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Sobrevivencia globalizada

El texto “Mundo Consumo”, del sociólogo Zygmunt Bauman, continúa la teoría de modernidad líquida y aquellos fenómenos que van desde las relaciones laborales a los miedos y la búsqueda del amor.

El sociólogo polaco Zygmunt Bauman, famoso por haber introducido el concepto de “modernidad líquida”, analiza en su flamante libro Mundo consumo las posibilidades de supervivencia del individuo en una aldea global en la que los gobiernos locales no logran controlar la irrupción excesiva de los mercados globales.

A partir de su hallazgo semántico –la idea de una “modernidad líquida” para referirse a la fisonomía emergente en las sociedades contemporáneas tras la Guerra Fría– el autor no ha dejado de explicar diversos fenómenos que van desde las relaciones laborales y los vínculos afectivos hasta la búsqueda de la felicidad, el miedo o el amor.

En todas estas cuestiones, Bauman detecta una disolución de los lazos que mantenían cohesionada la estructura social en la era del capitalismo industrial, al que no deja de ver como artífice de un deterioro masivo de los sistemas sociales.

En el caso de Mundo consumo, recién editado por el sello Paidós, el autor de títulos como Vida líquida y Vidas desperdiciadas explica fenómenos bien actuales como la hiperdelincuencia o la creación de desechos humanos, al mismo tiempo que reflexiona sobre los mecanismos reparadores de daños.

El ensayista presenta su texto en torno a una cuestión central –¿es posible la ética en este mundo globalizado de consumidores?– surgida de un ciclo de conferencias pronunciado en la Universidad de Viena y que luego dio origen a la obra.

En un mundo donde rige el principio de placer casi sin ataduras, reintroducir la ética es una necesidad imperiosa: “Poblar el mundo con personas que se interesen por los demás no figura en el mapa de la utopía consumista”, denuncia Bauman.

El libro, que trabaja a partir de conceptos de la filosofía y la sociología clásica, se presenta como “un informe enviado desde un campo de batalla” y articula los capítulos en torno a distintos interrogantes, entre ellos si puede sobrevivir la cultura a la devaluación de la trascendencia.

Según el ensayista polaco, todo cambió a raíz de lo que describe  como “el golpe de Estado neoliberal de Reagan-Thatcher”, que puso en entredicho los significados de dos conceptos que entonces parecían tan robustos como “público” y “social”.

“La visión social a gran escala ha quedado dividida en una multitud de baúles de viaje individuales y personales”, observa el autor a propósito de la tendencia hacia una sociedad introvertida y egoísta que sólo está pendiente de su disfrute personal.

Bauman considera que en lugar de ejercer coacción por la fuerza para conseguir algo, el poder (que hoy día se identifica más bien con el mercado económico y no con el Estado) utiliza la estimulación, la seducción y la suscitación de nuevas necesidades y deseos.

Esta carrera hacia la satisfacción personal provoca una desafección por lo público y lo social, de manera que el espacio privado se conquista “desahuciando a otros seres humanos y, en especial, a la clase de personas que se interesan por otras o que pueden necesitar la atención de otras”.

Ya desde el prólogo, el autor polaco anuncia su intención de señalar las cuestiones que le parecen dignas de discusión, pero reconoce su incapacidad de proponer soluciones: “Simplemente aspiro –dice– a ayudar a que tanto yo mismo como mis lectores afilemos nuestras herramientas cognitivas comunes”.

Esas herramientas son las que pueden ayudar al hombre a encontrar un sentido ético a su comportamiento social frente a una clase de consumismo que afecta a los patrones de comportamiento, que inevitablemente se ven alterados y hacen que los individuos se tornen una mercancía más.

Bauman argumenta que esta sociedad global de consumidores es producto de un mercado económico también global, pero enfocado a intereses muy particulares: de ello deduce que la respuesta para empezar a imponer soluciones es la creación de una autoridad global (no ya internacional) que pueda aportar respuestas a problemas que escapan al ámbito local.

La correlación de fuerzas entre política y mercado se vio bruscamente alterada. “El nuevo poder global no está sometido ahora a la supervisión política. El alcance de los Estados-nación sigue siendo local, demasiado pequeño como para poder controlar a los mercados”, explica el sociólogo.

La cuestión que plantea Bauman es “si alguna fuerza política podrá contener la marea de globalización desenfrenada de capital, comercio, finanzas, criminalidad, drogas y armas teniendo a su disposición únicamente los medios de un Estado solitario”.

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