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Shavuot

Por Rabino Shlomó Tawil

El próximo Martes 18 de Mayo por la noche comienza la festividad judía de Shavuot y continua el 19 y 20, en el calendario hebreo el 6 y 7 de Siván. Celebraremos el extraordinario momento único en la historia en que el Todopoderoso se muestra y dice los 10 mandamientos al pueblo de Israel como figuran en la Torá (conocida como Biblia) y les encomienda la misión de estudiar la Torá y observar sus 613 preceptos. El primer día, este año sería el miércoles 19 los judíos vamos con la familia entera tal como fue la primera vez al templo para volver a recibir los 10 mandamientos y renovar nuestro compromiso con Di-s.

La Torá, cuando es diligentemente estudiada y estrictamente observada, puede ayudarnos a superar las dificultades de la vida diaria. Los valores eternos que contiene perduran constantes en todo tiempo futuro. Otras ideas pueden venir e irse, pero los excelsos ideales de la Torá regirán por siempre.

El Maguid de Dubno un famoso predicador solía ilustrar esto con una simple parábola:

Un hombre que, por fuerza de las circunstancias, quedó reducido a la pobreza, abandonó finalmente su tierra natal para comenzar de nuevo en otra parte. El buque con que partió atracó en una isla casi enteramente sin tocar por la mano de la civilización moderna. Fue allí donde nuestro amigo decidió radicarse. Las condiciones en la isla eran lo más primitivas que se podría imaginar. Los nativos sólo conocían los más elementales rudimentos de la agricultura y contaban únicamente con unas pocas especies frutales y de cereal, por lo que ansiosamente se apiñaron alrededor del recién llegado cuando dio a conocer que había traído consigo una gran variedad de frutas y vegetales. El hombre se asombró cuando los isleños le pagaron con piedras preciosas. Parece que se trataba de un arcón conteniendo un tesoro que había varado en tierra de un naufragio, y su contenido tenía poco valor para los nativos, quienes lo consideraban nada más que guijarros de color.

Nuestro amigo se construyó una casa, empedró el suelo alrededor de ésta, y con el tiempo se hizo famoso por el dorado grano y las suculentas frutas que había logrado hacer crecer. Gradualmente llegó a olvidar su tierra natal e incluso a la esposa e hijo que había dejado atrás. Se casó con una de las nativas, quien le dio varios hijos. Antes de morir, reunió a sus hijos e hijas y les contó que tenía otro hijo, de un casamiento anterior, viviendo en un país allende los mares.

“Es muy instruido e inteligente”, les dijo, “ y quiero que lo inviten aquí después de que yo pase a mejor vida”. Muéstrenle mis frutos, mis granos y mis semillas, y también mis piedras preciosas, y díganle que puede tomar como su herencia cualquier cosa que escoja, pues, de hecho, él es mi hijo primogénito”.

Tras la muerte de su padre, los hijos hicieron tal como él les había pedido y llamaron a su medio hermano extranjero para que viniera. El joven, por supuesto, viniendo de un país civilizado, eligió inmediatamente como su herencia los diamantes, esmeraldas y rubíes que su padre había dejado y apenas si echó una mirada a los establos y almacenes que los hijos de su padre le mostraron. A los isleños les pareció bastante ridículo que el extranjero desdeñara los preciosos granos y frutos y se contentara con los brillantes guijarros que abundaban en la isla. Y sus medio hermanos más jóvenes simplemente no podían comprender por qué pensaba su padre que fuera tan inteligente.

Al extranjero le gustó tanto la isla que decidió quedarse allí. Pronto comenzó un proyecto a gran escala para enseñar métodos agrícolas modernos a todos los nativos, de modo que también ellos pudieran lograr las abundantes cosechas por las que su padre se había hecho famoso.

Resultó más exitoso, y unos pocos años después toda la isla se había convertido en una vasta extensión de fértiles jardines y campos.

Pero con la superabundancia de frutas y vegetales, el sentido de valor de los nativos experimentó un cambio gradual. La fruta y el maíz, que parecía estar por todos lados y yacía pudriéndose en las calles, perdieron importancia, mientras que las joyas, de las que ya pocas quedaban en la isla, aumentaron su valor sorprendentemente. Ahora el hombre , con su cofre lleno de piedras preciosas, era considerado fabulosamente rico, y sus medio hermanos dijeron:

“¡El era inteligente, después de todo!” Miró hacia delante, vio qué depararía el futuro, y se aseguró de tener una abundancia de aquello que sería de valor en todo el mundo, mientras que nosotros fuimos estúpidos y pensamos únicamente en el lugar y el tiempo presente”.

Dijo el predicador: la mayoría de nosotros, también, es proclive de ser como los nativos de aquella remota isla. Adoptamos cualquier sentido de valor que es corriente en la sociedad en que circunstancialmente vivimos y poco pensamos en el futuro. Pero, como nuestros profetas nunca han dejado de advertirnos, llegará el día en el que los valores eternos e inmutables serán restablecidos una vez más, cuando el mundo abandonará los lujos que han demostrado ser pasajeros y perecederos y regresará a los ideales eternos dispuestos en la Torá y los preceptos dadas por Di-s al pueblo de Israel sobre el Monte Sinaí.

“Entonces se abrirán los ojos del ciego, y los oídos del sordo serán destapados”…

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