias vulnerables. Esa premisa hoy sigue vigente. Allí, en la escuela República de Grecia, funciona desde 2021 un proyecto de aceleración educativa denominado Tendiendo Puentes que incluye a chicos de entre 15 y 17 años que no cumplen los requisitos para ingresar a un Eempa y están atravesados por circunstancias que le impiden acceder a la educación secundaria tradicional. En este lugar, su directora Mariana Rossi, la psicóloga Romina Ibarra y un grupo de docentes se pusieron al hombro un proyecto que está dando sus frutos y, a pesar de los esfuerzos que implica sostenerlo, apuestan a su continuidad para brindarle a esos chicos que quedaron fuera de la educación secundaria tradicional una oportunidad de escolarizarse y entender que la escuela puede ser un segundo hogar o quizás el primero.

 

El proyecto “Tendiendo Puentes” nace a partir de una demanda específica de estudiantes, chicos de entre 15 y 17 años que tienen un primer contacto con la escuela secundaria después de un bache de tiempo entre el término de la escuela primaria y el inicio de la secundaria. Chicos con realidades complejas, situación de calle, que viven en hogares o pasajes en familias de tránsito. Es una edad compleja para hacer un ingreso a primer año y para decirle que no también porque no hay otros programas o instituciones que puedan absorberlos en esa franja de edad. Para ingresar a un Eempa tenés que tener 18 años, contaron Rossi e Ibarra a El Ciudadano.

Entonces surgió la idea de dar un lugar institucional a estos chicos y chicas que quedan a la intemperie. Algunos de estos chicos venían con su familia preguntando si había banco, otros a través de Niñez, centros de salud de la zona, por maternidades. El proyecto arrancó en abril de 2021.

 “Me dijo que podía venir con la beba y accedí… tenía 16 cuando empecé”, dijo una de las alumnas. 

El proyecto avanzó sorteando dificultades, transitó una primera instancia burocrática administrativa que aún hoy le implica algunas trabas, porque por ejemplo el proyecto tiene parámetros témporo espaciales diferentes, que no encuentra en la lógica del sistema tradicional.. Además no había presupuesto, por lo que se inició en forma voluntaria y después de mucho lograron algunas horas cátedra, pero no alcanza, incluso se computan diferente. Estas horas no son tenidas en cuenta para la antigüedad o para el escalafón, lo que es un impedimento para que otros docentes que están interesados puedan sumarse. Además, esas horas terminan en diciembre, por lo que existe una incertidumbre respecto de lo que va a pasar el próximo año con el proyecto.

Los alumnos y alumnas no cursan cinco días, no están tanto en la escuela. Es más híbrido. “Nos conectamos mucho por teléfono, con las instituciones que también los acompañan. Es un trabajo muy artesanal que pone mucha apuesta en la afectividad y el cuidado, no solo desde las trayectorias (ciencias sociales, naturales, matemática y lengua y lenguaje) sino de la salud mental de estos chicos. Es bien interdisciplinario, (a las trayectorias se suma un taller de inicio con el nombre de proyecto de vida que está atravesado por la Educación Sexual Integral) pero además es una propuesta pedagógica específica que atiende esta idea de cuidado de estas juventudes”, contó Ibarra.

Hoy son 9 los alumnos que están en el proyecto, quienes ingresaron tras un análisis previo de su caso. Siete de ellos son mujeres y madres que querían estudiar y asisten con sus niños al colegio.

Comenzamos con bebés muy chiquitos de dos o tres meses y ahora tenemos bebés de dos años que caminan, así que las clases tienen una variable importante a tener en cuenta. Existe casi la misma cantidad de bebés que de alumnos por eso pedimos este año un cargo de nivel inicial, fundamentalmente para ver si podemos configurar acá en la escuela algún espacio para ellos y porque necesitamos acompañar a estas mamás que no tienen un momento donde no estén cuidando de sus hijos, contó la directora.

“Los profes son re piola. Es difícil porque por ahí no podemos prestar atención pero siento que está bueno porque no muchas chicas tienen la posibilidad de venir a la escuela, traer a sus bebés o venir embarazadas”, dijeron dos de las alumnas.

Este año un grupo de estos chicos logrará graduarse. No hay otra experiencia de este tipo en la provincia, es un proyecto innovador y la particularidad que tiene es que está dentro de una institución secundaria y se cursa en horario escolar, compartiendo recreos, actos escolares, salidas. La fiesta de graduación la hacen con los otros quintos, contaron.

Las profes

Al grupo que empuja con amor y pasión este proyecto se suman las profesoras Julieta, Sonia, Cintia y Fernanda, incluso una profe jubilada se ofreció para acompañar a estos chicos y tiene una materia a cargo.

Este año, casi la mitad de los alumnos llegará a la meta. “Muchas veces el sistema educativo está pensado para que los alumnos se acomoden, se amalgamen al sistema educativo y este proyecto es al revés. Está pensado así, los principales obstáculos a sortear es esa lógica, que la escuela vaya al chico y no al revés”, dijeron y agregaron: “La idea es que nadie quede afuera de la escuela”. Sonia contó que fue súper desafiante cuando la convocó la psicóloga del proyecto. ”Para mi fue un desafío enorme, porque me interpelaba dar clase desde otro lugar”, y agregó: “Me emociona terriblemente, las veo a las nenas crecer, nosotras hemos visto a las mamás embarazadas, a esas bebas recién nacidas, las tuvimos a upa y ahora caminan. Entonces a mi me provoca mucha sensibilidad verlas y una satisfacción enorme. Me enorgullece mucho ser parte de este proyecto, al que me hayan convocado y creo que el punto en que ellos tengan su título va a ser un logro espectacular para nosotros”.

Sonia contó que los chicos hicieron una revista que se vendió en una actividad con el fin de recaudar fondos. Con ese dinero ellos eligieron ir a tomar un helado ”a una heladería cara” de la zona y el resto lo van a destinar para adquirir las remeras de egresados que van a intervenir con la profe de arte porque no alcanza para una remera bordada o impresa.

Mientras Julieta dijo que ellos se propusieron tener una remera como tienen los egresados de quinto año. Que piensen en tener su graduación, nos demuestra que están vivenciando este proceso como otros estudiantes y a veces con más ganas y motivación.

Estos chicos dentro de su familia son la primera generación en tener un título secundario, explicó Romina, para contextualizar lo que este proyecto implica para los chicos y para los docentes que acompañan Tendiendo Puentes.

(*) Adrián Godoy, Licenciado en Ciencias de la Educación y profesor de Filosofía.

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