Espectáculos

Televisión: el señor del espectáculo

El periodista Carlos Bermejo, conductor de “Magazine” habla de su carrera y de su lugar en el medio local, al tiempo que analiza el presente de la televisión. Por Miguel Passarini

Foto: Hëctor Río

La calidad de buen anfitrión que ha demostrado a lo largo de las últimas dos décadas cada vez que se dispone a la quijotada de una nueva entrega de La Noche de los Magazine, quedó confirmada hace unos días cuando Carlos Bermejo recibió a El Ciudadano en su oficina. “¿Café o cortado?”, preguntó tras el afectuoso abrazo de bienvenida, mientras bajaba el volumen de un enorme televisor ubicado justo enfrente de su escritorio. “Estoy preocupado por cómo veo al país, hay una cosa de violencia en la gente que no me gusta nada”, anticipó como disparador de una larga charla en la que no faltaron las anécdotas, los momentos felices de 41 años de profesión, y cierta desazón por cómo funciona en la actualidad el llamado “mundo del espectáculo”.

“Más allá de lo que pueda pensar la gente, yo vivo la realidad, soy un tipo como cualquiera, que va al supermercado y se fija en lo que gasta, no vivo en un termo”, sostuvo un Bermejo dispuesto a un diálogo en el que analizó su lugar en el medio, las mil emisiones de su programa Magazine, de Canal 5, y el futuro de su carrera periodística.  

—¿Qué lugar sentís que ocupás en el medio local teniendo en cuenta que para mucha gente sos el referente del periodismo de espectáculos?

—Soy demasiado inconsciente como para darme cuenta de eso. Soy un tipo que desde hace 41 años me dedico al periodismo, me levanto a la misma hora, sigo haciendo el mismo laburo y soy tan vehemente como el primer día. No tengo exacta dimensión de lo que significa el laburo que hago. Creo que mi carrera cambió desde que me fui de Canal 3, porque más allá de la tevé, empecé a conducir en radio (LT8). Hasta ese momento, la gente me tenía como un periodista de espectáculos, pero a partir de allí la cosa cambió.

—¿Qué sentís que cambió?         

—Me empezaron a ver de otra manera, fueron 36 años de identificación con el espectáculo y es lógico, pero yo siempre tuve en claro cómo es este medio y soy un tipo visceralmente comprometido con todo lo que pasa, y además nunca me creí lo que vende el mundo del espectáculo, o al menos lo que el mundo del espectáculo vende hoy.

—¿Cuál es esa diferencia que ves con relación a tus comienzos?

—Hoy hay una “subespecie” que apareció y que complicó todo, donde están el agente, el representante y el personal manager. Yo soy de la época en la que, por ejemplo, llamabas a la casa de Mecha Ortiz y te atendía ella. Hacer una nota hoy es todo un trámite, porque además hay mucho poligrillo dando vueltas, de esos que a lo mejor pelearon toda la vida por ser alguien y que el día que llegan polarizan hasta los lentes de contacto. Es algo del mundo del espectáculo que me hartó, por eso me puse selectivo y sólo hablo con determinadas figuras y voy a ver aquello que realmente amerita ser visto, aunque muchas veces tendría que tener más tiempo para ver otras cosas, sobre todo las de producción local, con gente muy talentosa que nunca van a ser tapa de revista. Por todo esto que te digo, siento que con el espectáculo tengo una relación medio de amor y odio.

—¿Sentiste alguna vez el prejuicio que suele tener el medio con el periodista de espectáculos al que muchos consideran un “género menor”?  

—Y no sólo nos pasa a los periodistas de espectáculos, también les pasa a los que hacen deportes; hay gente que cree que uno no puede opinar de otra cosa que no sea eso.

—La gente se sorprendió con tu desembarco en radio, primero en LT8 y ahora en Radio Fisherton.

—Algo de eso pasó, porque yo me corrí del lugar y me puse en “ciudadano de a pie”: yo soy un tipo que camino la ciudad, que voy al supermercado. Como a todos, me cuesta pagar los impuestos, soy un tipo que no vivo sino laburo; yo no puedo abstraerme de lo que pasa porque estamos todos arriba del mismo barco, me duele lo que está pasando hoy en la sociedad, y es cierto que si uno trabaja en un medio hablando sólo de espectáculos hace que la gente piense que sólo leés Gente y Caras. Hoy se habla de cualquier tilingo que aparece sin ningún tipo de background y ocupa lugares en los medios. Yo no tengo la cultura de Gente o Caras, leo otras cosas y veo poca televisión. Yo no veo a Tinelli y no lo digo por snobismo, no me interesa. Por ejemplo, con mi hija bajamos Bailando con las estrellas, la versión norteamericana, donde hay un despliegue enorme de talento. Para ver culos, se puede ir a La Florida o a la peatonal.           

—¿Qué otras cosas ves en tevé?

—Programas políticos, algunos de Films & Arts o de A&E Mundo, y muchas series, y de acá me interesó Para vestir santos, con grandes trabajos, y Caín & Abel. A veces me hago esa pregunta respecto de si esta es la televisión que nos merecemos, y no tengo respuesta para eso; sólo sé que la televisión no le importa a nadie, nadie nos tiene en cuenta, o muy poca gente.       

