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Símbolo de paz en santuario

Para cerrar heridas del pasado, Isabel II, reina de Inglaterra, visitó el estadio dublinés de Croke Park, donde policías británicos causaron una de las peores matanzas de la guerra de Independencia de Irlanda.

La reina Isabel II de Inglaterra llevó a cabo ayer una visita cargada de simbolismo al estadio dublinés de Croke Park, escenario de una de las peores matanzas de la guerra de independencia hace casi un siglo, en el segundo día de su histórico viaje a Irlanda.

Acompañada por la presidenta irlandesa, Mary McAleese, la soberana británica ingresó en ese gran estadio considerado un santuario por los irlandeses, porque el 21 de noviembre de 1920, en el primer Domingo Sangriento, policías británicos abrieron fuego con ametralladoras durante un partido de fútbol gaélico matando a 14 civiles.

La matanza, uno de los símbolos de la represión británica durante la guerra que condujo a la independencia irlandesa en 1922, fue organizada en represalia por una operación del IRA (Ejército Republicano Irlandés) que horas antes había dejado otros 14 muertos entre presuntos agentes secretos británicos.

Tras pasar por los vestuarios, donde saludó a algunos deportistas locales, la reina salió ayer al césped del llamado templo de los deportes gaélicos (fútbol gaélico, hurling), cuyas gradas estaban vacías por motivos de seguridad.

Este punto del programa de la reina era uno de los momentos más esperados de la primera visita de un monarca británico a Irlanda en un siglo, saludada como un paso importante en la reconciliación y la normalización de las relaciones entre los dos países iniciada con los Acuerdos de Paz de 1998 entre unionistas y católicos del Ulster.

“Su Majestad, su visita va a aportar un nuevo e importante respaldo al proceso (de paz en Irlanda del Norte) que, lo creo firmemente, es ahora irreversible”, declaró el presidente de la Federación de Deportes Gaélicos, Christy Cooney, en un breve discurso.

Isabel finalizó ayer su segunda jornada en Irlanda con el único discurso previsto de su visita en el transcurso de una cena en el castillo de Dublín, la antigua sede de las autoridades británicas.

Isabel II aprovechó la oportunidad para destacar la mejoría de las relaciones anglo-irlandesas desde 1998.

El primer ministro británico, David Cameron, quien también asistió al banquete, calificó de “excepcional” la visita de la reina. “Es para cerrar las heridas del pasado pero también para mirar al brillante futuro entre nuestros dos países”, dijo.

Previamente, por la mañana, la reina depositó una corona en otro lugar sensible, el memorial de la Primera Guerra Mundial que honra a los 49.400 caídos irlandeses que lucharon por el Reino Unido en ese conflicto, en un gesto para subrayar la importancia de los vínculos que unen ambos países.

La jornada comenzó con una visita a la fábrica de la famosa cerveza Guinness, una de las principales atracciones turísticas del país. La soberana escuchó atentamente las explicaciones mientras se formaba la espuma de una pinta que esperaba en la barra, pero a la hora de la verdad tanto ella como su esposo resistieron a la tentación de probar la bebida nacional.

Aunque muchos irlandeses han acogido favorablemente la presencia de Isabel II, a la que no han podido ni acercarse debido al férreo dispositivo policial, una minoría ha tratado desde el principio de hacer oír su voz en pequeñas manifestaciones.

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