#70Evita

El paso a la inmortalidad

Si Evita nos viera


Lucila De Ponti*

 Son 70 años de Eva inspirando, y me pregunto si habrá sido inspiración desde el mismísimo día de 1919 cuando doña Juana la parió a la vida en Los Toldos asistida por una comadrona mapuche en aquel poblado mapuche. Eva nació rodeada de pueblo, así iba a atravesar la historia y así se iba a ir de este mundo. Ese fue, entre otros, el signo de Eva en la historia política argentina. La marca del pueblo hablando con voz propia y empuñando la lapicera para escribir el propio destino.

El pueblo, los humildes, los descamisados, los cabecitas negras, no eran, en la cosmovisión de Eva, destinatarios inertes de las políticas diseñadas y ejecutadas por otros. Eran sujetos protagonistas y hacedores de las políticas públicas. Y no solo aquellas personas a las que Eva y Perón les abrieron las puertas de las instituciones públicas para ocupar espacios de poder, para demostrar que la política no era algo que podían hacer solamente las elites, que no era imprescindible la erudición que otorgaban las altas casas de estudio para sentarse en una silla y para tener un despacho, que alcanzaba también con la idoneidad de conocer y sentir profundamente una necesidad para poder crear una respuesta.

El peronismo de Eva, y de Perón por supuesto, no fue solamente el de un gobierno de los trabajadores y las mujeres ocupando espacios de poder que hasta entonces les estaban vedados. Fue en su forma y en su espíritu el fin de la cancelación de la política para los humildes. Fue el gobierno de una política que no residía solamente en el palacio, que no se hacía solamente desde un escritorio. El peronismo de Eva era el gobierno de los comunes, la invitación permanente y constante a la sociedad a ser protagonista de su presente a través de la gestión capilar y territorializada de las políticas públicas.

Desde la organización de la demanda a la respuesta institucional y la vuelta al pueblo de ese derecho conquistado, para ser luego esparcido como semilla cayendo a la tierra de las manos de todos aquellos que soñaran con que era posible levantar en este suelo una nueva y gloriosa nación. O dicho más simple y menos adornado: desde abajo hacia arriba y de la periferia al centro se hacía la política como Eva la entendió.

Si de procesos transformadores hablamos, Evita entendió desde el primer día que no existía posibilidad de dar vuelta la tortilla de la historia si no era con la potencia de la comunidad organizada, empujando los límites de una realidad que siempre les había sido esquiva, de una dignidad que siempre les había sido negada.

La huella de Evita

Venía Eva de esas raíces y abrió las puertas de par en par para todos y todas. El signo de lo popular no era en Eva sólo su identidad de mujer humilde, fue fundamentalmente su gesta al enseñar que la política se podía hacer de otra forma. Ese aprendizaje que persiste y perdura para quienes vinimos después a intentar caminar por su huella. Insistir obstinadamente que el poder más potente es el que emana del encuentro en comunidad de un pueblo con la conciencia de la desigualdad y la decisión de terminar con las injusticias, esa es la huella de Evita.

La mujer que eligió creer que la historia no se cambia de a una, que esa gesta de una patria libre necesitaba de muchas manos y muchas cabezas para volverla una realidad para millones.

Y la rebeldía claro. Qué era Eva sin ese fuego incontenible que no aceptaba el rechazo ni la negativa. Hoy cuando la rebeldía se confunde con postulados reaccionarios en la forma de un grito crispado, pienso en Eva. Hoy cuando veo a las mujeres garantizando el derecho a la alimentación de sus vecinos donde el mango no alcanza, pienso en Eva. Hoy cuando veo a los nenes y nenas de un barrio popular aprendiendo en un espacio comunitario de primera infancia, pienso en Eva. Hoy cuando veo a las chicas de la cooperativa textil en su horario laboral confeccionando uniformes de escuelas o la ropa de moda para que las pibas salgan al boliche, pienso en Eva, y en sus máquinas de coser.

¿Habrá soñado Evita que esas herramientas le iban a seguir transformando la vida a millones de mujeres trabajadoras? ¿Habrá soñado Evita que esas mujeres pudieran tener derechos como los trabajadores de las fábricas? ¿Habrá soñado que se jubilen, que tengan obra social, vacaciones, seguro laboral, asignaciones familiares? Seguro que sí, seguro que soñó también que esa lucha iba a crecer en el corazón de ese movimiento político que ella parió. Hoy cuando se dice que la sociedad organizada no puede hacer política, pienso en Eva. Hoy cuando el peronismo, ante la encrucijada de la historia, puede elegir el camino de expresar a los humildes de este tiempo, pienso en Eva. Estoy segura, si Evita nos viera, que estaría acá al lado, construyendo el futuro.

*Diputada Provincial Movimiento Evita

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