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Tarde de cabezas en las nubes

La escritora y editora Ruth Kaufman coordinará un taller para chicos en la Biblioteca Popular Cachilo. Trabajarán con algunos de sus textos, y se buscará que los chicos se relacionen más con la lectura.

El fin de semana suele ser tan esperado por  los grandes como por los chicos. Y si viene soleado, mucho mejor. Es por eso que, para aprovechar la tarde de sábado en familia, la Biblioteca Popular Cachilo (Virasoro 5606) organizó un taller de literatura infantil con la escritora y editora Ruth Kaufman, a partir de las 16. Allí, Kaufman dijo a este medio que “compartirá ideas, leerá, jugará e inventará nuevos personajes” con los pequeños lectores que se den cita en La Cachilo.

—¿Cuál será la temática a tratar en el taller?

—La intención es que estemos un rato “con la cabeza en las nubes”. Vamos a hablar sobre las nubes, leer un poema que las tiene como protagonistas y jugar con imágenes del libro, además de compartir ideas con los chicos.

—¿Qué expectativas tenés en cuanto al encuentro en la Cachilo?

—Muchísimas. Hace años que quiero pisar esta mítica biblioteca. Conocí a Claudia Martínez hace unos 5 años en la Feria del Libro de Buenos Aires. Fue la primera vez que la Conabip organizaba las ventas institucionales en la feria. Pasé todo el día y ella fue la única persona que se acercó. Dio la casualidad que un cuento mío era uno de sus textos elegidos para contar a los chicos (contó entre risas). Hace unos años volví a cruzarme con gente de La Cachilo en un congreso de literatura infantil y juvenil en Buenos Aires, toda gente muy comprometida. Y el año pasado como miembro del jurado de la Conabip, participé en la decisión de darle a La Cachilo el premio Graciela Cabal.  Sigo sus actividades desde el blog; los admiro mucho. La verdad, es  hora de conocerlos.

—¿Cuánto tiempo llevás dedicándote a la literatura infantil?

—Muchos años. Publiqué por primera vez en Kapelusz en 1984, en una colección que dirigía Graciela Montes. Yo era muy joven y ella no me conocía, generosidad que siempre le agradecí. Trabajé en Billiken, en muchas editoriales de textos y en el año 2003 fundamos junto a Diego Bianchi y Patricia Jazan la editorial Pequeño Editor.

—¿Qué te atrajo de este tipo de lectura y escritura?

—Exactamente no lo sé. Quizás sean los cuentos tradicionales y los mitos que siempre leo con la misma infantil curiosidad.

—¿Qué respuestas has tenido de parte de los pequeños lectores y de sus padres (o los mayores que les lean tus trabajos)?

—Cuando interactuás con los chicos las respuestas son muchísimas, muy abiertas y ricas. Cada encuentro dispara cantidad de respuestas y de nuevas preguntas. La verdad, me resulta imposible resumirlas.

—¿Qué parámetros utilizás a la hora de una nueva producción?

—Como escritora, cada libro me propone sus propias reglas, es como un juego. Son reglas internas que tienen que ver con el material y con mis propias posibilidades de escritura. Como editora literaria de Pequeño Editor, pienso en temas y zonas que no estén tan exploradas, por eso hemos nacido publicando poesía e historieta. También damos cauce a proyectos que nos llegan o bien tratamos de inventar libros que sean necesarios.

—¿Qué franja etárea abarcan tus textos?

—Desde muy chiquitos hasta 89 años. Mi última novela, Nadie les discute el trono está en una colección juvenil  y el año pasado publiqué Hojas en el jardín pensando en niños pequeños. Pienso los libros para chicos como un género que debe incluirlos, sin que esa inclusión signifique que los grandes queden afuera. El eslogan de Pequeño Editor es “libros para pequeños lectores y grandes curiosos”, expresa nuestra intención; si se cumple, lo dirán los lectores. 

—¿Textos como los que escribís o editás tienen cosas que te hubieran gustado leer de chica?

—De niña y adolescente era una lectora voraz, más voraz que ahora. Me gustaban los libros bien gordos,  bien llenos de letras. Creo que sí, que hubiera disfrutado de nuestros libros, en aquel entonces no se publicaba mucha poesía para chicos y con los libros de pequeño editor seguramente habría podido armar mi primera biblioteca de poesía. También siempre me encantó la historieta. Mis padres no querían televisión en su casa; así que mis hermanos y yo leíamos muchísimas historietas para no quedarnos completamente afuera del mundo.

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