—En la última edición de los Magazine se te pudo ver muy conciliador, ¿lo planeaste de ese modo?

—Quizás tenga que ver con que estoy agobiado por tanta confrontación, algo que no viví en 61 años. Hay una violencia extraña en la gente, en la calle, y los Magazine son una celebración. Yo no voté a este gobierno y hoy pienso que tampoco lo votaría, porque está instalada la antinomia, pareciera que el que piensa distinto es el enemigo. En el fondo, creo que somos una sociedad que ha perdido la alegría.

—¿Qué momento de tu carrera aparece primero cuando te ponés a analizarla?

—Haber estado tres meses antes de su muerte (en marzo de 1999) en la casa de Adolfo Bioy Casares. Estoy seguro que si hubiese ido Gary Vila Ortiz hubiese sido maravillosa porque yo no me reconozco como asiduo lector de Bioy, aunque fue una charla desde el corazón. Fue una nota extensa, con un hombre en el final de su vida, en la casona en la que había vivido con Silvina Ocampo, y de pronto me encontré con que estaba frente a un gigante, a un referente de las letras, de la sociedad. Era el amigo de Borges que me contaba maravillas y anécdotas, del mismo modo que de Victoria Ocampo, fue un momento maravilloso. Lo más grave fue que yo tenía el compromiso de otra nota, a cinco cuadras de la casa de Bioy, con Antonio Gasalla, y una vez finalizada la charla, que fueron dos horas, él me preguntó si no quería quedarme a comer en su casa. Con el resto de la gente que nos acompañaba, y conociéndolo a Antonio, que si le hacés un desplante nunca más te da una nota, me vi obligado a decirle “discúlpeme maestro, pero tengo un compromiso”. Lamento hasta hoy, porque la nota con Antonio fue a su estilo, en la puerta del edificio, con la misma cara de siempre, y entonces lamento no haberme quedado a comer con Bioy, porque eso pasa una sola vez en la vida. También tengo siempre presente una entrevista con Anthony Quinn o una comida en un Festival de Mar del Plata con Alberto Sordi, momentos inolvidables de verdad.  

—Tuviste oportunidades para irte de Rosario, sin embargo siempre elegiste quedarte trabajando acá, ¿por qué?

—A finales de los años 70, Héctor Larrea me ofreció trabajar en Buenos Aires, pero yo estaba estudiando abogacía, mis viejos soñaban con su hijo abogado. Creo que siempre me quedé porque me interesa la dimensión humana de los rosarinos. También tuve una oferta para trabajar en Miami, pero me parece la ciudad más horrible que tiene Estados Unidos y no acepté.

—¿Qué cosas le cambarías a la televisión local si tuvieses la posibilidad de  gerenciar un canal?

—Creo que haría lo que los canales locales no hacen. Si yo tuviera un frigorífico, no le voy a ir a comprar el fiambre a la competencia. Con la televisión local pasa lo mismo: venden los espacios y no generan producción, eso es algo que yo cuestiono permanentemente, a mí el medio me obligó a salir a vender publicidad, cuando yo no soy capaz de vender ni un vaso de agua en medio del Sahara, más allá de que hoy puedo vender lo que produzco porque en estos años he encontrado gente que es incondicional y que me apoya; de otro modo no podría hacer ni el programa ni la entrega de los Magazine. Creo que a veces hago concesiones, porque quizás el programa que hago no es el que quisiera hacer, pero agradezco desde hace 21 años poder hacer un programa semanal. A veces pienso en dar un paso al costado y dejar a alguien en mi lugar y dedicarme a la producción, como tampoco descarto el cable como una opción a futuro. 

—¿Qué pensás que puede cambiar la implementación de la nueva Ley de Medios?

—Por el momento creo que hay una confusión muy grande, porque todos los días están mandando una circular diferente. De todos modos, creo que hay que esperar que se aquieten las aguas: no podíamos seguir con una ley que venía de la época de la dictadura, pero creo que también hay muchas facturas pasadas, mucha vendetta; creo que hay cosas de la ley que no están claras y pienso que un cambio, sí o sí, tendría que ser beneficioso para todos.

Carlos Bermejo es oriundo de Villa Diego. Comenzó en el periodismo hace 41 años trabajando en LT8 y no paró hasta la fecha, donde, luego de varios años  en Canal 3, reparte su tiempo, desde 2005, entre su programa, que ahora se emite por Canal 5, y las mañanas de Radio Fisherton, donde conduce A punto, de lunes a viernes, de 10 a 12, uno de los envíos más escuchados de la FM local, donde, más allá de hablar del espectáculo, se ha volcado a la información general y a la política. En 2010, su programa de televisión Magazine, que lleva 21 años en el aire y se emite los sábados a las 20, festejó las 1.000 emisiones, y el pasado 2 de octubre llevó adelante la XVIII edición de La Noche de los Magazine, “un homenaje a los artistas y figuras del medio” –como ha dicho más de un vez– en lugar de “un premio”.

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