Espectáculos

Talento con diversos rumbos

La cantante y actriz Vanesa Baccelliere, protagonista de la versión local de “Canillita” que hoy se presenta en Buenos Aires, habla de su presente artístico, en el que reparte su tiempo entre la canción y la actuación.

Por Miguel Passarini | El Ciudadano & la gente

“Lo que pasó con «Canillita» es que se vio todo el trabajo que hubo detrás, todo el tiempo que le dedicamos”, dice Baccelliere | Foto: Marcelo MAsuelli

La cantante y actriz Vanesa Baccelliere encontró en 2010 un lugar en el teatro local que hace algún tiempo hubiese considerado impensado, pero que ahora no piensa abandonar. Oriunda de Venado Tuerto, y dueña de una de las mejores voces que se han escuchado en Rosario en los últimos años, Baccelliere llamó la atención durante 2010 dando vida a una enigmática mujer de anteojos oscuros que, como escapada de un cuento de Chéjov, generaba tensión en Demasiada familia, bajo la dirección de Cristina Carozza, su maestra de teatro. Aunque poco después se llevó todos los aplausos como la protagonista y gran revelación de Canillita, el clásico de Florencio Sánchez que a 100 años de su fallecimiento y a más de un siglo del estreno en Rosario, volvió al escenario que la vio nacer, el teatro municipal La Comedia. Una exitosa temporada y un elenco de actores talentosos jamás reunido, bajo la mirada atenta de Alicia Zanca y Hernán Peña, hicieron el resto.

La obra desembarca hoy en el porteño teatro Cervantes donde se presenta, a las 21, con entrada gratuita, en el marco de un ciclo de teatro argentino, aunque al cierre de esta edición la cantante enfrentaba otro gran desafío en un año en el que tuvo varios: su espléndida voz le daba carnadura a un himno de Víctor Heredia, “Razón de vivir”, en el marco de la inauguración del Museo de la  Memoria, acompañada por los músicos de Pampa Jazz, su proyecto musical que en 2011 tendrá en la calle un nuevo disco.

Talentosa, inquieta y dispuesta a seguir experimentando en el rubro escénico, Baccelliere mantuvo una charla con El Ciudadano en la que evaluó su buen momento artístico.

—¿Acordás con que estás cerrando un año que puede volverse una bisagra en tu carrera profesional?

—Creo que es así. Estoy muy contenta y un poco cansada, pero feliz por el trabajo y por lo que pasó con Canillita. Siento que este trabajo sirve para pensar qué cosas hay que modificar en relación con la producción teatral en Rosario. Lo que pasó con Canillita es que se vio todo el trabajo que hubo detrás, todo el tiempo que le dedicamos, como pasa con muchas otras obras de producción independiente, aunque lo que sumó aquí fue el apoyo y la producción de la Municipalidad, porque tengo la sensación de que en Rosario el teatro está restringido al actor y a lo que éste pueda hacer, pero muchas veces es un teatro sólo para gente de teatro, incluso muy interesante, pero también inaccesible para la gente que no está involucrada.

—Y “Canillita” estaría en el medio…

—Creo que Canillita fusiona bien esas dos cosas: habla de un teatro que puede producir una obra que sin perder calidad artística es para todos, partiendo de los chicos de escuelas primarias que tanto disfrutaron de las funciones que hicimos por la tarde, hasta personas muy mayores, sin dejar afuera a nadie, y al mismo tiempo trabajando todos profesionalmente.

—¿Cómo viven como grupo de trabajo la función en el Cervantes?

—Es un momento de mucha emoción y estamos muy contentos de volver a hacer la obra, aunque es muy probable que en marzo y abril volvamos con una temporada. Sería maravilloso porque aún hay mucha gente que no la vio o bien otros que quieren volver a verla. Pero además fue muy bueno lo que pasó con los colegios: muchos grupos llegaban sin saber qué iban a ver y pensaban que zafaban de unas horas de clase, pero después salían encantados; o la gente más grande, que en los momentos en que estamos entre la platea, ese comienzo del espectáculo que es como un gran conventillo que te abarca, se involucraban con los actores al punto de hablarnos acerca de los diferentes conflictos que plantea la obra.

—¿Cómo fue la experiencia de trabajar con actores de formaciones tan diversas y distintas generaciones?

—Fue algo muy enriquecedor. Yo no fui a la Escuela de Teatro, trabajé siempre con Cristina Carozza en su taller, y los chicos que sí entienden y conocen a la gente del ambiente de teatro me decían: “Vas a trabajar con Vilma Echeverría”, a quien no conocía ni de vista, que es una actriz impresionante que hizo Medea, y yo no podía creer cómo ella, siendo la actriz que es, se ponía con todo su profesionalismo a pasar una coreografía. Y del otro lado Máximo (Aragonés), un niño de 8 años que interpreta al hermano más pequeño de Canillita. Es decir: gente de distintas vertientes del teatro, unida con un fin común que era sacar adelante la obra. Un equipo de grandes actores que se engancharon, además, con el baile y con la afinación.

—Tu llegada al espectáculo, como la de todos, fue a través de un casting. ¿Cómo viviste esa experiencia?

—Fue muy loco, porque yo no iba a ir al casting, pero estando en el taller de Cristina ella nos pidió que fuéramos todos, que teníamos que vivir esa experiencia, algo que además es bastante infrecuente en el medio. Finalmente, fui con varios de mis compañeros, y me pasó algo muy raro porque cuando Hernán Peña nos pidió baile y canción, más o menos zafé, pero después vino el momento de actuar, yo llevé un fragmento de M’hijo el dotor (también de Florencio Sánchez). Yo soy de Venado Tuerto, y tengo tantas imágenes de esa vida casi pueblerina que me sirvieron para pasar el texto. Pero después me pidió que improvisara a partir de una consigna, y me dijo: “Se está prendiendo fuego el puerto y tus amigos está ahí, y tenés que pedir ayuda porque necesitás salvar a alguien”. No sé qué pasó, pero te juro que de golpe los vi en medio del fuego, fue impresionante. Creo que grité mucho, pero después me di cuenta de que les había gustado lo que había hecho, y cuando me llamaron para decirme que había quedado no lo podía creer. Ahí supe que quería seguir en esto, que el teatro me interesa de verdad.

—¿Qué te pasó cuando te convocaron para participar de la movida de apertura del Museo de la Memoria?

—Otra gran emoción (el acto tuvo lugar anoche). Es un momento histórico y me confirma algunas cosas. Hace dos años, un 24 de marzo, me convocaron del Museo de la Memoria para un proyecto, y si bien yo no tengo a nadie cercano entre los desaparecidos, siento que todos tenemos a todos. Estuve con las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, creo que allí entendí algunas cosas que, si bien las sabía, no las tenía tan claras. En este tiempo participé de otros momentos, pero aquella vez fue como una marca, porque yo canté también “Razón de vivir”, y parece que la canción, algo que la música junto con la palabra suelen hacer bastante a menudo y ojalá sea algo que no termine nunca, nos puso en una misma sintonía, nos aunó en un deseo de recordar, en un deseo de que no se repita, un poco prender una vela a aquellos que no están pero al mismo tiempo decirles que los recordamos, los sentimos, nos comprometemos y los seguiremos buscando. Es muy fuerte para mí como artista poder estar ahí y poder decir lo que dice la letra de esa canción. Los que podemos cantar, actuar o lo que sea, tenemos la responsabilidad como artistas de poder ser muchas voces. Hay gente que no canta, actúa o escribe, pero siente lo mismo y vive lo mismo, y necesita que alguien lo diga por ellos.

Comentarios