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Seres patéticos en una noche interminable

Por Miguel Passarini.- El director Felipe Haidar dirige una versión de “La escuálida familia”, de la dramaturga Lola Arias.


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Seres entre patéticos e idiotas. Los resabios de una familia quebrada, partida, áspera; los ecos de una tragedia clásica que desembarcan en un presente sin tiempo, oscuro y sangriento. En La escuálida familia, la dramaturga y directora porteña Lola Arias presenta un cuadro dantesco, incómodo, difícil de leer, de ver, de mostrar. Quizás por este motivo el director teatral Felipe Haidar, al frente de Enjambre P eligió transitarlo para construir, luego del hallazgo que fue su debut con una versión de La tercera parte del mar, de Alejandro Tantanian, una versión propia que esta noche, a las 21, se conocerá en La Manzana (San Juan 1950), donde seguirá en cartel todos los domingos hasta fines de junio, y en la que actúan Paula Diez, Alejandro Ghirlanda, Ariel Hamoui, Cecilia Lacorte y Soledad Otero, con la asistencia de dirección de Mayra Sánchez y asistencia general de Bibiana Zambello.

En el prólogo del texto es, precisamente, Tantanian quien cita a Macbeth de Shakespeare para adelantar lo que viene: “La vida es un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa”. Y adelanta la sinopsis de la obra: “La fábula nos cuenta que en una noche interminable se desata una tragedia. Las hijas vuelven de cazar y en vez de liebres traen un huerfanito. Padre las autoriza a tenerlo en la casa sólo por una noche. Así, el huérfano hace estallar el reino familiar, la estructura patriarcal, donde la ley es el padre y su heredero varón. Él, Reo, hijo de Madre y Padre, hermano de las niñas escuálidas. En esta noche, que parece no terminar nunca, se establecen relaciones extrañas en el entorno familiar; todo se desvirtúa cuando el reino es mirado con ojos de huerfanito”.

“Me pasó algo muy parecido que con La tercera parte del mar: fue leer el texto y entender que era eso lo que tenía que hacer; pero sobre todo, me interesó mucho el hecho de que sea una tragedia escrita hace muy pocos años y por una dramaturga contemporánea, y eso siempre implica un riesgo, una dificultad en el abordaje, sabía que todo el tiempo estaríamos jugados en un borde. Todo eso nos llevó, como grupo de trabajo, a tomar la decisión de, al menos, intentarlo”, adelantó el director santafesino radicado en Rosario Felipe Haidar, quien concreta su segundo trabajo como director con sólo 22 años.

La escuálida familia está escrita a partir de lo que se entiende como la estructura dramático-narrativa de una tragedia: lazos de sangre que entran en crisis, el poder, la traición, el amor y la muerte se irradian fuertemente desde el pasado dentro del conflicto que propone Lola Arias, cuyo texto fue publicado en 2001, y donde la autora profundiza sobre aspectos del mito del patriarcado a través de la apropiación de otros mitos fundantes de la tragedia clásica como por ejemplo Edipo.

“Fue un proceso hermoso, muy arduo, complejo, que llevamos adelante entre todos: actores, director, asistente, equipo técnico. Felipe trabaja con mucha inteligencia pero al mismo tiempo con mucha libertad; todo el trabajo se basó en tratar de entrarle a una obra compleja, con un texto que se vuelve un desafío, y creo que recién cuando logramos «parar» este texto en escena nos dimos cuenta de lo complicado y arduo que era todo el proceso que seguía, pero fue un gran aprendizaje porque tuvo muchos encuentros y desencuentros desde lo artístico”, contó el actor Ariel Hamoui.

Con relación a aquello que cuenta La escuálida familia luego del abordaje que, como grupo, hicieron del texto, el director adelantó: “Llegamos a la conclusión de que la obra describe a la muerte como contenedora de la vida o como única salida posible para ser felices, y también podríamos decir que trata del origen de la vida y la familia pero desde un punto de vista particular y monstruoso. Es una tragedia que transcurre en un país cualquiera, y que cuenta la historia de una familia en una pequeña casa, durante una noche donde dos de las hermanas salen a cazar, y en lugar de liebres se encuentran con un huerfanito. Lo traen a la caza, y el padre las autoriza a que lo dejen allí por una noche que se vuelve interminable, y es ahí donde se desata la tragedia porque el huérfano viene a hacer estallar este reino familiar y la estructura patriarcal que tiene la familia, porque, como pasa con Edipo o Hamlet, este personaje llega para recuperar el trono perdido, con una idea que tiene como objetivo fundar el reino de los idiotas”.

Frente a la escritura de un texto que complejiza y al mismo tiempo desafía a los actores a proponer algo diferente a lo conocido como “realismo”, la actriz Cecilia Lacorte expresó: “El abordaje fue difícil pero interesantísimo de trabajar desde lo actoral, porque se trata de la impronta trágica que aquí atraviesa el cuerpo de los actores y, al mismo tiempo, nos llevó a todos a pensar lo que pasa con estos personajes desde lo humano y primitivo. Fue una tarea intensa porque se juega todo el tiempo cierta animalidad que tienen estos personajes, y que, a pesar de la distancia, uno puede ver, aunque atenuados, en las familias contemporáneas. En síntesis, yo creo que la obra propone un «realismo extrañado», algo difícil de abordar y muy interesante de ver”, a lo que Soledad Otero acotó: “Fue un trabajo laborioso, y, desde lo personal, de gran atractivo descubrir cómo era una de estas hermanas, porque la lectura del texto propone cientos de caminos posibles; logramos una conexión importante, muchos cambios de rumbo, partiendo siempre desde lo animal aunque por momentos buscamos humanizar ciertos rasgos de estos personajes, algo que nos llevó un año de trabajo, donde, de un ensayo a otro, lo que eran certezas se volvían dudas y volvíamos a empezar”.

Finalmente, Mayra Sánchez, asistente de dirección, habló de la construcción y el abordaje de un lenguaje propio: “La búsqueda de un lenguaje siempre es muy rica, y Felipe es un director que creó un lenguaje propio. Si hoy pongo en perspectiva La tercera parte del mar, su puesta anterior, veo que hay todo un trabajo sobre lo siniestro pero también sobre la belleza. Lo que me capturó de aquel trabajo, y que en este vuelve a aparecer fuertemente, es ese lenguaje de búsqueda de belleza donde, a primera vista, parece que es imposible de encontrar”.

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