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Pena capital

La Justicia nipona condenó a muerte al “asesino de Twitter” por matar y desmembrar a nueve personas

Un japonés de 30 años, cuyo apodo deriva de su modus operandi fue condenado a muerte por un tribunal de Tokio por el asesinato de nueve personas que conoció primero por internet. "Si no me hubieran atrapado", dijo, "no me arrepentiría de nada"

Takahiro Shiraishi, al salir del tribunal.

Un tribunal japonés condenó a muerte a Takahiro Shiraishi, un hombre que confesó haber acechado y asesinado a mujeres que expresaron tendencias suicidas en las redes sociales, modus operandi que le valió el mote de asesino de Twitter. De esta forma, con la pena capital, la justicia nipona puso fin a un caso que mantuvo en vilo a la sociedad y a la opinión pública de ese país.

El tribunal de Tokio dijo que la sentencia contra Shiraishi, de 30 años, fue motivada por la “extrema gravedad” de sus crímenes. Shiraishi, dijo un juez, no sólo mató a sus víctimas, sino que había “pisoteado la dignidad de los muertos”, publicó el New York Times.

En una audiencia de sentencia en noviembre, miembros de las familias de las víctimas remarcaron que las acciones de Shiraishi los habían marcado irreversiblemente y que su absoluta falta de remordimiento en el estrado los convenció de que debía ser ejecutado.

El hermano de una víctima expuso que escuchar a Shiraishi describir los crímenes le hizo perder la fe en la humanidad. Las identidades se ocultaron para proteger la privacidad de las víctimas.

Las ejecuciones en Japón son relativamente raras, aunque es uno de los pocos países desarrollados que aún aplica la pena de muerte. El año pasado el País del sol naciente ejecutó a tres personas, según Amnistía Internacional, en comparación con 22 en Estados Unidos.

Shiraishi confesó haber conocido a ocho mujeres a través de las redes sociales y haber aprovechado sus inseguridades para atraerlas a citas durante un período de dos meses. Las drogó, agredió sexualmente y luego las mató para evitar que lo denunciaran a la Policía.

Más tarde mató a un conocido de una de las víctimas, después de que empezó a temer que el hombre sospechara de él.

Los asesinatos provocaron conmoción en Japón desde que la Policía descubrió nueve cadáveres mutilados y en descomposición en el apartamento de Shiraishi en 2017.

Los detalles de los crímenes pusieron sobre el tapete algunos de los males sociales ampliamente discutidos en el país: la erosión de los lazos familiares y sociales, las altas tasas de suicidio y una sociedad cada vez más atomizada y aislada que recurrió a las redes sociales en busca de consuelo.

Los detectives descubrieron los cuerpos de las víctimas de Shiraishi en su departamento en las afueras de Tokio después de la desaparición de una mujer de 23 años que había publicado en Twitter que estaba buscando a alguien con quien suicidarse.

En el marco de un operativo encubierto, los investigadores siguieron a Shiraishi hasta su vivienda, donde descubrieron los cuerpos de ocho mujeres y un hombre decapitados y desmembrados en heladeras portátiles.

Quién es el Asesino de Twitter, el japonés que confesó haber matado y descuartizado a nueve personas

Shiraishi testificó más tarde que al principio había considerado negar su autoría, pero cambió de opinión ante la abrumadora evidencia en su contra.

El abogado defensor argumentó que las mujeres tenían tendencias suicidas y que habían acordado dejar que Shiraishi las asesinara, hipótesis que, de prosperar ante el tribunal, le hubiera allanado el camino para una sentencia más leve.

Pero Shiraishi rechazó rotundamente su propia defensa, y testificó durante comparecencias anteriores ante el tribunal que él mató a las mujeres por su propia voluntad y quiso asumir la plena responsabilidad por sus asesinatos.

“Ni una sola de mis víctimas dio su consentimiento”, le dijo al juez durante una de esas audiencias.

El Asesino de Twitter sostuvo que no planea apelar su sentencia, y señaló que le dijo a su abogado defensor que quería que el juicio terminara lo antes posible para evitar causar más dificultades a sus padres.

En declaraciones al tribunal, Shiraishi rastreó las motivaciones de sus crímenes hasta una pelea con su familia. Después de discutir con su padre, dijo que decidió intentar ganarse la vida seduciendo a mujeres solitarias y convenciéndolas de que le dieran dinero.

Shiraishi dijo que aprendió a aprovecharse de las inseguridades de las mujeres mientras trabajaba como reclutador para un servicio de acompañantes en Kabukicho, un barrio rojo de Tokio. Si bien la prostitución es ilegal en Japón, los negocios relacionados con el sexo, que van desde clubes de azafatas hasta salones de masajes, son comunes en las áreas urbanas, y los hombres jóvenes a menudo son contratados para rastrear en las calles de la ciudad posibles candidatas.

Shiraishi dijo que había buscado mujeres en línea que expresaran pensamientos suicidas, se reunía con ellas y las llenaba de cumplidos; dijo que se volcó a matar cuando comenzó a temer que una de las mujeres que conoció le exigiera la devolución del dinero que ella le había prestado.

Shiraishi estaba cumpliendo una condena en suspenso relacionada con su trabajo anterior –había reclutado a mujeres a sabiendas y contra la ley para trabajar como prostitutas– e, imaginando que la mujer podría llevar el caso a la Policía, la mató, dijo.

“Me costó mucho decidirme a hacerlo, pero había hecho cosas ilegales a diario como parte de mi trabajo como reclutador y había internalizado la idea de que «solo es un problema si te atrapan»”, declaró a la corte. Después del primer asesinato, dijo, el resto fue fácil.

En una aparición ante el tribunal, Shiraishi dijo que, si bien se sentía mal por algunas de sus víctimas, tenía poco remordimiento. “Si no me hubieran atrapado”, dijo, “no me arrepentiría de nada”.

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