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Servicios Caramuto apuesta por la capacitación de todo su personal


La empresa de servicios fúnebres Caramuto llevó a cabo Jornadas de Capacitación para continuar desarrollando la formación profesional de todo su personal. La capacitación, centrada en ética funeraria y tanatoestética, estuvo a cargo de la semióloga forense Lic. Sandra Colman, instruida en la Universidad de la República Oriental del Uruguay, con especializaciones en México, España y Buenos Aires, y que cuenta con un extenso trabajo en el área en diversos países de Latinoamérica.

La licenciada destacó la importancia de que una empresa con la trayectoria de Caramuto continúe formándose en los aspectos de la ética funeraria: “Yo creo que la capacitación es uno de los aspectos fundamentales de una funeraria. En el rubro hay cambios constantes que nos obligan a actualizarnos, y al apostar por capacitarse, Caramuto se reposiciona como marca”.

-¿Cuáles son los fundamentos de la ética funeraria? ¿Por qué es importante la formación en este aspecto?

S.C.:- La ética funeraria es el pilar más grande que tiene que tener una funeraria. La ética funeraria o la deontología funeraria son reglas de comportamiento, tanto para los funerarios, como para la empresa en sí. Son los pilares en los que tenemos que basarnos todas las personas que trabajamos en el rubro para poder realizar trabajos que estén amparados sobre fundamentos. En América Latina se pueden ver diferentes percepciones de la muerte, y en base a esa conciencia de muerte, es que se arman lo que son las éticas funerarias.

-O sea que hay una fuerte impronta cultural en las formas adecuadas de manejarse.

S.C.:- Exacto. Siempre hay que atenerse a la cultura, no tenemos que romper culturas. Cuando queremos poner un sello nuevo o “modernizarlos”: porque podemos proponer mejoras, pero respetando la cultura.

-¿Y cuáles serían los principales aspectos éticos que habría que considerar?

S.C.: -Son diez pilares, pero lo esencial, sería la mirada que se propone sobre el manejo de la muerte. No hay que perder la humanización: tenemos que pensar que la persona fallecida fue una madre, o un padre, o un hijo, en definitiva, un ser querido. Quien trabaja con la muerte puede tener cincuenta fallecidos todos los días, pero para quien viene a contratar, es una mamá sola. Y eso es lo más importante. Tanto de la ética, como del aprendizaje diario que te da la profesión.
Lo fundamental en el tratamiento del cadáver es el respeto. Todo el acto de la preparación del cuerpo debe ser solemne, y actuando de acuerdo al marco legal. Hay siempre un código de manejo: el fallecido una vez que muere empieza a formar parte de otra jurisdicción. No es ya una persona que se puede casar, que puede votar, que puede pagar sus deudas, que puede actuar como ciudadano común. Pero sí pasa a ser considerado ante la ley como un objeto de derecho. Esto quiere decir que no se puede defender pero que la sociedad le merece respeto, respeto al manejo de su cuerpo. También incluye las fotos: una persona fallecida no puede ser expuesta con fotografías en una red social.

-¿Cuáles son los principales aspectos de la tanatoestética?

S.C.: -La tanatoestética tiene que ver con uno de los roles fundamentales que tiene una empresa funeraria. El funerario, la persona que trabaja el cuerpo, es el último eslabón en la cadena de la vida, pero el primero en el proceso del duelo. ¿Cómo elaboramos un duelo sano? Viendo al familiar fallecido adentro del ataúd. Y ahí interviene la tarea nuestra, de quien trabaja con el fallecido, que es el tanatopractor: la de realizar una serie de procesos para que la familia pueda velar a la persona con tranquilidad, y que puedan ver ese rostro apacible, quitando toda marca de dolor, y devolviéndole la vitalidad al rostro. Con fines funerarios, estéticos, y para que se elabore ese duelo de una forma sana.

-El covid generó cambios sociales en la forma de percepción y experiencia de la muerte. ¿Han tenido que adaptar su trabajo? ¿Qué modificaciones se produjeron?

S.C.: -Sí, claro, lo primero fue el tema de la bioseguridad. En la época de covid, así como cambió el mundo, cambió el rubro. Tiene que ver con otro de los aspectos centrales de la ética funeraria, que es la salud, del personal que trabaja en la funeraria y de la gente que está afuera. Entonces se consideraba que el cadáver con covid era contaminante, porque en la manipulación expelían aire que les quedaba comprimido en los pulmones. También teníamos que estar permanentemente vestidos: sobre la ropa de trabajo, que es un ambo laboral, nos ponemos otra ropa protocolar, que es el EPP o Equipo de Protección Personal.
Fue acelerado el cambio, porque nos obligó de buenas a primeras a trabajar con sistemas colapsados: sistemas funerarios colapsados, sistemas de hornos crematorios colapsados. Y consideramos que dentro de eso el funerario fue el héroe anónimo, porque todo el mundo hacía hincapié en la parte médica, y el trabajador funerario estuvo exactamente en la misma línea de fuego que el trabajador médico: en primera línea.

-¿Qué aspectos quisieras destacar del oficio?

S.C.: -Lo primero es que hay que dignificar la profesión. Destacar que el funerario es quien se encarga de todo para que la familia se quede tranquila de que todo va a estar bien y no tenga que preocuparse por nada. Que el funerario no sea “el funebrero” y que pase a ser quien realmente es: el autor de la última despedida.

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