Policiales

La memoria del delito

Subsuelo de Tribunales: un depósito donde nada es lo que parece

Armas cortas, largas, adoquines, algunos de los objetos que se acumulan. Los encargados del lugar diseñaron un sistema ejemplar para la custodia de las pruebas

En el depósito se acumulan 148 mil objetos productos de causas penales. Foto: Marcelo Martínez Berger.

Ana Laura Piccolo

Un depósito judicial no es un depósito cualquiera. Allí los objetos siguen representando a sus dueños y como plus, también a sus víctimas. Un adoquín es un adoquín en cualquier otro lugar, pero allí trae al asesino y a la víctima contenido en ese cubo de concreto. Una caja de caramelos amarilla, la rama de un árbol, una gorra de bebé, una cuchilla de cocina oxidada, una bombacha a rayas, un destornillador, un pedazo de sábana de dos plazas y una chalina de tela rústica son algunos de los 148.000 objetos prolijamente ordenados en el subsuelo de Tribunales provinciales. Entre estos efectos también hay más de 4.700 armas de fuego, de todo tipo y calibre, que como todo lo que yace ahí corresponde a una causa penal en proceso.

A primera vista, Osvaldo Corona y Diego Núñez tienen la apariencia del típico empleado judicial. Responden con precisa justeza las curiosidades que despierta lo que parece un verdadero museo del delito. Pero a medida que relatan la historia del lugar, en una suerte de visita guiada, surge de ellos un orgullo como si se tratase de una casa que construyeron con sus propias manos. Y no es tan errado. En menos de diez años idearon un sistema de archivo de objetos que es modelo en la Argentina y visitado por funcionarios del Poder Judicial de otros países. Desde la remodelación del mobiliario del depósito, en 2002, la conservación de los efectos secuestrados es óptima y su recepción y disposición se realiza en cuestión de minutos.

“Hace diez años vine como voluntario procedente de un juzgado de Instrucción con la inquietud de ver cómo se podían organizar los efectos secuestrados y me ayudó un poquito de práctica en cuanto al tema penal”, relató Corona.

 

Entonces estaba todo por hacerse, no existía un sistema de archivo informático y las armas de fuego eran depositadas junto a los demás efectos, recordó. Después, la Corte Suprema de Justicia de la provincia, ordenó hacer un inventario sobre la cantidad de armas de fuego y al cabo de un año se llegó a la cifra de 6.700.

A ese primer ordenamiento le siguió un sistema informático precario que abrió la posibilidad de hacer algo más sofisticado: “Teníamos que diseñar algo donde guardar todo, pero no contábamos con ningún referente para tantas armas”, explicó. Con cinta métrica en mano y consultas a distintos ingenieros, los empleados del depósito contribuyeron al diseño de los mobiliarios, funcionales hasta el día de hoy. De esas estructuras, las más llamativas son los armeros.

 

Si bien a simple vista parecen inofensivos casilleros, tienen espacioso almacenamiento y estrictas medidas de seguridad. Los armeros para armas cortas cuentan con 22 pisos de dos cajones cada uno. Se pueden guardar 242 armas por mueble y 3.800 en total. También se realizó un diseño especial para las armas medianas y las largas, estas últimas con espacio para almacenar 900 unidades. “Este mes se cumplen siete años de la creación de estos muebles”, dijo Corona tras reflexionar: “O sea que la proyección en el futuro, con los estudios y las perspectiva que se hicieron en ese momento, fue correcta”.

Redonditos de ricota

Con excepción de dinero, joyas, vehículos o elementos con rastros de muestras biológicas, todos los efectos secuestrados en causas penales son remitidos al depósito judicial. Una máquinas traga monedas, almohadas, muletas, llaves, llaveros, jeans, computadoras son algunos de los efectos comunes que llenan un ala de dos plantas del depósito judicial. También la construcción de esa parte fue pensada por sus empleados a fin de aprovechar al máximo el espacio físico.

“Prácticamente todo esto lo hicimos nosotros de cero”, contó Núñez, quien asegura que le gusta mucho su trabajo y que se incorporó a esa dependencia poco después de Corona. También recordó que fue después de 2002 cuando empezaron a embolsar cada uno de los efectos allí remitidos. Curiosamente, la implementación de bobinas de nylon para envolver todo lo que es recibido no surgió de técnicos sino de una fábrica de pastas durante un mediodía de domingo. “La idea se me ocurrió viendo la fábrica de pastas, me acuerdo que miraba cómo envolvían la comida”, dijo Corona mientras sellaba una lapicera en la bobina.

“No se abre, la experiencia ha demostrado que sirve”, aseguraron los empleados mientras explicaron que cuentan con tres bobinas de nylon sin fin, con un grosor de 100 micrones en forma de tubos, con diferentes anchos, que permite envasar todo tipo de medidas. Esa práctica también ayuda a mantener la higiene y preservar mejor los efectos. “Esto lo hicimos todos”, afirma Corona. Es que él y Diego Núñez aseguran que “matan a preguntas” a cuanta persona ingresa por la puerta del depósito. “Acá todos opinan, es onda Linux”, explicaron. “No hay laureles para nadie porque en realidad, es un granito de arena en cuanto al Poder Judicial. Nosotros, de alguna manera mostramos que las cosas son posibles, que se puede trabajar bien y con onda”, dijeron.

Bien armado

Entre las 4.700 armas guardadas en el depósito de Tribunales existe una variedad sorprendente. Se puede encontrar desde una AK-47, el fusil de asalto soviético utilizado en la Segunda guerra mundial y adoptado como arma reglamentaria durante la Guerra Fría, hasta un revólver Smith Wesson 44 Mágnum, popularizado en los 70 con la película Harry el Sucio donde un frío e implacable inspector (Clint Eastowood) dio origen al mito del “revólver más potente del mundo”. También hay allí una colorida variedad de tumberas, como se conocen las armas de fabricación casera que cargan con todo menos con glamour.

Sólo algunas pocas elegidas se salvan de la destrucción

Cuando finaliza la vida dentro del depósito judicial la mayoría de los objetos son incinerados. Los efectos comunes en el crematorio del cementerio La Piedad y en el caso de las armas de fuego en una fundición, destrucción que impide cualquier posibilidad de que vuelvan al circuito delictivo. “Aproximadamente el 95 por ciento de las armas se funde y el cinco restante es lo que rescata Armería Central para reasignarlas a las fuerzas de seguridad”, contó Osvaldo tras mostrar un lingote de hierro, resultado de una de las últimas fundiciones realizadas. También se salvan del fuego las armas que tienen valor histórico cultural, aunque es el menor de los casos. En ese sentido, los empleados del depósito explicaron que por más pintoresca o funcional que resulte un arma, si no sirve y brinda la seguridad necesaria para su uso dentro de las fuerzas de seguridad se ordena su destrucción. En abril último se fundieron alrededor de 1.500 armas de fuego.

Comentarios