Sociedad

Crónica del Caos N° 25

Sultanes, “oro negro” y humanos sin derechos: la deuda del mundial de Qatar

A pesar del fiel entusiasmo de los amantes del fútbol, parece que el mundial de Qatar llega "flojo de papeles" en materia de derechos humanos, y la comunidad internacional no se queda callada. Aquí, un recorrido por los puntos más controversiales.


Por Elisa Bearzotti

En una semana que prometía temperaturas agradables, con el sol en alto y la bikini a punto caramelo para comenzar a disfrutar de la costa rosarina, la derrota de la selección argentina en Qatar marcó un punto de inflexión ante tanta maravilla. Sí, porque de ahora en adelante, y por un mes entero el pulso del humor de los argentinos no lo determinará ni el bendecido clima veraniego que viene asomando, ni la frágil economía, ni los frecuentes y bizarros dichos de nuestros políticos, sino la Copa del mundo de la Fifa.

Y esto es así por obra y gracia de la pasión futbolera que enciende el corazón de los habitantes de este país bendecido y cálido como pocos, siempre al borde de la exageración, siempre dispuesto a entonar las estrofas de un tango. Pero en esta ocasión, ni siquiera la locura argenta que invade las calles de Doha fue capaz de dispersar la atención de la comunidad internacional de la ola de cuestionamientos que viene enfrentando el país organizador.

Las críticas abarcan desde cuestiones generadas por el choque cultural que implica para un occidental adentrarse en las costumbres musulmanas –como la prohibición de beber alcohol, el tipo de vestimenta requerido para las mujeres o la tolerancia cero en cuanto a la portación de drogas (aunque sea una cantidad mínima destinada a consumo personal)- como también a las distintas miradas sobre derechos humanos, el cuidado del medio ambiente y la comunidad LGBTQ.

Ya desde el principio, la locación fue cuestionada debido a las intensas temperaturas esperadas para la época del mundial -pleno verano boreal- que son mayores a 40° C y dificultan la práctica de cualquier deporte al aire libre, lo cual derivó en un inusual cambio de fecha. Por otra parte, ya en 2014 el periódico inglés Sunday Times había publicado una investigación asegurando que el país árabe pagó más de US$ 5 millones en sobornos para asegurarse el apoyo a su candidatura y más tarde, en 2018 acusó a Qatar de llevar adelante una operación para diseminar propaganda negativa sobre sus dos principales rivales en la puja por la sede, Estados Unidos y Australia.

Luego, otra vez el país quedó bajo la lupa debido a la mano de obra utilizada en la construcción de los estadios. El Golfo Pérsico –un país con alta concentración de riqueza debido al “oro negro” que duerme bajo las blancas arenas- ha hecho un uso intensivo de mano de obra migrante en las últimas décadas, quedando bajo escrutinio después de que se reportaran muertes entre los trabajadores, que suelen llegar de los países más pobres del mundo para hacer tareas peligrosas, bajo el calor extremo y por bajos salarios.

Según el periódico británico The Guardian, podrían ser 6.500 trabajadores los que murieron desde 2010 -cuando Qatar fue elegido sede del mundial 2022- hasta hoy, aunque la cifra no ha podido ser verificada y el gobierno qatarí rechazó categóricamente la acusación. En este sentido, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) si bien concedió que existen vacíos en la recopilación de datos, afirmó que solo en 2020 habrían muerto 50 trabajadores tras sufrir lesiones ocupacionales fatales y 37.600 sufrieron lesiones leves a moderadas en el mismo periodo. Debido a la observación internacional, Qatar ha hecho en los últimos años reformas al régimen laboral de los migrantes, estableciendo un salario mínimo de US$ 275 al mes y habilitando a los empleados a cambiar de trabajo sin permiso de sus empleadores (algo imposible con el sistema anterior conocido como Kafala).

Resulta indudable que este tipo de eventos deportivos (al igual que las Olimpíadas o las carreras de F1) se han convertido en expresiones políticas del más alto nivel, donde los países organizadores aprovechan para mostrar su mejor cara, pulir su imagen algo deslucida y mostrar sonrisas satisfechas ante los millones de ojos que los están observando. Y en ese sentido, durante la organización de este mundial dos puntos resultaron ser los más controversiales: la situación de las mujeres -cuyas libertades se encuentran restringidas en la región debido a la práctica de la religión islámica- y el colectivo LGBTQ dado que, según Amnistía Internacional, Qatar es uno de los 70 países en el mundo donde están criminalizadas las relaciones sexuales entre personas del mismo género, si bien el gobierno ha dicho que aceptará con “tolerancia” a turistas que pertenezcan a dicha comunidad.

Y en este contexto, varias “estrellas” han aprovechado que las luces están encendidas para expresar su postura. La selección de fútbol iraní, por ejemplo, se abstuvo de cantar el himno nacional de su país antes del inicio del partido contra Inglaterra, en respaldo a la ola de protestas desatadas en septiembre pasado por la muerte de Mahsa Amini, tras su detención por no llevar bien puesto el velo islámico. Según informó la agencia de noticias AFP, los 11 jugadores se mantuvieron rectos, impasibles y con rostro neutro mientras su himno resonaba en el Estadio Internacional Khalifa. También figuras del espectáculo como Shakira, Dua Lipa o Rod Stewart han renegado públicamente de este evento.

“Espero visitar Qatar cuando haya cumplido todas las promesas sobre derechos humanos que hizo cuando se ganó el derecho a organizar el Mundial”, afirmó Dua Lipa en su perfil oficial de Instagram hace unos días, tras los crecientes rumores sobre su presencia en la gala inaugural. En la misma línea se pronunció su compatriota Rod Stewart, quien según The Sunday Times llegó a rechazar más de un millón de dólares para cantar en el país árabe por razones morales.

Por último, el jefe de la Federación Alemana de Fútbol, Bernd Neuendorf, indicó que no respaldará la reelección del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, propuesta para el año próximo, debido a la gestión del organismo futbolístico en materia de derechos humanos en Qatar, a su incapacidad para adoptar una postura respecto a Irán y por la prohibición del lema de la camiseta danesa que llevaba escrito “derechos humanos para todos”.

A pesar de todo, y sin reparos de conciencia, nosotros seguiremos aferrados a la esperanza y a la alegría que proporciona la pelota cada vez que entra en el arco. Una magia que enciende corazones, estimula recuerdos inolvidables, gratifica con la imagen de los momentos que vale la pena atesorar, nos identifica y nos une más que cualquier otro símbolo patrio.

Durante un mes, el mundo permanecerá detenido en el instante del gol, aflorarán las cábalas escondidas por siglos, y en un rito eterno y siempre renovado, nos juntaremos a horas extrañas para gritar hasta destrozarnos la garganta, sin grietas ni maleficios inútiles para quienes piensan diferente: “¡vamos Argentina todavía! ¡Dale Leo… dale… goooooooool!”.

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