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Megarrecital

“Somos las mismas cabezas pero sonando como queríamos”

Emiliano Brancciari, líder de No Te Va Gustar, habla de “El tiempo otra vez avanza”, el flamante disco que estrena en vivo. La banda uruguaya, de gira por el país, llegará esta noche, a las 21, al Salón Metropolitano del Alto Rosario Shopping.


La banda uruguaya No Te Va Gustar (NTVG) editó su octavo disco, titulado El tiempo otra vez avanza, donde propone un recorrido siempre superador de todo lo consumado en estas dos décadas de historia. Con la velocidad de la luz –o del sonido–, sus flamantes canciones ya sonaron y se convirtieron en clásicos. Entre tantos polos de atracción su “Paranoia”, “Alba” o la más famosa “Comodín” suenan en todas partes, se las reconoce al primer acorde y son difíciles de olvidar por horas. Esta noche las mostrarán todas juntas en Rosario en un megarrecital que apuesta por la potencia y se llevará a cabo, a partir de las 21, en el Salón Metropolitano del Alto Rosario Shopping.

Antes, desde las 20.30, como teloneros, se presentarán los uruguayos de Boomerang. Las puertas del Metropolitano se abrirán a las 19, mientras que la boletería del lugar permanecerá abierta desde las 10.

La banda, integrada por Emiliano Brancciari (voz y guitarra), Guzmán Silveira (bajo y coros), Diego Bartaburu (batería), Gonzalo Castex (percusión), Martín Gil (trompeta y coros), Denis Ramos (trombón), Mauricio Ortiz (saxo), Pablo Coniberti (guitarra) y Francisco Nasser (teclados), contó, para este disco, con la participación del productor estadounidense Joe Blaney, mundialmente conocido por trabajar con The Clash, Ramones, Keith Richards y Charly García, entre muchos otros.

Brancciari había declarado que después de un golpe tan duro como fue la muerte de su tecladista Marcel Curuchet, en 2012, con la banda empezaron a avanzar a nivel sentimental. Y eso se nota en El tiempo otra vez avanza.

Introspectivo y nostálgico, el álbum se para en el presente para hablar, desde el corazón, de algunas urgencias como el tiempo perdido, lo real, el sufrimiento, el fracaso y el rechazo. Y lo hace con una sonoridad que, cada vez más, conduce a la banda al tango, ese género en el cual los músicos consagrado, suelen desembocar en algún momento de sus carreras.

“Obviamente quedaron afuera canciones que están buenas y alguna que otra puede llegar a cobrar vida más adelante, pero intentamos mirar al presente, que es lo que más nos hace sentir auténticos”, dijo Brancciari a El Ciudadano en un diálogo donde se refirió al tiempo, del pasado al futuro.

–¿Cómo están viviendo la gira de regreso al país?

—Con mucha alegría porque la gente recibió las canciones muy bien y nos devuelve una energía increíble; eso es muy disfrutable. Cuando sacamos un disco intentamos tocarlo porque es lo que más nos representa, por más que sigamos haciendo los clásicos. Estamos llevando el disco a un montón de lugares y nos llevamos la sorpresa de que la gente ya canta sus canciones como si fueran viejas.

—Y no sólo sucede con temas como “Comodín”, que ya es un clásico, sino con muchas otras del último trabajo. ¿A qué creés que se debe este fenómeno?

—No lo sé. Estamos tocando seis o siete canciones del disco por noche y no encontramos ninguna que nos haga replantear sacarla de la lista porque todas gustan. Es sumamente disfrutable cuando eso ocurre.

—¿Cómo nace “El tiempo otra vez avanza”?

—Lo fuimos componiendo en los últimos dos años, con excepción de la última canción (“Viajando sin espada”), que quedó afuera del disco anterior. Fuimos acumulando temas y en un momento decidimos que queríamos trabajar con Joe Blaney a quien le escribimos. Se copó con la banda y nos fue a escuchar a Nueva York cuando tocamos allá. En Uruguay lo llenamos de asado y vino (risas) y lo convencimos, y ahí empezamos a trabajar. Empezamos a ensayar las canciones y nos convenció de grabar todos juntos en vivo. Para nosotros, ese formato era un desafío porque somos nueve músicos y eso no se acostumbra a hacer: es más de la vieja escuela. Pero como estábamos a full con Joe le dimos para adelante y resultó la mejor de las decisiones.

—Además de eso, ¿qué creés que le agregó Blaney de su impronta y experiencia al sonido que ustedes también tienen consolidado?

—Aportó mucho en el audio. Nos dejó trabajar muchísimo en la parte artística, nos daba algunos lineamientos, algún consejo, pero los que trabajábamos fuimos nosotros; él se encargaba de que la cosa sonara. El disco lo mezclamos con él en Brooklin y lo masterizó Bob Ludwig. El resultado fue que quedó sonando con un nivel muy internacional. Somos la misma banda; somos las mismas cabezas pero sonando como queríamos.

—El disco suena homogéneo, cerrado sobre una idea concreta. ¿Responde a que los temas fueron compuestos para ser editados aquí y no son un rejunte del pasado?

—Es así. A nosotros no nos motiva editar esas canciones que van quedando. Es como que, cuando pasa el tiempo, necesitamos que los temas sean nuevos, que nos motiven. Obviamente, quedaron afuera canciones que están buenas y algunas que otras pueden llegar a cobrar vida más adelante, pero intentamos mirar al presente, que es lo que más nos hace sentir auténticos. Por eso también editamos discos cada dos años.

—Hablás de lo auténtico, de ser coherente con tu tiempo. Las canciones versan sobre eso. ¿Es una emergencia de ustedes el sentirse auténticos o creen que es algo que les ocurre a muchas personas?

—Son las dos cosas. Nosotros vemos que la sociedad necesita sentirse auténtica pero nos damos cuenta que nosotros lo necesitamos para poder avanzar y sentir que nos superamos artísticamente porque, si no, no tiene gracia. Si no, pasamos a ser un grupo que está imitando lo que fue. Lo que hicimos ya está: ahora tenemos que avanzar y eso es lo que siempre hicimos, lo que nos hace bien, porque nos nutre, nos llena de energía y, sin ser hipócrita, nos ha dado resultado con la gente. Sí nos fue bien intentando cambiar, ¿por qué vamos a dejar de lado eso?

—En ese sentido, éste es un disco introspectivo pero también nostálgico. ¿Cómo te imaginás el próximo? La pregunta es porque usualmente, cuando se atraviesa un proceso de introspección, se está gestando algo nuevo…

—La verdad que no lo sé. Está bueno dejarse llevar y volver a ser coherente en el disco que viene, que la música sea dinámica como es la vida. Supongo que dentro de dos o tres años, cuando salga el próximo, no estaremos pensando de la misma forma, no estaremos viviendo las mismas cosas, no estaremos escuchando la misma música, y nuestra música tiene que acompañar esos cambios.

—¿Coincidís en que, cuando los rockeros van creciendo, el tango comienza a convertirse en un norte en sus carreras?

—Yo creo que sí. El tango es una música totalmente de avanzada, compleja. Es realmente admirable como género. Me parece que el rock empieza siendo algo básico y, a medida que vas avanzando en la vida, se va complejizando. Pero estando en estos países donde vivimos, con tantas nostalgias y clima gris, desembocamos inexorablemente en la melancolía del tango; tenemos mucho que ver con el tango, sin duda.

—Y por ende con el amor como acto revolucionario, como motor…

—El amor es el motor de todo. La música está tan adentro… La música no puede quedar ajena al amor.

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