Espectáculos

Televisión: todos con munición gruesa

Luego de un año plagado de feroces peleas mediáticas, personajes inventados de la nada, pases de factura y muy poco talento, la tele del 2010 "amenaza" con ser más de lo mismo. Por Leonel Giacometto/Especial para El Ciudadano.

TV_CAJA_BOBA_nota¿Qué es mirar televisión? Una pregunta estúpida. Por qué todo el mundo la mira, también. Pero, hacerse unas preguntas sobre lo que se está mirando y escuchando, más o menos todos los días, sin obligación, más bien como rutina, no parece tan estúpido como preguntarse qué televisión hay que ver.

La que se vio durante todo el año que apenas se fue y la que la mayoría piensa que se merece, del mismo modo que la que se seguirá viendo durante este año, fue pura timba y pelea.

Cabe destacar que cuando se habla, dice o escribe sobre la televisión argentina, se está hablando, diciendo, escribiendo y escuchando sobre la televisión producida en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El resto es silencio (y Carmen Yazalde, quien debió emigrar al interior, puede dar testimonio).

Entre la televisión y el, digamos, aparato político, sobrevuela el mismo olor, la misma sensación aparece y se resume en poder y dinero, en su búsqueda desmedida, en su pesada exposición de vacío que simula llenar algo que en realidad es otra cosa.

Toda una cuestión de táctica y estrategia económico-social sería lo anterior si esos dos mundos no existieran y, de alguna manera, no fueran constitutivos de otro mundo: el de la gente.

Hay gente estúpida y gente no estúpida pero, también, hay gente que ve a la gente como estúpida y especula sobre esa estupidez. Así, con una idea hoy totalmente desmembrada de participación del espectador en la imagen, hoy por hoy, y siempre, la gente es llamada a participar (a veces literalmente, como con esos mensajes grabados por la voz de Susana Giménez que llegan por el teléfono) y participa timbeando, viendo “la posibilidad” en la posibilidad de un azar medio caprichoso que la televisión ofrece a, más o menos, 3.75 pesos más IVA el mensaje de texto.

Antes eran cartas pero, de igual manera, a cambio, peleas, pases de facturas, identidades simuladas, verdades aparentes, llamamientos morales, cívicos, civiles, incitación al buchoneo, omisiones deliberadas, Zulma Lobatto, políticos politiqueando (y pagando, más de uno), auspiciantes entre comillas, “tingui, tingui”, Ricardo Fort, blanqueo de capital negro en teatros fuera de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, “one, two, three, Fort”, y escoria, mucha escoria, que es lo que abunda.

De Carmen Barbieri a Julio Chávez, de Aníbal Fernández a Aníbal Pachano, del funeral PRO de Fernando Peña a la impresionante performance de los gestos y aptitudes de la presidenta en el adiós a Mercedes Sosa, pasando siempre por Jorge Rial y Viviana Canosa (siempre), haciendo pie (como se pueda) entre las chocolatadas, las “chechonas”, la “ortomolecular” y las quince caras de Florencia Peña, todos y todas, prácticamente todas las personas que aparecieron en la televisión de 2009 lo hicieron para enfrentarse a alguien o a algo. En una erradicación casi obscena de los significantes que, digamos, deberían construir esto que todos llaman realidad, o al menos citar alguna fuente de vez en cuando, la televisión inventó (y reinventa a cada momento) distintos niveles de “no ficción” con personas que dicen ser personajes, que dicen ser figuras, que dicen ser famosos, que dicen ser políticos, que dicen estar embarazadas, que dicen ser padres, que dicen ser hijos, que dicen amar y odiar a otros que dicen no ser lo que son. De hecho, lo son y son todo eso que dicen pero siempre amparados en el marco de la televisión, que, además de darles mucho (mucho) dinero, canje y empatía, los hace protagonistas de una verdad televisiva que siempre, al parecer, pide más porque la gente así lo quiere. Si no, apagarían los televisores, o verían a Cecilia Dopazo presentar eventos culturales en Canal (á), o cómo inseminan a una elefanta en San Diego, o “Virgen a los 40” por séptima vez.

Sin embargo, con los objetivos cada más expuestos, las personas en la tevé argentina de 2009 se dieron con todo, y con munición gruesa, como nunca.

Lo de gruesa es una delgada línea (roja) entre lo obsceno y, digamos, otra cosa que no tiene nombre (como el accidente de los Pomar).

Amenazas extorsivas, siempre; enfermedades infectocontagiosas y secretos negros, cada dos por tres; devoluciones, intereses, contrapréstramos y recordatorios sobre usos y abusos de décadas pasadas (incluidos amiguismos y ex amiguismos, desaparecidos y antisemitismo), varias veces; “debelaciones” de varones a los que no les gustan las mujeres, más uno; ganas de suicidarse de Nazarena Velez, muchas. Así, durante todo el año pasado, la especulación sobre la vida o no vida del otro estuvo siempre en función y en escena a medida que “el minuto a minuto” así lo requería. Se le sumó la Ley de Radiodifusión y su despliegue oficial y no oficial que terminó por partirlo todo en dos. Como el Titanic, como el país, hoy por hoy, y hace doscientos años, una mitad arriba y otra muy sumergida. Todo tiene un precio en la televisión y todo puede ser negocio y negociable. Hasta lo de arriba. Sólo que en el Titanic lo de arriba se hundía. Acá flotan todos siempre. Y ahora, empezado el año del Bicentenario, más aún.

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