Espectáculos

En la capital provincial

Teatro en la era post pandemia y debates sobre cuerpos mediados por la tecnología

El Argentino de Artes Escénicas, el encuentro anual que organiza la Universidad Nacional del Litoral cuya 16ª edición finaliza este domingo, ofreció una serie de propuestas en las que los universos femeninos marcaron el pulso

Un pasaje de "Trópico del Plata".

Las artes escénicas, de cara el regreso de la presencialidad, recuperaron por estos días uno de sus lugares de pertenencia. Se trata del Argentino de Artes Escénicas, festival que comenzó el miércoles y cierra este domingo en la capital provincial, organizado desde hace 16 años por la Universidad Nacional del Litoral (UNL).

Con una programación surgida de una convocatoria abierta a la que se presentaron más de 260 propuestas, lo que indica la vitalidad del teatro de producción nacional más allá de la contingencia, 13 de ellas llegaron a este encuentro marcando diversidades de orígenes, poéticas y estéticas, pero con una fuerte impronta en lo femenino que atraviesa en gran medida las temáticas del corpus elegido.

Además, se desarrollaron conversatorios abiertos, de los que el público pudo participar en vivo y online, en relación con la idea de cuerpo mediado por la teconología en tiempos de aislamiento. Durante jueves y viernes, el encuentro agrupó en dos mesas a periodistas, realizadores e investigadores del quehacer teatral de la región bajo el genérico Lo que la pandemia nos dejó, como una instancia de puesta en práctica de una serie de nuevos sentidos donde la tecnología va en comunión con la distopía que generó la pandemia y que afectó directamente lo convivencial de las artes escénicas desde que los telones cayeron ante el covid, y aquello que duraría unas semanas se extendió, independientemente de las flexibilizaciones momentáneas, por más de un año y medio.

De una programación que comenzó con Las hortensias también mueren, dispar y barroca producción 2019-2020 de la Comedia de UNL con la dirección de Lautaro Ruatta y actuaciones de Julieta Vigo y Javier Bonatti, a partir del cuento “Las Hortensias” del escritor uruguayo Felisberto Hernández, se destacaron algunos trabajos protagonizados por mujeres como pasa con la conmovedora Trópico del Plata, que llegó desde Buenos Aires tras un largo de recorrido por festivales del país y el exterior.

Una mujer es un cuerpo, que como todo cuerpo que acredita presencia se vuelve concluyente a la hora de prestarse a contar la historia de Aimé, que está convencida que el amor es violencia, entrega y silencio. Trópico del Plata, con el descomunal trabajo en escena de Laura Nevole, y dramaturgia y dirección de Rubén Sabbadini, es un poderoso ensayo acerca de la violencia de género pero contada desde un campo poético y metaforizado, por momentos en verso, donde el cuerpo es un territorio que se arma y se desarma hasta llegar a desintegrarse. Aimé es ella y es Guzmán, ese hombre que entra por los techos, muchas veces con otros hombres, al mismo tiempo que borra, desdibuja y silencia a esa mujer que se convierte en carne para la parrilla.

La primera jornada cerró con el elenco temporal Artes Escénicas de la Universidad Nacional de Córdoba y su atinada ¿Qué hacemos con Ubú?, dirigida por María Nella Ferrez, teatro de objetos de grandes dimensiones con una interesantísima relectura del clásico francés de finales del 1800 Ubú Rey, de Alfred Jarry, con una  bajada de línea muy acorde a los tiempos que corren, de cara al avance de las derechas.

Pero fueron nuevamente obras protagonizadas y en los casos que siguen también dirigidas por mujeres las que marcaron el pulso de las primeras jornadas de la presente edición del Argentino.
El jueves, tras la apertura de la obra santafesina Coriolano. Hay un mundo en cualquier parte, de la compañía Tejido Abierto Teatro, bajo el argentino radicado en España Jorge Eines, la histórica sala Marechal recibió a la elogiada puesta rosarina Esta máquina no era Dios, dirigida por Romina Mazzadi Arro, con las actuaciones de Elisabet Cunsolo y Paula García Jurado. Se trata de un ensayo sobre la inercia, el desgano, la abulia y la burocracia que lleva adelante Hijos de Roche en el que, entre los despojos y el caos, entre la desidia, el ostracismo, la ignorancia y el absurdo, aparece un hueco, un poso, un sótano, una oficina del Estado, una de tantas, donde una ministra y su contadora, como cada día, transitan su guión sin sobresaltos, o apenas unos pocos en una habitual rutina que las enfrenta a un puñado de corderos (el público) a punto de ser devorados, una vez más, por el sistema que claramente ha fracasado, ahora en tiempos de un cambio iridiscente y aún más resonante tras haber transitado la pandemia que resignificó todo, dado que se trata de un trabajo estrenado en 2019.

“Esta máquina no era dios”.

Esta máquina no era dios, que se llevó uno de los aplausos más poderosos del festival y se instala cómodamente entre lo más destacado del teatro rosarino del presente, es una comedia absurda de esta época, surgida de una afiebrada realidad donde todo parece estar corrido, desfasado y agrietado, y donde, como se escucha en algún momento, “no se puede salir del agujero zapateando en el aire”, y cuando la derecha apela más a los que creen que a los que piensan.

Para cerrar la jornada, la elegida fue La casa oscura, un montaje creado a partir de las lógicas del teatro documental, basado en los vaivenes de la salud mental, dirigido por Paola Luttini, con el trabajo en escena de Maruja Bustamante y Mariela Asensio. Actrices de gran presencia escénica y variedad de recursos, ambas también dramaturgas y gestoras de muchos de sus proyectos, se unieron para montar esta experiencia con clima de videoclip en la que desandan los pliegues de lo propio buscando la empatía en el público donde laten muchas de esas mismas problemáticas que ellas transitan en la propuesta y que en todos los casos tienen como objetivo esencial la búsqueda de la aceptación propia, apelando al humor pero también a cierta nostalgia que desnuda lo que se esconde detrás de un primer plano donde pareciera estar todo ya resuelto.

“La casa oscura”.

Otro montaje destacado de estos días fue la poética propuesta que llegó desde Bariloche Muchacha: una nube de agua, con actuación, dramaturgia y dirección de la actriz venezolana radicada en el sur argentino Aravinda Juárez, una producción del grupo Brújula Teatro A Cuerda, con asistencia de dirección de Adrián Beato. Nuevamente una mujer, esta vez frente a un tendedero, con un puñado de gallinas como testigos de sus actos y recuerdos, evoca, acompañada de un viejo grabador, su historia de olvidos, partidas y desapariciones, en el contexto de una simple pero efectiva apuesta escénico-plástica, con recursos conocidos pero muy bien utilizados, donde el protagonismo absoluto lo tiene la actriz que al mismo tiempo es un notable cantante.

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